En Zona

viernes, 31 de diciembre de 2010

Postales madrileñas


31 de diciembre de 2010

Fumo acodado al balcón. Saludo a un vecino díscolo que desafía el agua de fin de año. Algunos vuelven con las cestas cargadas para la comida de esta noche. Las calles comenzaron a vaciarse temprano. Los autobuses circulan en medio de una soledad ciudadana y la gente, se abraza y se besa, casi sin darse cuartel.

Esta ciudad es como un tango de Rovira. Como un buen tango de este señor serio que nos deslumbrara a algunos en algún momento de nuestras vidas allá en el sur del mundo.

Fumo y pienso casi en voz alta, para mí, solamente para este ciudadano que desanda los caminos para no llegar a ningún sitio.

Pienso.

Se acaba por fin el siglo veinte. Si en eso pienso. Creo que esta década, que termina en unas horas, es por fin la clausura de un tiempo que se negó a marchar en el momento que suelen marcar los calendarios.

El invierno viene colorado. Los años son ya un escándalo no previsto. Nunca pensé llegar hasta aquí. Me parecía lejano pensarme con esta edad, con hijos, nietos y la fortuita sensación de tiempo pasado, de todo tiempo pasado.

Nunca hice listas de los hechos de un año, de los mejores libros, de las mejores caricias ni de las mejores palabras. Creo que esta excusa, se remite a esa sensación de intentar atrapar el momento, en el cual fuimos felices de una felicidad que no siempre vuelve o que por lo menos se desdibuja en un momento fugaz.

Algún exagerado, ya está encendiendo petardos.

Cuando era innecesario pensar en los finales, pensaba que los árboles estaban apretados contra el cielo, que no había que saber de donde se venía sino adonde se iba. También que las gotas ciegas del sereno, eran la antesala de noches quietas y que la tristeza era un país sin nombre. En ese tiempo pensaba cuando creía que a lo mejor todo secreto era parte de la vida misma.

Pienso.

Estas son siempre fechas extrañas. Un regresa siempre con los ojos desconocidos a estos momentos. Uno se despide insensible de algunos y abrumado por otros. Se reconoce, uno, en una alegría disimulada, por querer compartir con el otro esa emoción, que a veces se arrastra con nuestra sombra.

Estos años me han dado, dos nietos y un nuevo país. Algunas alegrías lentas y una extrañeza de sentirme en un sitio que me ha devuelto el idioma del mío que es casi el mismo o se le parece bastante, sus pasiones y sus rabias. De a poco, de a poquito este país, me lleva sin darme cuenta a las playas del mío.

No me han quitado la memoria, tampoco los olores y sabores de esa tierra lejana. Es en este tiempo en donde llueve, en donde todo pasa y se olvida como toda verdad. Sin embargo y a pesar de ciertos milagros de contrabando, miro a ese otro país, con otros ojos.

Ni mejor ni peor.

A veces suelo olvidarme de los caminos, pero se regresar y cada 31, desde hace unos años a esta parte, me ilusiona la certeza de ser de otro país. Un país de necesidades y de violencias que ya no duelen. De horizontes eternos y de la certeza de poder. A veces me da por ahí el último día del año.

Soy un sentimental, lo se.
Alguna vez, los amigos diestros dieron en conjeturar que el paso los años era solamente una manera de ver las cosas. Esos amigos, que compartían su vino sin preguntar quien bebía con ellos, esta noche habrán de encontrarse y cuando llegue el momento de los abrazos, entregarán una parte de sus respectivos corazones para que el otro, tenga para el viaje.

Y pienso.

La llama nueva de mis hijos, la de mis nietos. Aquellas banderas descoloridas que algún día fueron un cielo de banderas como decía González Tuñón, esa tierra seca que ya es nuestra tristeza, aquellos ojos que miraban todo por nosotros, la poesía de ser lo que uno es en realidad. Menos mal que tenemos la palabra, menos mal.

Se termina el año. Ya hay trabajo en las cocinas, todos se preparan a su manera y cada uno, seguramente, hoy habremos de brindar por el motivo que sea, por las cuestiones sencillas, las imposibles, por las que vendrán a pesar de nosotros o porque nosotros queremos que así sea.

Algunos habrán aliviados, otros en plena resistencia y otros estacionados en la esperanza gratuita de un tiempo mejor. Como siempre suele suceder en estos barrios lejanos.

Pero sabemos que no hay balance que alcance. Que entre el debe y el haber, algo se nos queda en medio del río. Que las cuentas no cierran, que se viene la noche, que me salió todo bien, que hoy seré feliz a pesar de todos, que ojalá se les congele la sonrisa a los de turno, que esta noche cierra algo que nunca cierra, que... pero de esto, de todo esto se habla el lunes, que ya es otro año y la cuenta comienza de nuevo, que embromar...

Un abrazo.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Un Cuento de Navidad


Todo comenzó como un juego. Escuchando el silbido del viento entre los árboles. La música de fondo no hacía cerrar los ojos y el calor realizaba siempre el resto. Eran las navidades en un barrio suburbano del sur, obrero y popular, de una ciudad lejana y demasiado plana.
Mientras crecíamos nos dedicábamos a mirar pasar los trenes, y veces solíamos poner monedas en las vías para horror de las vecinas que nos acusaban de querer descarrilar convoyes y otras maldades.
En aquel momento, los días eran eternos, largos y casi aburridos, aunque nunca eran iguales.
Por imposición debía quedarme sentado en la puerta de la casita barrial. Así estaba hasta que Juan, cruzaba la calle y me rescataba.
Entonces comenzaba la pasión. Juntos aprendíamos las reglas de una buena gambeta. A pegarle a la pelota con el pie de tal forma, que esta, tomaba el aire por asalto y se transformaba en algo nuestro yendo hacia otro sitio.
También, descubríamos como nuestros barquitos de papel, sorteaban ese mar terrible que eran las acequias, pensando que él y yo, íbamos en alguno de ellos desafiando olas y monstruos invencibles.
Cuando oscurecía, nos deteníamos en el terreno baldío en donde, cual estadio desierto, cobijaba nuestras hazañas extraodinarias como una caja, que atesoraba nuestros goles, nuestros jadeos y nuestras transpiraciones saladas como los mares del sur.
Así comenzamos a hablar. La conquista del mundo. Ninguno quería ser policía. Solo los bandoleros nos entibiaban el corazón.
Después, fuímos creciendo. El y yo, fuímos construyendo nuestras vidas. Un día nos juramentamos no olvidarnos nunca de nada.
Pero por esa época, ya todo comenzaba a ser un poco más rápido.
Digo
Prisión común para los asesinos de uniforme que asolaron las piedras de ese país lejano. Cadena perpetua para aquellos que se jactaban de luchar contra un ejército de enemigos de la patria. Castigo para estos hombrecitos, que secuestraban niños y los regalaban a otros hombrecitos para quitarles de encima el virus de rebelión que tenían sus padres. Cárcel para estos señores de la guerra, que mientras asesinaban delegados sindicales, entregaban comunicados en donde se detallaba que dichas muertes eran producto de enfrentamientos armados. Siempre, claro está, los muertos, los ponían los del otro lado. Siempre eran de un solo lado.
Los dueños de haciendas, tierras y vidas, pasarán lo que les resta de vida tras las rejas de una prisión común, como debe ser.
Aquellos que llegaban de noche, amparados por el silencio, esos que desde la jauría demostraban su bravura indómita, están ahora en el sitio justo. Ni olvido ni perdón.
Con Juan nos dejamos de ver. Cada uno siguió como pudo con su vida. Cada uno eligió los rostros y los cuerpos que comenzaron a ocupar nuestras vidas. Siguiendo las reglas de un país de inmigrantes, cada uno emigró de barrio, de abrazos y hasta de incendios.
Después me llegaron rumores sobre él y se que le llegaron rumores sobre mi. Ya los días corrían por aquel entonces como lagartijas bajo el sol.
Digo
Se que en algún lugar, debe haber baile y brindis. Que dejando de lado tanta tristeza, la sensación de un tiempo de justicia, justifica tanta emoción.
Emoción que me hizo mascar el freno en un país extraño, que nada sabe de esto, con gentes que a la cual esta sensación no les cabe en sus telefonitos de última generación, en esa mirada de sorpresa porque no tengas coche, que seas uno más que toma al autobús o el metro, personas ensimismadas en su mundo de cartón pintado y casi desangeladas. Esta sensación que tuve fue solamente para mí, en medio de un frío gris. Sin nadie con quien festejar, festejo con la rabia de la justicia, que no reconoce reyes que apoyan el saqueo ni patria más justa que la memoria certera. Está visto, veo, que la alegría debe ser como dictan por estas playas los dueños de tanto deseo amordazado.
Esa sensación de inabarcable alegría y profunda tristeza la compartí solo. Con mis muertitos, con las caricias que me faltaron, con las lágrimas bebidas de rato cuando no había más que pena y olvido.
Supe años más tarde, de la vida de Juan. Retazos, supongo que el habrá sabido de mí. La muerte era un estado más. Nada en definitiva porque preocuparse.
Pero debo detenerme.
Este hecho puntual nos ha perseguido desde 1983, cuando uno de estos nuevos ricos, habló de los dos demonios. Desde ese momento, uno supo que nada iba a ser igual.
Los tibios. Los cobardes. Los que fueron cómplices por acción u omisión. Los que festejaron y los que callaron. Los que respiraron aliviados. Los de la camiseta de fútbol. Los demócratas de la primera hora. Los curas que bendecían picanas. Los hombres y mujeres de bien que siempre supieron qué por algo los habrían ido a buscar. Los que llenaron la plaza a los asesinos festejando.
Estos, se adueñaron de una cierta verdad. Y durante las décadas siguientes intentaron silenciar todo.
Digo
Este cuento de navidad es una especie de festejo rabioso por un acto de justicia.
Una noche, uno de esos que hoy tienen la perpetua, estaba en un bar.
Libre, impune, sabedor que no habría castigo para el, héroe de cartón. No quiso pelear, defenderse. Se quedó sentadito esperando la ayuda que no llegaba. Temblando. Tembloroso, conoció el sabor del miedo. Por lo menos, ese, lo supo en carne propia.
Otro, que sacaba cuchillos de combate ante cada insulto, ya tiene su quinta cadena perpetua y ahora, finge una enfermedad para no compartir sus días en un pabellón de presos comunes.
El otro, el jefecito de todos ellos, cree que lucho en una guerra contra indefensos salvajes que querían un poco más de justicia. Ahí está la cárcel común, para todos ellos.
Porque se sabe. Las jaurías siempre terminan dejando atrás a los inservibles. Otros los reemplazarán llegado el momento. Esto lo sabemos también y de sobra.
Ahora el resto, nosotros, respiramos un poco más aliviados.
Las caras de todos los que nos faltan, están un poco más limpias. Las banderas siguen ondeando por ellos. Nuestras alegrías siguen siendo nuestras y vida tiene ya otros síntomas.
Hasta ahora, no hubo ni olvido ni perdón. Ninguno hizo justicia por mano propia. Elegimos hundirnos en nuestras tristezas, oscurecernos, convertirnos en sueñeros y seguir el rastro de ese dolor con olor a gusano que, en cada resaca nos asaltaba con nuevas furias y nuevos dolores.
Muchos de nosotros hoy ya no estamos. Algunos pegaron la vuelta, otros concibieron el sueño. Algunos se dejaron ir. Otros renunciaron sin previo aviso. Algunos aferrados a tanta tristeza se consumieron como las tardes de invierno. Otros clausuraron las palabras y como las mariposas fueron hacia el fuego.
Digo.
Estas condenas, sirven para los que crecieron durante estos años. Nuevas generaciones que tienen la oportunidad de comprobar como las democracias, esta por ejemplo, crecen a paso lento. Como se castiga a aquellos que fueron en su momento dueños de la vida. A lo mejor para ellos, para estos que crecieron en otro tiempo, este hecho les sirva para crecer en un sitio un poquitito más justo. Algo más limpio.
Entonces, sin nadie con quien festejar, me puse a destrenzar recuerdos. Nombres y cuerpos de aquellos, que compartieron junto a mí, una nueva vida. Porque si el deseo produce, produce lo real.
Nada más que por eso.
Recuerdo hoy a los míos, a los que durante años y años, me siguieron el rastro desde fotos en blanco y negro. A aquellos que desde la derrota, implementamos la memoria como el mejor arma.Como la manera más eficaz de resistir, asumiendo el riego de ser el tío viejo que en todas las fiestitas se pone melancólico y furioso, que siempre repite lo mismo y que finaliza cuando se apagan las luces y queda solo la estúpida sensación de ser el latoso de siempre, querible pero pesado alfinal de cuentas.
Por eso, ahora que los asesinos están en prisión. Los Juan, los Ricardo, los Alejandro, las Alejandras, los Carlos, las Susana vuelven a soñar un poquito más.
Nada más ni nada menos.
¡Ni olvido ni perdón!

