En Zona

viernes, 27 de mayo de 2011

Un tipo llamado Dylan

Han pasado los últimos cincuenta años. Transcurrimos de un siglo al otro y una buena parte de este viaje, fue, como en mi caso personal, sostenido, por la voz rota de este tipo, que cumple en estos días setenta años. Para muchos el inventor del contenido de esta música que narramos y que casi siempre nos narra a nosotros. Músicas de carreteras desiertas, de bares derrotados, de alguna manera los mejores bares de este planeta. De poesía, de mucha poesía involucrada en este viaje casi perfecto que llevamos a cabo de forma inconsciente. De sus manos, de su cabeza, de su garganta salieron las mejores fotografías de la música popular de los últimos tiempos.
Está de cumpleaños y sale de nuevo de gira por todo el mundo. Para seguir hablando solamente de él, mientras casi como en un juego, habla de nosotros. La cuestión es que casi todos, hemos ido envejeciendo con su música, por eso a veces y en pleno cansancio, ponemos un disco suyo y ahí vamos siguiendo el rastro por ese camino lateral, carretera secundaria y vecinal sin nadie alrededor, disfrutando de ese motivo que con guitarra y armónica, revive el rock a cada respiración que transmite.
Digo.
A veces cuando uno busca conexiones con la cultura popular de la segunda mitad del siglo pasado, se topa con una forma nueva de concretizar cuestiones referentes al costado de una rebeldía, que quiso y dijo cosas. El rock and roll que hizo mover las caderitas de adolescentes aburridas, despeinando tanto dolor, mejor dicho retomando las raíces de aquella otra música, la de los esclavos y llevando las fronteras un poco más allá.
Es interesante, más allá de la industria, de las modas y de las direcciones políticas, pensar en esa gente, que desde ese furor propio, construyó una de las osadías más notables. Música, cine, literatura, pintura sometieron al mundo a una nueva forma. Una nueva mirada, mejor dicho una nueva y notable forma de mirar y ser mirado.
Suena de fondo, The Rolling Thunder Revue del año 1975. Una de sus tantas giras, uno de esos momentos mágicos de música y entrega sobre un escenario.
La vecina insiste en colgar su ropa a pesar de los anuncios de lluvia. Otra pasea su perro viejo y habla con el, contando sinsabores y otros abandonos. La ciudad sigue, mientras Dylan canta "Love minus zero/ no limit". No importan las contradicciones de esta vida, sigue sonando siempre esa vieja canción en algún sitio. Ya llueve y apenas es viernes.
Digo.
El primer disco, mi primera vez con Dylan fue en 1970. La música que llegaba a Buenos Aires, llegaba a destiempo y sin ningún orden. Me compré "Nasville Skyline", después conseguí "Blonde on Blonde" y así encontré un hueco. Mientras practicaba mi descubrimiento, desde mi ventana, veía los trenes seguir su camino. Como una foto en movimiento mi viejo equipo mono, desgranaba la voz quebrada de este tipo todavía joven. Desfilaban las palabras por las cornisas y los techos de las casas de barrio que me rodeaban. Y disfruté.
No era una música definida. Era la puesta a punto de un proyecto montado sobre la esa música. Era rock, aunque tuviese una forma de balada. Era otra mirada necesaria para contextualizar una época, una temporada que nos tocaba vivir. Que me tocaba a mí vivir. Era esa rebeldía que nos traía Arthur Rimbaud, desde su poesía y después desde su vida, que llegaba también de la mano de los Stones y que encontraba su cauce, ahora si, con el fundador de todo esto.
Con Dylan uno, yo, descubría otras caras. Otros cuerpos que esperaban por nosotros, por mí. Dejábamos el huevo a picotazos limpios. Aprendíamos a ser diferentes. La rebeldía tenía, tiene, un método. Solo hay que atreverse a seguirlo, animarse a salir del todo y no esperar nada a cambio, solo el devenir cartesiano de ser uno mismo. Ocupar el sitio y dudar, de todo, hasta de uno mismo. Seguir y ver que pasa con esta rabia de milenios que uno llevaba, lleva, a cuestas.
Hay cuestiones que no se declaman. Solamente se viven.
La música por ejemplo, de este tipo que cumplió setenta y que sigue haciéndonos envejecer con esos aires de trifulca, con esos fuegos devastadores y alegres es nuestra, tanto que nos marca el cuerpo como un tatuaje a cada rato, casi, casi como debe ser.
La ruina si es que existe, a lo mejor, es no haber entendido nunca a Dylan.
Digo.
Entre tanto vaivén, están la voz y las palabras de este tío. Suenan de fondo. Están ahí, en sus discos. Cualquiera de ellos, es una pequeña parte de un gran aprendizaje. Los hay mejores y también peores. A lo mejor algunos viven este presente de Dylan, como un matrimonio eterno y aburrido. A lo mejor otros, solamente lo viven como una fiesta.
Solo se trata de elegir.
Ahora que todos corren a refugiarse por las lluvias se filtra "Just like a women" por los parlantes. Los árboles se detienen a recibir el agua, el asfalto brilla y los autos organizan un murmullo cálido al deslizarse sobre el. La ciudad se detiene, esta ciudad se guarece y deja todo por un momento.
Bob Dylan es la síntesis perfecta. Todos los colores están en su obra. A veces suena más descarnado, otras en cambio ubica la sencillez en un sitio de primer orden. Su voz con los años, se ha hecho, se convirtió en la dueña de una aspereza también única.
Pero sigue casi, siendo el mismo. Aquel que en su momento decidió romper con la tradición y sumó la esencia de la electricidad en su música. Aquel que se convirtió en traidor, que fue insultado, logró lo que pocos logran. Seguir edificando una de las obras más monumentales de la música popular. Mientras el resto sigue como puede, Dylan sale de gira, en una gira interminable, que año a año, suma ciudades, escenarios, paisajes nuevos. Un camino constante. Una forma, otra, de hacer música, de seguir haciendo música pese a los años que porta.
Algo es cierto, la cuestión sigue mientras este tipo quiera y como decía antes, no está mal ir envejeciendo con la música de Bob Dylan de fondo. Ya que si él elige, uno también puede elegir el camino para la domesticación final.
Y de eso se trata siempre.