sábado, 11 de diciembre de 2010

Una discreta esperanza

Hoy es sábado, en un barrio periférico de una ciudad lejana. Se oculta el sol, vuelve a salir, el silencio de la tarde se apodera de uno y uno como los gatos, solo quiere, intenta dejar que el tiempo bostece por mi. Hace frío, la gente realiza sus tareas , algunos vuelven del trabajo, otros lavan y cuelgan la ropa en sus ventanas. La vida sigue su rumbo. La vida sigue con sus cosas.
Ayer por la noche. Un amigo me preguntó si seguía pensando, creyendo en la revolución como lo hacíamos como cuando éramos furiosos. Me preguntó mientras nos mirábamos a los ojos, mientras organizábamos nuestra despedida, nuestra eterna migración.
Estamos más viejos. Estoy más viejo pero ambos, él y yo, somos la eterna demostración de la vida eterna. El leve ejercicio de una memoria que sigue y sigue.
Digo.
El fin de la historia con el que nos sorprendieron allá por los comienzos de los años ochenta, no fue un chiste de filosofía barata, sino algo más tremendo y siniestro. Fue la manifestación clásica, pura y desaforada de un conglomerado que había decidido pasar a la ofensiva. Era, es el lema de las corporaciones, la orden global que abarcaba, que abarca la orden despiadada para borrar el pasado. Todo pasado. Por eso, el disparate de Fukuyama nunca fue un vaticinio, como creyeron todos, fue la enunciación de una orden de batalla. El pasado, ese pasado de preguntas y revueltas, de ternuras y violencias, de conquistas y derrotas era el que se debía abandonar sino se quería perder el mundo mejor que comenzaba a ser parido. Había que eliminar el pasado y a aquellos que no querían desprenderse de el.
De esta forma el magnífico léxico político de casi tres siglos se tiró a la basura. Lo que costó sangre y dolor conseguir, comenzó a perderse.
Seguimos siendo las variables de los ajustes. De todos los ajustes posibles. Vasallos que debemos besar la mano del rey. Pobres de toda pobreza, buscamos otras playas para seguir y ahí, con nuestras manos de arados, con nuestros cuerpos de desiertos, con nuestros ojos de follaje, con nuestros recuerdos a cuestas, nos convertinos a poco de andar con la palma de la nuestra lengua acostumbrándose a otros sonidos, en los nuevos enemigos.
El problema es que los pobres, traemos con nuestras ropas, nuestra memoria. Un artilugio en desuso, pero una herramienta infalible. Porque nosotros los pobres y esto causa miedo y estupor en los jefes, tenemos con nosotros y para nosotros el infinito.
Digo.
Me pregunta mi amigo, si sigo creyendo en la revolución. Lo miro. El tiempo se escapa por la ventana de un bar amable. Una muchacha discute con un chico, suena por ahí, en mi cabeza, supongo una canción de Robert Wyatt. El camarero bosteza y la gente se apura en sus compras navideñas.
En Villa Soldati, allá lejos, acaban de matar, de asesinar a tres personas que solo querían construir sus chabolas, sus casas incipientes, su vida desdibujada. Eran hombres y mujeres, que un día o una noche cualquiera, salieron de sus respectivos paisajes para intentar vivir.
Un coche bomba acaba con la vida de 15 personas en Pakistán. Israel sigue con nuevos asentamientos sobre Palestina, rodeando y estrangulando a un pueblo originario. Europa, quiere más ajustes, mas cercenamientos de políticas sociales para evitar un desastre mayor. Los mercados están inquietos. Wikileaks es perseguida por los amos de este mundo y su fundador Julian Assange esta detenido en Londres por sugerencia del imperio.Una cárcel se incendia de manera imprevista y arrasa con demasiadas vidas para ser verdad.
Pero, además muere mucha gente en estos momentos en casi todo el mundo, falta de agua, de medicamentos, de comida. Guerras de baja intensidad, talas de bosques. En estos momentos uno está muriendo.
La muerte de ese uno, entonces, debería ser un escándalo de proporciones.
Los provos, los hombres de bien, lo que creen en el fin de la historia erigen muros. De diversa índole, textura y fortaleza.
No saben estos, que los muros son una parte mas de lo que antes se llamaba lucha de clases. Porque como decía Pier Paolo Passolin, la lucha de clases explica siempre a la guerra.
Digo.
El bien es en cierta medida inconsolable, por eso a veces soñamos con el derecho a ser como fueron nuestros ancestros. De poder recuperar la palabra, de hacer propia la palabra y construir con ella nuestras vidas, nuestros día a día. Porque utilizar las mismas que usan los poderosos y sus medios es habitar la desvastación circundante y la negrura reglamentaria.
Hasta no hace mucho, antes de la deshumanización que vivimos, los vivos esperaban alcanzar la experiencia de los muertos debido a que de alguna forma era este el futuro final. Por lo tanto vivos y muertos compratían un sitio interdependiente, solo el egoísmo, piedra angular del modernismo capitalista vieno a destruir esto. Ahora, hoy, los vivos pensamos en los muertos, no como muertos sino como eliminados.
Nos acostumbramos a todo. Nos hemos acostumbrado a la muerte desde siempre. Hoy nos acostumbramos a la pobreza. Y en la pobreza no hay nihilismo, porque para que lo hubiese, deberían ser personas acomodadas y, de hecho, no lo son. Además el nihilismo, como dice John Berger es la forma más actual de la cobardía humana.
Están por todas partes, son inasibles. Miles de millones, que son la gran mayoría del planeta. No es raro? Cualquier noticia, que te sirven a la hora de la comida habla de ellos. Extraño. Verdaderamente extraño.
Los pobres, los desheredados del planeta carecen de todo. Incluso, lo sabemos o presentimos mientras miramos televisión, que estos, lo pobres no tienen residencia.
No residen porque son pobres.
He aquí una cuestión. Los vencedores siempre sienten temor hacia los derrotados. Se alteran porque su tiempo es irreversiblemente corto, mientras que el de los vencidos es irremediablemente largo.
Digo.
Qué responderle a mi amigo, qué poema de Hikmet me regalará la vida en los próximos momentos. Qué palabras de Gelman vendrán asaltarme más tarde, cuando baje la guardia y quiera dejarme ir.
Se que su pregunta es para él. Que la formula en voz alta en atención a mí. Que se interroga y me interroga al mismo tiempo.Que busca que nuestras palabras se conviertan en mojones en el camino. Porque para pensar a escala mundial esta política debemos saber reconocer integramente tanto, todo sufrimiento que se vive. De eso debemos aprender en estos días.

Y si amigo, a pesar de todo sigo creyendo en la revolución.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Postales madrileñas


Día 1
A lo mejor esta sensación de cambio profundo, que se percibe sea solo una metáfora de cierta desesperación, de una cierta vecindad con algo inexplicable. Los otoños y la fisonomía del invierno que se aproxima hacen este trabajo más cercano.
El cambio de paradigmas que le dicen. La destreza cierta por saber que algo no funciona, que ese algo ya no es indestructible, que las cosas cambian y que uno, junto con ellas también.
El mejor disco de Soft Machine, "Thrid" de principios de los sesenta suenan de fondo.
Me pregunto: ¿Cuánto hace que no caminamos por los mismos sitios por los que caminabamos hace años? ¿Cuándo ha dejado de gustarnos aquello que nos gustaba no hace mucho? ¿Cuándo olvidamos el rostro amigo de aquella persona que nos conmovía profundamente? ¿Cuándo nuestro corazón, dejó de partirse en dos o rebotar de alegría?
Se viene un cambio, vuelven a escena Dionisios y Apolo. Vuelven los tiempos de búsqueda, de intentar conocernos, de acercarnos. De discutirnos un poco más, de aceptarnos también un poco más.
Madrid es igual que Buenos Aires, París o Singapur. Somos, en todo caso nosotros los que hacemos el paisaje.
Después del horror nos vendieron la postmodernidad. Ahí nos sujetaron fuerte. Habían definido el fin de la modernidad los perros de turno. Ahí aceptamos. Incluso cambiamos, modificamos, nos mojamos en esas aguas y pensamos que era otro puente mas que había que cruzar ordenada y disciplinadamente.
Volvimos a releer la historia desde otra óptica. Echamos una mirada nueva sobre el pasado y el presente. Disimulamos y tratamos de seguir siendo.
Ahora que los poderosos quieren devaluar, reunidos en la distante Seul, seguir ganando, recortar todavía más el espacio de las personas que conviven día a día con otras sensaciones, achicar el cuento de ser felices, algo pervive a pesar de tanto poder y ahí pierden el rumbo de nuevo, por que algo se mueve.
Ese algo es esta particular e inquieta sensación de algo nuevo. Solo es por ahora, una intuición, que se desgaja de otras que nos vienen desde siempre. Algo ya nada va a ser igual.
El vaticano y su santo padre, se esfuerzan porque España sea de nuevo la joya del credo inmutable. Pero ya nadie por aquí va a misa. El amor es un invento de los hombres y no se necesitan leyes para ejercerlo.
Digo.
Las transformaciones no se viven, suelen percibirse paso a paso, las vamos incorporando y un día las vivimos sin saberlo. Los cambios nos van llevando de a poco a otras instancias.
Pasamos de los profesionales de la palabra, de los doctores del sentimiento, de los senadores del placer. Nos quedamos como albañiles y construimos palmo a palmo, nuestra felicidad. Ladrillos y cemento, ayudados por nuestros iguales levantamos en silencio,entonando canciones de vino y alegría, una vida.
Así hemos ido andando. Arrancándole sonrisas a nuestros amores profundos y perpetuos.
Así sobrevivimos hasta hoy. A pesar de ellos, de suegras venenosas y madres aniquiladoras. Así descubrimos que la sensación de tierra que llevamos, se refleja en nosotros en cada gesto.
Por eso, este cambio de paradigma, este leve susurro de ríos subterráneos que nos sacude por momentos, está ahí. Solo resta tener paciencia y escuchar el murmullo que produce.
Digo.
El mundo tal como lo conocemos o creemos conocerlo, nuestras vidas como la conocemos o hemos creído conocerla, están cambiando, mutando a territorios diferentes.
La precepción ya se sabe, es cosa rara.
Me preparo mate. Ahora suena "Exactas" de un señor llamado Spinetta. La ciudad se nubla, algunos apuran el paso. Hoy es sábado y ya con esto está todo dicho. Miro los gatos, esperando debajo de los autos, que el frío sea solo un comentario más.
La música sigue siendo un vínculo exácto, profundo y casi eterno. Los libros, la poesía igual, la pintura otro tanto. El cine en cambio se ha quedado a la mitad del camino. No pudo resistir. Aquello que comenzó siendo una audacia, con telas blancas colgadas en los pueblos más lejanos de la tierra. Llevando historias y movimientos, asustando e impresionando al mismo tiempo. Todo esto terminó como una mueca. Hoy vemos cine desde sofás o camas mientras nos vamos consumiendo en el sueño triunfal de un día más o un día menos según quien haga la cuenta.
Cambio.
En este ajedrez de vida y muerte que jugamos, todavía nos queda tiempo para ser mejores que ellos. Esa es la diferencia fundamental. Ellos se aferran y nosotros elegimos ser viento que trae nombres.
Por eso, para eso está esta lujuria de la poesía y sus confines.
La palabra sigue siendo el camino y continúa definiendo todo lo que encuentra a su paso. Con ella, describimos y descubrimos. Nos amamos y nos dejamos amar.
Por eso, en este vaivén de cosas que fluyen, de rastros que se pierden, de pequeñas cuotas que se cumplen uno, yo, me arriesgo y confío como siempre en el futuro, que sin lugar a dudas será mejor, como decía Arlt, solo por prepotencia de trabajo, solo por ello ya es mejor.
De ahí que esta sensación trasnochada desde Madrid, en medio del frío, gris y abismal, desangelado si se quiere, me haya obligado a pensar en el cambio de paradigmas que se viene.
A lo mejor y sin lugar a dudas, y siempre y mucho más decididamente del lado de Dionisios que de el de Apolo creo que los tiempos están cambiando, para bien o para mal, están en eso los tiempos.
Haciendo su tarea, ni más ni menos.
Un abrazo
Madrid 13 de noviembre de 2010

domingo, 31 de octubre de 2010

Tristezas Argentinas


"Nunca me metí en política, siempre fuí peronista" decía un personaje en una novela del inolvidable "Gordo" Soriano y los que andábamos juntando los pedazos de la derrota, sonreímos de costado.
Ni buenos ni malos, apenas incorregibles, decía Borges, Jorge Luis por ahí y los que tratábamos de no olvidar ni nombres ni rostros, mientras sonaba Keith Jarret, asentíamos la bondad de la ironía del más inglés de los escritores en castellano.
Así fuímos guardando entre las medias y la ropa interior, recuerdos, nombres, valentías y cobardías.
Un día nos llegó Malvinas y los argentinos llenaron la plaza, perdimos y fuímos a putearlos. Vino la democracia, con la que se comía, se curaba y se educaba.
Y ahí fueron a votar, los que antes decían que por algo habrá sido, algo habrán hecho y se convirtieron.
Digo.
Se convirtieron en los demócratas más acérrimos. Los inventores de la democracia. Les recitaron el preámbulo y ya, éramos democráticos que los mismos ingleses o franceses.
Estos, los gobernantes de la timba, perdonaron a los que estaban embarrados en sangre hasta las orejas. A los jefes no, algunos de ellos, cayeron en la partida. Los otros, los que metían picana, los que violaban, los que mataban amparados por la cruz y el dinero, a esos no. Esos debidos a la obediencia, fueron perdonados.
La cosa siguió, hasta hubo dos demonios para tranquilidad de los bienpensantes.
Después vino otro, con poncho, patillas, bombo y escarapelas. El día del triunfo se fué a su pueblo en los llanos y se llevó con él, al directorio de Bunge y Born.
Los vientos clamaban, pero ahora había que vender.
Seguimos siendo los más demócratas entre los demócratas del mundo. Nos enseñaron eso de las relaciones carnales y mientras nos hacían los que nos hacían sin decirnos apenas que nos querían, soltaron a los asesinos.
El medio argentino, ya que no era ni siquiera argentino medio, se contentó igual, con el dólar a un peso, se atrevían a todo, cámaras, pisitos, autos, créditos, tarjetas de cédito, y, "qué vivo es este tipo" decían en el bar, los que como sabihondos y suicidas, seguían esperando por cierta esperanza.
Después de casi diez años, llegó la honestidad, que dejó una treintena de muertos un 20 de diciembre como epílogo, un corralito y la sensación seca de tener que comenzar de nuevo, sin llorar, a enderezar los caminos.
Pasaron tres en el gobierno que no hacían uno.
Digo
Estamos rodeados y son para peor.
Hasta que llegó este. Ganando por poco a uno de los anteriores. Nadie daba tres mangos por él. Duraría lo que suelen durar las farsas.
Sin embargo, ese día luminoso de justicia, cuando hizo subir a una silla al militarito de turno para que descolgase el cuadro del dictador, ese día, a muchos nos cruzó una sonrisa el almita atribulada que portábamos.
Otro día, dió la orden terminante de no reprimir ninguna protesta. Esa noche, algunos bailamos alrededor de ciertas fogatas, entibiados por el vinito salvador, que nos permitió abrazamos largo, mientras sonaban los redondos en el equipo.
Otro día, apuró a los lerdos y la justicia volvió a la carga para meter preso a tanto asesino suelto y prejubilado. Abolió leyes terribles e inmorales. Ahí, en ese momento, compartiendo mate y canciones, nos buscamos los ojos, para mirarnos largo y sabernos a pesar de todo que estábamos casi bien.
En ese momento crucial, cuando Madres de Plaza de Mayo decide, que ahora la acumulación debe dirigirse a otros horizontes y que venía el tiempo del castigo y de la justicia, ahí supimos que este tipo, parecido a un actor cómico de televisión, estaba haciendo cosas inéditas.
Digo.
Los setentistas en serio, los que venían del palo, no los tilingos de coordinadoras ni chicago boys, sino aquellos, que enterraron en el patio del fondo, libros y libretas con direcciones, aquellos que salieron de noche por techos y ventanas. Los que tuvieron que hacer artesanías en Minas Gerais, los que debieron cambiar de ciudad, los que encerrados entre tanta lluvia, tuvieron que esperar, encontraron en este tipo, con sus errores y sus aciertos, a uno de ellos.
No se llora la muerte de un compañero. Se lo reemplaza y se sigue. Ahí está la compañera, que no se parece a la otra viuda y por suerte ni siquiera hay ningún Balbín a mano.
Pero hay otros. Esos que se llaman "La oposición", los domesticados, los esclavistas con ganas de seguir haciendo negocios, los traidores a reglamento, los gimnastas de la entrega, los cómplices de la desmemoria.están ahí esperando por su oportunidad, vociferan, hablan de tiranías. Se amansan unos a otros, esperando por el fin del oprobio, el de ellos, claro está, no el de nosotros.
No hace falta más, a estos ya los conocemos. Solo falta recordar. No olvidar, saber que esos, también son la contra.
Uno, cualquiera puede estar de acuerdo o no. Lo cierto, que este, hasta ahora fue el único que se acordó un poquito del resto. Ahí está la asignación por hijo, más allá está el aumento de reservas, también más acá está la "estatización" del Banco Central, las jubilaciones y otras cositas, que en el fondo volvieron a ser de nosotros.
Quedan cosas. Quitarle el poder a los medios, a los grandes medios de comunicación, democratizarlos, hacer de ellos, lo que deben ser medios de comunicación y no centros de poder. Es una batallita. La otra, es repartir las ganacias de las empresas con los trabajadores, darle otra vez sentido a la palabrita tan mal usada y tan gastada: plusvalía.
Días de tristeza fueron estos días. Sin embargo nos queda la sensación de haber pasado un buen tiempo con un tipo, que nos volvió a descubrir la política, esa que siempre nos hizo sentir estar entre la gente y en medio del tumulto.
El resto, como siempre es un desierto, sitio en donde los que sobrevivimos nos hicimos baqueanos, en donde nos refugiamos esperando hasta que aclare, como síntoma, como siempre se estipula en estos casos.
Me queda la imagen de esa mujer llorando, como la de aquel colimba del '74 mientras pasaba el cuerpo del otro muerto ilustre.
Tal vez sea esto el peronismo. Tal vez de eso se trata todo. De apechugar la tristeza y seguir tirando hacia adelante, sin elaborar toerías sobre el populismo o el peronismo.
Entonces, dos fotos, esta, de ahora tiene más fuerza que todo lo dicho, pero había que decirlo.
Un abrazo.

jueves, 7 de octubre de 2010

La fiesta de varguitas


Pasaron veinte años desde que los suecos, se dignaran siquiera a mirar la literatura escrita en español o castellano o en esta lengua que para ellos, para los del norte suena como una especie de dialecto tercermundista. Para algunos habitantes del reino español también, pero esa ya es otra cuestión.
Mario Vargas Llosa es premio nobel.
Gana la literatura de nuestros territorios, gana un impulso grandioso la gran fabrica de sueños que es Latinoamérica. Con varguitas, gana una forma literaria extraordinaria. Podemos coincidir con él, en este ámbito, a lo mejor, en el otro, no, pero eso es lo de menos.
Digo
Vargas Llosa, es de derechas, liberal y representante del pensamiento dominante. Nos podrá parecer excesivo, pero es su postura. Correcta o no, representa ese pensamiento provinciano de blancos en territorios de salvajes. De "gente bien" que se desgarra las vestiduras ante tanta tiranía populista. Ante tanto descamisado hediondo, que tiene los mismos derechos de tanto blanco ultrajado.
Vargas Llosa encarna eso. El apoyo irrestricto a políticas de saqueos, de achiques de estados, de mercados que se regulan solitos y de unos cuantos lenguaraces que apoyan la mano dura, cuando los que se sublevan y no aceptan, son los sublevados sin nombre, los de abajo, los de las entrañas de la tierra, mejor dicho los habitantes de ese subsuelo sublevado.
Ese pensamiento, por el cual, lo adoran en Europa. Esa forma de ser, el mejor entre los esclavos, que prefiere que su tierra sea un simil de la quinta avenida a ser, lo que es.
Sabemos que un liberal con miedo, siempre es un fascista.
Digo
Con Vargas Llosa, escritor, ensayista, el territorio de la ficción tiene a uno de sus más grandes talentos. Un escritor necesario, inabarcable y esencial a la hora de entender algo más de esto, de este acto de verdades de las mentiras.
"La Guerra del Fin del Mundo", "La Fiesta del Chivo", o yendo hacia atrás "La Tía Julia y el Escribidor", "Conversación en la Catedral", "Pantaleón y las Visitadoras", son solo algunos de los rastros de esta frondosa obra que carece de límites.
Un escritor que desde su Perú, retrata un mundo. Que nos obliga a descubrir las sendas de una obra que desensilla y se nos acerca entregando una narración interminable, que desde el comienzo mismo nos hizo, mejor dicho me hizo, descubrir a un escritor en la mejor tradición de la literatura. Aquella que cuenta y cuenta sin detenerse ni un segundo.
El lector, descubre lo que varguitas quiere que descubra.
Así es este continente brumoso que se llama América, Sudamérica, Hispanoamerica o América Latina o simplemente una tierra que fue descubierta y abandonada, que se nutre de sueños locos, de memoriosos, que sin llamarse Funes, recuerdan y se apaciguan en la literatura de este escritor notable, que habita este espacio y que siempre nos lo recuerda.
Vargas Llosa es fundamental para entender los orígenes del viento, el sonido de las nubes y de manera grandiosa, hacernos descubrir entre tantas páginas, huellas de un creador que carece de límites y que afortunadamente, en cada novela, logra conmovernos, hacernos un poco mejores.
Menos mal que en el reino de Suecia, alguien piensa y se acuerda de un tipo como Mario Vargas Llosa, un escritor torrencial y necesario a la hora de entender un paisaje, que sigue creando ficciones a sus 74 años para alegría de aquellos, que defendemos con cierto ardor el país de la imaginación, la nostalgia por las buenas historias y la sensación de estar siempre con un tipo que sabe regalarnos la más rotunda de todas las mentiras que siempre suele ser la literatura en estado puro.

sábado, 21 de agosto de 2010

Cataluña o Catalunya?


Esto me lo envía un compañero colombiano. Me pareció de una justicia apabullante. Una mirada que expresa desde su propia mirada, una visión, que tenemos algunos los que venimos de esa tierra que se llama Sudamerica, Latinoamerica o América y que ellos describen, nos describen sencillamente como sudacas, porque siguen siendo simplemente y "solamente" españoles, ellos que creen ser los mejores del mundo o que se creen siempre entre los mejores del mundo...



Cataluña no quiere seguir siendo España y claramente no hace parte de Francia, pero está a mitad de camino entre uno y otro, hasta en el idioma. Qué difícil resulta ser catalán.


Esa búsqueda de identidad entre lo que no se es y lo que se quiere ser confunde a todos, incluso a los que no tenemos que ver en el asunto. Yo crecí creyendo que en España existía una provincia llamada Cataluña donde se hablaba nuestro mismo idioma, y ahora resulta que se escribe Catalunya y que los letreros están en catalán y no en castellano, que es como los nacidos acá llaman a lo que nosotros conocemos como español.

La lección la aprendí un día que entré a una librería y el empleado me dijo que el libro que quería estaba en catalán y en castellano. Yo le respondí que lo prefería en español, y él, sin perder la compostura para no perder la compra, me explicó que el español no existía, que lo que yo hablaba era castellano. Trató de hacérmelo entender con el siguiente ejemplo: en Colombia nuestros indígenas no hablan un idioma llamado colombiano, sino diferentes dialectos, y que en España ocurría lo mismo. Yo le respondí que me costaba entenderlo porque los conquistadores españoles (aragoneses, madrileños, andaluces y catalanes también) los habían matado a todos antes de que yo naciera.

Acá los toros están prohibidos porque la fiesta brava no es fiesta catalana, y tan hondo es el problema de identidad que las escaleras de varios de sus edificios huelen a París. Lo único que por ahora une a Cataluña con el resto de España es la peculiar manera en que muchas de sus mujeres llevan el copete: capul cortado al ras.

Es una expresión mediocre decir que Barcelona es una ciudad mágica, pero no por eso deja de ser cierta. El tiempo se detiene de tal manera que se te pega a la piel; acá no pasa nada, pero pasa de todo. Muchos dueños de negocios lo saben, por eso los cierran para irse de vacaciones y lo anuncian con improvisados papelitos escritos a mano y pegados en las vitrinas que dicen –en catalán, por supuesto- que regresan el 31 de agosto.

En el verano solo dan ganas de ir a la playa hasta las nueve de la tarde y tomar cerveza. Para lo primero basta con ir a La Barceloneta, o echarse el viaje hasta Sitges, lugar donde se firmó el Frente Nacional, y que hoy es paraíso de drogas, prostitución y homosexuales. Para lo segundo están los inmigrantes pakistaníes, llamados pakis (despectivamente y no por cariño, aunque suene tierno), que las esconden en paquetes de seis latas en las alcantarillas para venderlas al menudeo a escondidas de la policía.

Antes de beberla, la gente limpia precavidamente el envase porque no se sabe qué tipo de cosas puede guardar bajo el asfalto una ciudad tan antigua. Se trata de una bebida mágica que podría costar millones por el solo hecho de estar casi congelada pese a salir del subsuelo, pero que paradójicamente cuesta apenas un euro.

El centro de tan bizarra actividad es la plaza George Orwell, en el barrio gótico, llamada así en honor al escritor inglés que peleó en la Guerra Civil Española, pero conocida, esta vez sí de cariño, como plaza del tripi. Allí conviven en sorprendente y tensa armonía drogadictos, okupas, turistas y habitantes de la ciudad que solo buscan irse de fiesta. En los balcones de los edificios que rodean la plaza cuelgan letreros pidiendo a gritos un barrio digno: Volem un barri digne, proclaman.

No se ve por allí a los catalanes pijos. Ellos salen de fiesta casi de madrugada y se mueven en otras áreas de la ciudad, rara vez pisan un sitio turístico. En La Rambla, donde los turistas somos una plaga, los almacenes venden sombreros mexicanos porque muchos estadounidenses preguntaban por ellos. A costa de seguir enredando la identidad de toda una región, los negocios empezaron a venderlos pese a que Tijuana está a miles de kilómetros.

Esta ciudad es señorial, mezcla de pueblo y gran metrópoli, donde lejos del circuito turístico se pueden ver calles tan angostas que no cae el agua cuando llueve, cuerdas que van de balcón a balcón para que la ropa se seque más rápido y señoras enruladas como si a la noche tuvieran una gran fiesta. El asunto es que pareciera que nunca se quitaran los rulos, igual que Doña Florinda.

Cada construcción, por pequeña que sea, rinde tributo a la personalidad catalana. Recorrer bien este lugar significa indignarse porque un grande como Woody Allen no le hizo justicia en Vicky Cristina Barcelona, y peor aun, que por tan mediocre película Penélope Cruz se ganó un Oscar.

Ciudad rara. Es aparentemente de izquierda, pero su opulencia se ha logrado con una que otra idea venida del lado derecho, especialmente en lo económico. Al presidente de Cataluña, José Montilla Aguilera, sus gobernados le critican más su imperfecta pronunciación del catalán que muchas de sus medidas de gobierno. En sus calles hay tantas camisetas del FC Barcelona como turistas gringos. De haber sido catalán, me habría hecho seguidor del Espanyol porque creo que hay algo de dignidad en hacer parte de la minoría y mucho de vil en simpatizar con el poderoso.

Aquí es ilegal estar desnudo en vía pública, pero la ley no contempla como desnudez andar por ahí sin ropa pero con zapatos. Hay un hombre que se sabe la regla al pie de la letra y se pasea por la playa solo con zapatos y gorra. Está lleno de canas, tatuajes y exhibe una mondá que dejaría en ridículo a Faustino Asprilla (adjunto foto). Algunas mujeres hacen cara de oh dios mío cuando se lo topan de frente, las locales ya no se sorprenden, y los turistas le toman fotos mientras él posa feliz para las cámaras.

Quien llega a Barcelona nunca más la olvida así jamás regrese. Yo tomé del agua de la Fuente de Canaletas porque se dice que quien bebe de ella, vuelve. Y yo quiero volver, siempre. Esta es la casa de Serrat y Gaudí; de Messi, las Fiestas de Gracia, la Sagrada Familia y los Castells; de Miró y Vila-Matas. Pero Barcelona es sobre todo el sitio donde cervezas a un euro salen de las alcantarillas, y donde existe un hombre capaz de hacer llegar al orgasmo a la hermana gorda de Moby Dick.

sábado, 14 de agosto de 2010

El baile de los vientos


A los que ya no están y a los que estuvieron.

No van a tener paz, mientras dure la paz.
Videla, Menéndez y el resto, están siendo juzgados y el baile, ese que quisieron suprimir a fuerza de hacernos desaparecer, de borrarnos y de quebrarnos, tiene, tenía vuelto y es este.
Están presos, llegaron a viejos, les permitieron vivir en sus casas y ahora, les toca decir memeses, justificar y enaltecer lo realizado.
Valientes de mentiritas. Soldaditos de plomo barato.
La guerra se gana con la paz y esa la perdieron antes de comenzar, como perdieron la otra, la verdadera con uno de los dueños del mundo.
Pero en la única que estos reivindican, se enfrentaron contra hombres y mujeres, en la mayoría de los casos desarmados. Muchos dormían cuando entraban en sus casas, otros en la calle. Mujeres en una iglesia. Muchas embarazadas, para después traficar con sus hijos. Dirigentes sindicales, comisiones internas, definidas por Balbín y el resto de radicales como "guerrilleros fabriles". Estudiantes, intelectuales, amas de casa, abogados, médicos, psicólogos, arquitectos, dibujantes, y un largo camino lleno de rostros, de vidas y de cuerpos, que ya no están más con nosotros.
Videla, al que llamaban "Pantera Rosa", está siendo juzgado. Esto merece una reflexión apenas.
Entonces.
Ahora que una de las defensoras de los torturadores, Lilita Carrió se quedó sin frente opositor, vale la pena comenzar a pensar en estos políticos, que quieren volver a la normalidad cuartelera. Duhalde, Macri son solo los nombres de aquellos, que quieren encontrar un hombre fuerte, en cualquier ámbito para arrancarle el poder a esta "tiranía" que parece que padecemos los argentos en estas épocas.
Biolcatti y los campesiones millonarios de la soja. Los curas con Bergoglio a la cabeza. Menem y sus perdones. Que la lista es larga y como no hay respuesta, quieren volver por lo menos a perdonar a los torturadores y olvidar.
Olvidar lo más pronto posible, que queda mucha torta por repartir, mucho por saquear y mucho por ovillar.
Entonces llega Garzón, un juez español y le gritan en la cara estos: ¡qué viva Franco! Lo empujan, lo llaman terrorista y se desgañitan porque los patriotas esta con traje a rayas.
Sin embargo, Garzón, este juez español, dice que La Argentina, es un país que sienta las bases en materia de derechos humanos. Porque la justicia persigue a estos idiotas útiles, que un buen día decidieron que la patria estaba en peligro y que ellos, debían volver a poner las cosas en su sitio.
En este baile de vientos, estos cobardes están presos y así seguirán hasta que se mueran, que lo hacen y bien, de viejos y sin arrepentirse, olvidados por sus jefes, abandonados a la buena de ese dios, que estos tenían y que parece ser, que se ha olvidado de estos sicarios de Cristo en el Río de La Plata.
Mientras tanto Carrió y sus secuaces, siguen criminalizando todo, para que la policía a palos o picana, los arreé, los quite de la vista. Oculten a los pobres, tapen las corruptelas de estos novios desencajados y malhumorados.
Porque en la clase política, en la oposición existe eso que decía el viejo Arturo Jauretche: que era más fácil pescar un pejerrey en una bañera que encontrar una idea en los discursos de estos tipos. Aunque se refería a Balbín y los radicalitos, vale tanto para estos, que pareciera que el viejo sigue vivito y coleando, por Avenida Córdoba y Esmeralda, asombrado eso sí, por tanto latrocinio de los vendepatrias de siempre, por tanto patriotismo de Manhattan, por tanto enemigo suelto y de compras por Madrid.
Entonces.
Inquietos como estamos por el matrimonio gay, por la discusión sobre el aborto, seguimos sin darnos cuenta, que entre todas las cosas, sobrevivimos a los milicos y después a sus socios demócratas y que aquí estamos, todavía bailándoles en la cara a estos, mientras estos, siguen yendo de tribunal en tribunal, reivindicando el asesinato, la tortura, las violaciones, las desapariciones.
Es decir haciendo algo, que ningún hombre de bien puede hacer sin tener un serio problema de conciencia.
Impusieron la impunidad como escuela de guerra. Moldearon al país en silencio, establecieron pautas de conductas mientras decían: "no se queje si no se queja".
Salían de noche a secuestrar y volvían contentos con sus trofeos de guerra. Pateaban puertas , sabiendo que del otro lado, había gentes resignadas, con miedo y solas. Saqueban esas casas y entregaban los cuerpos vivos, a otros que esperaban sedientos por esos cuerpos indefensos y ya sin nombre ni apellido.
Para ser justos, a Videla, Martínez de Hoz y el resto, habría que haberlos juzgado hace tiempo. Ponerlos en el sitio que están hoy. Pero el traje a rayas siempre los esperó y ya lo tienen a mano.
Pero ya se sabe, los vientos nunca paran cuando deben. Pero esa ya es otra historia.
Por ahora celebremos, que estos cobardes, están siendo juzgados y con eso, por ahora ya tenemos suficiente como para ir tirando un rato más.

jueves, 8 de julio de 2010

Los libros y la memoria


No es posible apresar todas las caras que suele presentarnos la realidad, por eso apelamos a la ficción para construir a veces esa realidad que nos presentan de ratos o todo el tiempo.
Como si el tiempo real, como si la realidad fuese la única fuente con la cual nutrirnos. De ahí que la literatura sea una organización de los hechos, que siempre los hechos no tienen en sí.
La gente lee menos, dicen, cosas serias. El público quiere otras cuestiones. Desea pasar el tiempo, que nada altere ese aparente reino de cordura en el que vivimos. Menos ensayo, menos pensamiento crítico, menos aprendizaje. El mundo quiere placer, hedonismo puro, menos compromiso y más ligereza.
Por eso, ahora que seguimos idiotizados frente al televisor, sabemos que estamos a salvo de cualquier realidad, porque estamos bajo el influjo de esa realidad, que nos sienta frente a un plato de comida, mientras explotan las bombas, en ese mundo perdido que ya debe ser el cuarto o el quinto, que nos tiene sitiados a nosotros, en nuestra casi de clase media.
Nos enseñan a hablar, a pensar, a dormir y hasta a hacer el amor.
Nos venden políticos, perfumes y caricias.
Nos imponen reyes de la moral y hasta guerras justas. Nos meten el miedo en el cuerpo y nos volvemos enemigos de clase, de aquellos que hacen huelgas y no nos dejan llegar a tiempo a nuestra humillación diaria, que algunos llaman trabajo.
El arte opera sobre la realidad, como dice José Pablo Feinmann, arrancando de ella algo que en ella no hay en realidad.
De pronto las editoriales descubren hoy, que el pensamiento ya no vende.Que no hay tiempo, que el lector, ese tipo sentado con un libro en las manos, es una fantasía. Que ese mismo tipo hoy por hoy, quiere cosas rápidas, sin acartonamientos, no pensar, seguir la marcha, que ya le contarán de qué va la vida, en el telediario de las ocho.
Mientras tanto, tomamos mate mirando por la ventana, saludamos a algún vecino y dejamos que la fresca se vengue de tanto calor suelto.
Nos bombardean con el aborto, con el matrimonio gay, con las descargas ilegales de internet, con el aumento de la edad jubilatoria, con la crisis que pagamos nosotros y con nuevos trabajos esclavos para todo el mundo.
Entonces, la clase media, se hace de derecha. No, mejor dicho, demuestra lo que siempre fue: esa especie de cuna de serpientes con rango social, que abomina de los otros, los que sudan en vez de transpirar, los que cortan el tráfico o los que meten las patas en cuanta fuente histórica hay en su camino.Los que en definitiva no son "gente" como ellos.
Piden mano dura. Que regulen el derecho a la huelga. Que el gatillo fácil sea fácil para con los que deben morir siempre. Que se construyan grandes tapias para que tapen lo que no hay que ver.
Pretenden que trabajemos gratis. Que seamos personas sin conciencia. Que aceptemos sin levantar la cabeza. Que nos reglamenten los hijos que debemos tener, porque como animales que somos, no podemos decidir. Que nos quiten las conquistas que con sangre y fuego, conseguimos arrebatarle a patronos, curas y gendarmes. Que seamos lo que siempre hemos sido, mercancías baratas y dispuestas. Que nos bendigan el amor, aquellos que violan a nuestros hijos. Que nos den la vida aquellos nos pegan tiros en la nuca y por la espalda. Que nos contraten aquellos, que estafan y roban a manos llenas y se indignan cuando, no pueden más.
Por eso, no es casual que con los tiempos que corren, hayan decidido que no es momento para pensar. Que no es momento para aprender y aprehender. Que ya está bien de esas cuestiones. Que no es tiempo de andar pensando, sino cuidando lo que tenemos. Es hora de convertirnos en traidores a sueldo y beneficios.
Por eso, mientras algunos dudan, es bueno recordar por si acaso, que no hace mucho tiempo, la policía paraba por las calles de mi ciudad, a aquellos que portaban libros. Eran sospechosos de saber. De pensar quizá demasiado.
También que, cada tanto a uno se le ocurre a la salida del confesionario, que sería bueno una quema organizada de libros y porque no, de sus portadores, así muerto el perro se acaba la rabia.
Mientras tanto, sigo tomando mate en el balconcito, mirando a la gente pasar. Esperando...

domingo, 20 de junio de 2010

Saramago y las palabras


Y como siempre suele ocurrir, se terminó por morir un tipo flaco, alto, algo encorvado, que escribía, que solía escribir muy bien y que, además era un hombre solidario, que buscaba ayudar a aquellos, nuestros iguales, que padecían en el mundo entero.
Quien quiera solamente quedarse en el margen de su literatura, ahí tiene sus libros. Son buenos, notables, impresionan y dan perfectas lecciones de eso que academicamente se llama literatura. Además está su premio nobel. Por si sirve de algo.
"El Año de la Muerte de Ricardo Reis", fue el primer libro que leí de José Saramago. Es tal vez el único que libro que conservo a pesar de las mudanzas, los cambios de barrios, de países y de ciudades que he hecho. El camino por una Lisboa añeja, vista por los ojos de este heterónimo de Fernando Pessoa, el más grande de los poetas portugueses de siempre. Pero Saramago, va más allá, recorre de forma diestra las vidas de este otro hombre y nos conmueve. Me conmueve cada vez que lo releo.
Recuerdo el discurso de aceptación del Nobel, allí este hombre alto, flaco, encorvado narró como su abuelo, un analfabeto, como toda su familia, cuando supo que se iba a morir, abrazó a cada uno de los árboles de su casa, para despedirse con amor, de aquellos que habían sido testigos de su vida. Con serenidad, se despidió de las cosas que lo rodeaban, ejerciendo ese derecho íntimo de alejarse bien de esta vida.
Hoy el Vaticano, esa jefatura de policía medieval que rige como debe ser el amor inventado por ellos, acaba de publicar una extensa y furiosa crítica para con este hombre. Seguramente los dueños del paraíso, con este insulto a un cadáver, que ya no es Saramago, volvieron a demostrar que lo suyo, es el abuso de menores y la bendición de dictadores y torturadores en nombre de un Dios, aparentemente insatisfecho con las obras de los hombres en su territorio.
"Memorial del Convento" y "El Evangelio Según Jesucristo", fueron los dos pilares, que destaparon las iras de cardenales, obispos y papas, quiens hablaron con el altísimo para que Saramago vaya al infierno, sin saber los prelados, que el infierno es éste en donde vivimos alegremente, entre guerras, asesinatos, dictaduras, falta de comida, ajustes patronales, desiertos interminables y todas esas cosas, que de tanto en tanto suelen, estos señores bendecir como la obra de dios en la tierra.
Con un talento notable, Saramago reinventó la historia, basada siempre en hechos reales. Se mezcló por momentos, con la mejor literatura de ese otro continente conquistado a fuerza de cruces y arcabuces. Algo que llamaron "realismo mágico". Ahí, en esos tres títulos por ejemplo, figura la inagotable capacidad de José Saramago para inventar historias, que durante años acompañó vidas y milagros, de nosotros.
Pero Saramago no se refugió en una isla para alejarse del mundo. Estuvo en cada sitio de este mundo que requirió de su presencia. Estuvo con los que no tienen voz a cada paso, que ellos daban. Participó en cada acto de justicia que requiriera de él. Habló por los que no pueden hacerlo, denunció a aquellos, que el poder nunca denuncia. Señaló junto con millones a esos otros que provocan el dolor de tantos otros que carecen hasta de nombre y apellido.
Saramago fue un intelectual al servicio de una sola causa: la justicia y allí, también produjo abundante material, que sirvió para no claudicar, para no desfallecer en este recorrido, que hacen los que tienen memoria, los que persisten, los que, como decía Bertold Brecht, luchan toda la vida.
Se murió ese hombre siempre viejo, flaco, alto, encorvado que nos regaló quizá las mejores historias de la segunda mitad del siglo XX y que a su manera, nos hizo persistir en la idea de hacer posibles el mejor de los mundos posibles, a pesar de policías, ejecutivos, políticos, curas y toda esa caterva de tíos que siempre e invariablemente estarán en la vereda opuesta.
Salgo disparando a reencontrarme con algunos títulos de este escritor portugués, para volver a recorrer de su mano lo fantástico y humano, que hubo en su literatura.
Estaremos un poco más huérfanos, pero y eso lo sabemos, pero alguien estará ya preparado para reemplazarlo en este combate de ideas y palabras, que habrán de nutrir nuestro corazón rebelde y empecinado.
Hasta luego.

sábado, 12 de junio de 2010

Hoy juega Argentina


De alguna manera hay que explicar siempre lo que no sabemos explicar. O vivir lo que no sabemos siquiera vivir.
Pero por un momento, somos más felices que el resto de los mortales o por lo menos, sabemos que pertenecemos a una tribu, todavía resistente y pintada para la guerra o en pie de guerra. Por que sabemos siempre o casi siempre, que estamos rodeados y generalmente son para peor.
Seguimos siendo es rara controversia entre salvajes e ilustrados, que viven siempre al borde de lo peor pero que a nosotros nos parece siempre lo mejor. Puro sudor sudaca que seguimos viendo ese cielo azul grande que no es ni azul ni grande como decía el poeta allá por 1500.
Ahora que estoy lejos, en otro barrio, me reencuentro con preguntas, con palabras que me encienden en el color final de esta vida.
Hoy juega Argentina.
Hace algunos días, el presidente de Panamá, la patria de Omar Torrijos, asesinado por la CIA, decidió que ya está bien. Que los domingos se han hecho para trabajar, que es inadmisible que los trabajadores descansen un día a la semana. Que esa patraña de conquistas sociales es un maquillaje falaz de la vagancia, de vagos y malentretenidos, de malandrines que se dicen obreros, trabajadores.
Panamá marca el camino, ese que quieren los empresarios de la globalización, los dueños de políticos guampudos que hacen de sus países, factorías gratuitas de mano de obra sin dignidad ni orgullo. Factorías que un buen día deciden, que otro rincón pobre del tercer mundo es el sitio justo para sus empresas y allí van, dejando atrás a presidente falaces, políticos cornudos y su corte de periodistas gritones y por supuesto a los esclavos sin dignidad ni trabajo.
Hoy juega Argentina
Y desde aquí saboreamos otra vez la posibilidad de abrazarnos un rato a nuestro país. Otarios y piolas, convivimos durante 90 minutos en un sinfín de emociones o broncas tal vez, de alguna gambeta o algún gol a las nubes. Soñadores como somos, tenemos esa tenaz convicción al melodrama.
Entonces, hoy suenan tangos en algunas casas de argentinos, milongas bravas, en otras algo de Cerati, los Redondos también suenan por allá y la Bersuit hace lo propio un poco más acá.
Hoy habrá cervezas o tristezas, pero es casi lo de menos. Por un momento se habrá detenido el mundo y sus injusticias deberán esperar noventa minutos para seguir con su escarnio diario.
Hoy juega Argentina
Lautaro y Camilo siguen creciendo como árboles, como el famoso álamo carolina de Haroldo Conti.
Ellos sabrán contar los cambios, las idas y vueltas de tanta vida suelta.
Son la memoria y los tiempos por venir. La pasión desatada de un mundo, que los merece. Ellos son las puertas por donde habrán de pasar ilusiones y algunas tristezas.
Serán ese árbol que al borde del camino habrán de registrar los cambios uno en uno. Dejarán el detalle justo de una vida que les toca a ellos vivir.
En ellos, viven todos los pibes y pibas, que algún día decidirán que ya está bien. Que la pasión es un misterio, que arrasa todo y construye todo de nuevo.
Porque en ellos, en los Lautaro y Camilo renace la vida, vidita a cada paso.
Los duendes bailarán con ellos mientras pasan las tormentas, las palabras se les amontonarán en el camino y ellos, al final sabrán la verdad de las verdades y querrán como si fuese la primera vez que lo hacen y serán imborrables en la determinación de un mundo, de ellos y definitivo.
Hoy juega Argentina.
Y todos estamos concentrados. Algunos hacemos precalentamiento, otros aflojan las tensiones que anidan en el cuello. Algunos besarán la medallita, otros se harán la señal de la cruz, otro se pondrá la vieja camiseta del equipo de sus amores o la de la selección.
Por un momento estaremos como encendidos. Tratando de vivir esa curda de noventa minutos, tratando de empujar la pelotita al fondo de la red, como si nos fuese la vida en ello o como lo hacía Kempes cuando era una especie de león para tanto holandés de hojalata.
Mañana o pasado, seguiremos con la reforma laboral, con la explotación bien reglamentada y esas cosas. Pero hoy, solo buscamos abrazarnos un rato y olvidar esta condena de amores ausentes y de lejanías inexplicables.
Porque de alguna manera ese invento que es la patria, nos cobija. Nos da señas de identidad. Usamos el vos y el che. Retomamos esa vieja manía de ser lo que somos en países lejanos, elegimos por un momento, ese paísito de veras como decía Benedetti y con cierta distinción, poseedores de paladares negros, seremos técnicos de una ilusión que se repite cada cuatro años.
Hoy juega Argentina
Mientras los empresarios que inventaron la globalización, siguen juntado dinero a costa de los que trabajan, estos comienzan a darse cuenta, que la lucha será larga, que la lucha continúa y que y a pesar de todo, la memoria sigue siendo una herramienta formidable para salir de este letargo que los de siempre llaman post modernidad.
Una cosa es cierta. Europa es de juguete, el euro se desgarra y el discurso de un solo territorio se hace trizas ante la decisión de volver a lo que siempre fue: una vieja señora de derechas al borde de la locura senil.
Habrá que volver a pensar en la resistencia o dejarse llevar y esperar languidamente el camino a la ceniza mientras escuchamos el último de los Cowboy Junkies como una suave banda de sonido final.
Hoy juega Argentina.
Y yo, me preparo mentalmente para ese reencuentro con una Nigeria diferente en un mundial también diferente.
Algunos nos hemos hecho más viejos, pero no más sabios. Otros son más jóvenes y a lo mejor tampoco sabios. Pero todos nos encontraremos en un barcito de un barrio que se llama La Guindalera en una ciudad diferente solo para estar juntos.
Hoy no hay nada más que hacer, salvo vivir este momento y esperar, que la fábrica de milagros atienda y nos regale uno, mientras cerramos todo porque hoy hay fútbol y eso, eso es casi lo único que importa.
Nada más.

miércoles, 2 de junio de 2010

Un poco de poesía

A veces, a uno se la hace sueño la vida. Descubre por ejemplo, que la palabra de los poetas estuvo cerca, en esas aulas de desierto que habitamos entonces y que solemos visitar de tanto en tanto.
Juan Gelman. Juan, es un poeta de esos, que vivían en el barrio, de los que se detenían en el bar de la esquina, a tomar ginebra y mirar por la ventana.
Es de esos poetas que nutren.

Vienen cómo

Cargados de años, sí,
con verdes que fueron
y su fulgor a veces.
¿Dicen algo, dijeron algo
entonces? ¿Y a quién?
No traen
la piedra o el aliento
donde viví de mí.
El sol tiene un animal que no calma.
Pasaron muchos barcos
entre nosotros dos.
Juan Gelman
Mundar

Miro por la ventana. La vecina se está bañando.
A veces la vida es secreta como el lenguaje de los árboles. Cuando conocí la palabra, de la mano de este poeta del barrio de Villa Crespo, se me enturbió la vida.
Yo venía de Spinetta, de Rimbaud, de Yupanqui, de Allen Ginsberg, de Alejandra Pizarnik, de Vallejo, de Federico García el fusilado, de León Felipe y su ya no hay locos.
Venía de otra cosa. De otras cuestiones. De otros amores.
Eran los años de Janis Joplin y Jim Morrison. De la policía brava (algo que nunca ha dejado de ser por otra parte), de los conciertos que continuaban en la comisaría. En fin, de un país, muy parecido a estos que vivimos todavía.
Venía de Clapton y Cream. De los viejos bondis con boletos de colores según las secciones. De el cortate el pelo puto!
Venía de eso y me tropecé con Gelman.
Hago un alto.
Antes en un viaje alucinado a Lobos, leí de un tirón "Operación Masacre" de Rodolfo Walsh. ¿Poesía? A su manera, este ajuste de cuentas con asesinos estatales, encierra una cierta justicia poética. Ese libro, se lo había robado a mi vieja y sin permiso me había ido a Lobos, porque allí Edgardo Suárez un periodista notable, estaba armando el Woodstock criollo.
Llegamos a Lobos, que por esos años era un viaje al lejano y casi áspero y por supuesto, el rock era la música del diablo. Damas, curas, policías y sociedades de beneficencia esparcían agua bendita. Trancaban las puertas cáncel y escondían a sus niñas, de la llegada de los bárbaros y salvajes dementes que solo querían tres días de música, amor libre y vino Tupungato.
Ida y vuelta a Lobos hace cuarenta años.
El librito de Walsh me duró lo que dura un buen beso. Eterno. Porque ahí, descubrí otro camino. Otras letras enseñaban a leer. Así, en esa época en donde no había ni walkman, ni mp3 ni mp4, uno iba cantando con otros. Cuando se cantaba una que sabíamos todos, ahí estábamos entonando canciones de Moris, de Almendra, de Los Gatos o Manal. Cuando no, volvía a mi lectura y dos mundos, diferentes y rabiosamente opuestos, volvían a congeniar.
Aunque ahora y con la distancia del hecho formal de la vida, me doy cuenta que esos mundos no eran tan opuestos.
Vuelvo.
Con Gelman descubro otra forma de expresión. De expresarme al mismo tiempo.
Entre tanta hormona desbocada, discos de rocanrol, acné y una formidable tendencia al priapismo reglamentado y exagerado aterrizo en la palabra dicha por un hombre, al cual le gustaba el tango y que de alguna forma definía la vida, desde otro lugar. Ni bueno ni malo.
Solamente eso.
Una frase dicha por Lobo Amarillo en su poema, el de Gelman por supuesto, "Defectos" dice: "Los blancos contaron un solo lado de las cosas".
Esa madrugada decidí ser indio. Ni blanco ni amigo de, sencillamente ser indio. a partir de ahí, la idea, acompañada por un música diferente a la que él escuchaba con placer, pero igual de formidable, cambió mi percepción de ciertas cuestiones.
A partir de ahí, la poesía se convirtió en una herramienta espectacular, para descifrar todo lo que había por descifrar. Esa madeja inmensa, que algunos suelen llamar historia y que para uno, era nada más que vida y destino.
Desensillo.
Al regreso de Lobos, estaban las locas del rubí esperándonos. Como todos no teníamos sitio en los patrulleros policiales, detuvieron a un colectivo, hicieron bajar a los pasajeros que habían pagado sus respectivos boletos y nos brindaron un viaje gratis a la seccional del barrio de Constitución.
Ahí nos cortaron el pelo también gratis y yo, me llevé un par de empujones por el librito que le había robado a mi vieja y que perdí ahí.
Después, muchas veces volví a comprarlo. Cada divorcio, significaba fundar una nueva biblioteca y una nueva discoteca.
Quiere decir que los divorcios y separaciones tienen un alto grado de docencia, una forma lateral de cultura por sobre todas las cosas. Será algo sarmientino que llevamos impregnado sobre la piel después de tantos actos en patios de colegios, discursos interminables y marcialidades para con las blancas palomitas ¿será?
Sigo.
En Juan Gelman radican la musicalidad de un habla inventado, la variación pertinaz de una lengua, que cuando la leemos, se nos suma a nosotros sin darnos tiempo a tomar distancia para con un idioma no oficial, pero sin embargo intenso, visceral, casi fantástico y tremendamente opositor a toda normalidad del habla señorial.
Es que por si hubiese dudas. Juan Gelman encarna la rebeldía a toda costa. En la contratapas de Página 12, aún hoy, sigue fustigando al poder en todas sus formas. Sigue denunciando a los blancos del Séptimo de Caballería. Sigue dando nombres de aquellos saludables "turritos" que esquilman, matan y sonríen para la foto.
Pero la poesía está también ahí. Solo hay que detenerse, dejar colgados los prejuicios en el armario y prestar atención.
Ellos tienen todo, nosotros tenemos la dignidad y la memoria.
Aclaro.
Aunque nunca hay que aclarar porque oscurece solían decir en Rosario del Tala, los que llevaban por esos años el ganado a pie, hasta los camionos jaula.
Aclaro digo. Salí de la seccional, con un corte de pelo a lo Humberto Primo o americano corto, cortísimo, diez o más años antes de la aparición de Luca Prodam. En la estación, me encontré con otros viajeros, luciendo sus cabecitas esquilmadas al mejor estilo oveja patagónica de dos patas. Al de la guitarra le habían cortado las cuerdas, al de la mirada suave, le había dado un poco de color de mora en los ojos y así.
Volví a casa, la vieja estaba trabajando y puse a reventar Beggars Banquet en el winco mono. La vida sigue y el camino todavía sigue siendo largo, pero todavía faltaba para el diluvio.
Retorno.
El accidente Gelman para mí, terminó convirtiéndose en una apasionada apuesta por lo fundacional, lo fundante y lo fundamental para terminar de definir mi amor por la poesía. No esa que rima guiso con paraíso o argentina con gelatina. Sino la otra, la que se escapa, la que nos desnuda y nos dice que a veces solemos ser paisaje que anda ni más ni menos.
Por otra parte, entre mate y mate, Gelman nos lleva de la mano a otros destinos, nos remueve la densa costra que almacenamos a lo largo de años y años, con el notorio ejercicio de la palabra.
Su último libro se llama "Mundar" pero tiene muchos más, dando vueltas por ahí.
Como nosotros, que desde tiempo inmemorial no podemos quedarnos quietos esperando y tenemos que salir al encuentro de lo que sea, tarareando ahora, una canción de los redondos para entibiar el aire, para celebrar que la palabra sigue siendo nuestra a pesar de los que están en la acera de enfrente y siempre nos miran con demasiada saliva en la boca. A pesar de ellos.
Un abrazo.

martes, 1 de junio de 2010

Alice Munro: a propósito de Secreto a Voces

La lectura tiene sus cosas. Esta por ejemplo, la de dejarnos llevar de la mano, hacia sitios profundos de nosotros mismos y que necesitan un viaje interminable, un desprendimiento audaz de nuestras vidas secretas, aquellas que llevamos todos a cuestas y que a veces, resurgen y nos hacen cometer actos, debajo de nuestras vidas apacibles, aparentemente apacibles, algunas cosas que nos obligan a arrepentirnos pero no renegar de ellos porque sabemos, que no podemos obrar de otra manera.

¿Qué es esto? La sensación que produce la lectura por ejemplo de estos cuentos de la canadiense Alice Munro. Escritora hoy por hoy, considerada una de las mejores del mundo de habla inglesa.

Cada cuento de este libro, funciona como una novela, una pieza de relojería que nos va descubriendo poco a poco, esa secreta pasión por la lectura, ese maravilloso viaje desde las costas de una cierta normalidad administrativa, que demasiadas veces son nuestras vidas. Cuentos ejemplares, que sitúan a la escritora en uno de los lugares predilectos en donde florece el talento.

Cuentos en donde se mezcla la vida. Que se parecen a la vida misma, en donde se entrecruzan aparentemente historias que no tienen nada que ver entre sí, pero que son historias de uno.

Las mujeres de Alice Munro desertan de pronto, huyen, se entregan a otras historias algunas eróticas, otras no. No son mujeres exactamente buenas ni positivas, tampoco son lo contrario. Saben que cualquier elección tiene un precio muy alto que pagar y que lo más deseado en el fondo, puede ser demasiado malo o dañino para los otros. Padres, maridos e hijos, que quedan en el camino de la búsqueda eterna y que en muchos casos solamente esperan o han aprendido a hacerlo, mientras ellas, de alguna manera ejercen el control sobre sus vidas sin importarles jamás el resto.

La estructura de estos relatos es de una complejidad apabullante. En algunos cuentos el tiempo no es cronológico y en otros los personajes suelen ocupar por turnos el centro de la narración hasta conformar un cuadro detallado que con el transcurrir de las palabras se vuelve cada vez más comprensible para nosotros.

Sucede que el tema central de estos cuentos formidables es el poder. El puro poder oculto y bien visible que somete en una lucha despiadada a los géneros. Nudo central en la contundente visión de Alice Munro, quien no necesita más que dos o tres frases clave para definir o sostener gran parte de la lógica del argumento.

Munro a través de su escritura limpia, logra la claridad perfecta en las percepciones, hace revivir los pormenores de cualquier objeto vulgar y transmitirlo en un tono de voz, con las singularidades del habla de alguien.

Cuando uno, lee la primera línea de un cuento suyo uno presiente que ha ingresado en un mundo limitado por las formas, pero en un paisaje ilimitado, casi infinito y es de agradecer, siempre que un autor te lleve de la mano por historias, que son como nosotros y que en el fondo como nosotros mismos, somos limitados o infinitos.

Munro en secreto nos introduce en un mundo de puro realismo, pero lo hace manejando la magia seria, dolorosa e irresistible.

Algo que no es poco.

Un libro entonces para celebrar la buena literatura que se agradece siempre. Siempre.

A pesar de todo

Me sigue gustando el Rock and roll. Me sigue divirtiendo a pesar de tanto tiempo transcurrido. Me emocionan ciertas cosas.
Ese espíritu, ese sonido sucio, a veces filoso. Esa rumorosa sensación de correr hacia ningún sitio, la turbiedad de las miradas afiebradas en un concierto que siempre es el último. La vida vivida en ese borde.
La reedición de por ejemplo Exile on Main Street con sus bonus y sus cositas empresariales, con las fotitos de una época lejana casi insana pero real.
La reaparición de Roky Erickson después de tantos años dejándonos un disco brillante, mínimo pero con esa semilla germinando.
Anoto:
algún día nuestras ciudades, dejarán de tener nombres de exterminadores, torturadores y políticos rancios y pasarán a tener nombre de músicos, poetas y creadores. Que en definitiva son los que hacen grande a cualquier país.
Por ejemplo el bicentenario, en un país militarizado con el mío, se convirtió en una fiesta cultural. Porque allí radica a lo mejor, la conformación como nación, una especie de entelequia militarista que nos han hecho padecer desde siempre y en la cual hemos creído como verdad absoluta y final.
Uno recuerda a cualquier país, por sus creadores no por sus generales de juguete y sus carnívoros admiradores.
Vuelvo:
me sigue gustando una música, que entre otras cosas forjó un estilo de vida. Una consecuencia formal que nos fue rodeando como una madeja.
Una música que nos permitió leer entre líneas otras cosas, otras cuestiones.
Escribo esto y en estos momentos el mundo civilizado, el conjunto de naciones se desgarra las vestiduras por la acción de un estado, que en mar abierto atacó y asesinó a nueve o diez personas que participaban en una acción solidaria con un pueblo cercado.
Israel, el gendarme de los Estados Unidos, el suburbio más caro del país de Obama y amigos, ese portaaviones configurado como nación independiente, acaba de realizar una matanza. Otra más.
Entre los detenidos está Henning Mankell, autor sueco, creador de las andanzas del inspector Kurt Wallander. Sueco, radicado en Mozambique. El iba en ese barco, junto con muchos otros, llevando agua, alimentos a la porción de Gaza cercada por la gestapo de los Estados Unidos.
Paro:
Me gusta el rock and roll, porque de alguna manera siempre simbolizó para mí o por lo menos buena parte del tiempo, un espíritu rebelde. Una música que molestaba, que narraba otra cosa. Que generaba un sonido propio y nos daba a nosotros, una visión diferente por lo menos de cosas tan sencillas como el amor, la guerra y la búsqueda perpetua de otra vida posible. Mejor y viva.
Anoto:
mientras el ajuste siempre se hace invariablemente sobre los que menos tienen, los que menos tenemos seguimos sosteniendo este estilo de vida, que les permite a los que más tienen,eso solamente que sigan teniendo más
Pregunta sin respuesta académica, pero si con respuesta moral. Esa moral, que nos diferencia de aquellos, que roban, asesinan, saquean y que se inventan a cada paso, nuevas y espectaculares reglas de convivencia, para con ellos y no para con todo el resto.
De fondo suena Rip this joint. Algo es algo.Esta canción es anterior a que los Rolling se convirtieran en covers de ellos mismos.Se domesticaran y comenzaran a hacer negocio. Es decir se mueren en este disco y nadie les avisa. Sin embargo, ahí están remasterizados en medio de un caos colosal.
Anoto:
ahora que los estados, ciertos y periféricos estados no existen, mandan a las ong's a hacer o dar limosna,a jugarse el pellejo en pos de una fantasía. Ser buenos a través de unos pocos. Subirlos en barcos o dejarlos en selvas y que resuelvan los problemas que los mismos estados han creado con su retirada eficaz y educada. Y sin embargo ahí van, cientos de muchachos bien intencionados, técnicos preparados, para enseñarles a los dueños de esos territorios como se debe ser políticamente correctos, porque el mundo globalizado de hoy, necesita en definitiva que los buenos perros quieran sus correas y a sus amos.Que los amos juegan ahora a ser buenos.
Pienso:
me gusta el rock and roll, porque en definitiva no es nada más que un cambio. Ni más puro ni mejor, solamente una música que sigue llenando los costados, los intersticios en donde habitamos, el margen correcto. que algunos hemos elegido para vivir o en el que nos han puesto. Me gusta la sensación de libertad que produce la música. La visión de otro mundo, de otra manera posible de entender algo.
A pesar de todo y de todos.