jueves, 19 de mayo de 2011

Los desconocidos de siempre


Indignados. Maravillados de ser tantos. Estupefactos por la ligereza con que los políticos se toman todo. Hartos de ser robados por bancos y organismos internacionales. Humillados por la falta de trabajo. Concientizados a fuerza de ser siempre la variable de ajuste de cuanta crisis acecha. Sobrevivientes de tanta mentira institucionalizada. Enojados por estar en el paro. Alegres de enfrentar tanta lluvia juntos. Organizados en su ternura.
Así en la Puerta del Sol, en el centro de Madrid, siguiendo ejemplos de dignidades ancestrales, comenzaron a desafiar a la policía y a la justicia. Están ahi. Siguen ahí.
Acampados diciendo alguna verdad. Que suena como una especie de mantra. La moral de lucha sube desde el sur, viene a decir una sola cosa: los silenciados de esta crisis, tienen voz. Con ella, llaman la atención de políticos aferrados a sus sueldos y prebendas. Sin porvenir por delante, los habitantes de esta plaza rechazan las reglas del juego establecidas.
Digo.
Un país capitalista, que debe hacer ajustes. Recortes y otras indicaciones de otras naciones capitalistas pero más fuertes que esta, tienen un coste, una costra que deben arrancar de cuajo. Es que hay que acabar con el estado de bienestar, deben dejar en el camino todo ese lastre, que en definitiva son personas, pero que molestan porque como personas son impredecibles y por lo tanto, se los necesita para votar y nada más.
Rodeada la multitud en la Puerta del Sol, por policías, por carros de asalto de la guardia pretoriana del sistema, aventuran una posible salida. Represión, palos y persecuciones. Que el domingo se vota y que los buenos ciudadanos, no pueden tolerar semejante esperpento.
Los indescifrables de la sociedad, los números o los datos, son personas. Personas al fin y al cabo. Personas requeridas para las fechas de elecciones y después a olvidar. Personas que hartas en su hartazgo, decidieron salir a la calle. Ese territorio de todos, pero que siempre está vedado por el bien común.
Entonces como alguien decía hace mucho, los grandes cambios suelen producirse cuando falta el pan en la mesa.
Grecia es un incendio, Portgual tambalea, Irlanda no se recupera, Islandia combate con cástigos a sus políticos tenaces y ahora España busca a su manera, decir con otra voz, cada una de las injusticias que la globalización viene imponiendo desde que a los vaqueros se les ocurrió, para almacenar más y más.
Digo.
El hartazgo del ciudadano de a pie, es palpable. La desconfianza con sus políticos inoperantes hace, que como en el nuestro cuando se decía que se " Vayan todos", que nos sacudió profundamente después de echar a un presidente inoperante y sus secuaces traidores. Esto es casi lo mismo pero por ahora diferente. La cosa asamblearia tiene su vigencia y también sus carencias, pero en este momento, tiene la fuerza necesaria para sacudir el reino hasta casi sus cimientos.
Diferente, porque los níveles de pobreza no se han disparado todavía como en Argentina. Diferente, porque la construcción de la política viene de la mano de la toma de decisiones. Si bien Puerta del Sol, no es el mayo francés, la emoción planea por sobre los cielos de diferentes ciudades de la península.
Porque no son solamente jóvenes rebeldes y hartos. Son trabajadores en el paro, son amas de casa, jubilados, inmigrantes afincados aquí, gentes de distintas raleas que suman sus enojos.
Falta entonces la política. Por ahora es puro impulso. Es alocada rabia, disgusto en un país tipo jardín de infantes. Ya vendrá la política, la construcción de nuevas herramientas que desaloje del poder y del reino a tanto ladronzuelo profesional, con buenas corbatas y mejores trajes.
La crisis es ésta. Llegó y dejó pataleando en el aire a la gloriosa clase media, que vivió una fiestita propia de consumo y de festejos. Ahora, como ocurrió en el sur las cuestiones deben comenzar a dirimirse de otra forma.
Algo que no dejan de mirar los atontados analistas ni asesores, es que estas personas que ocupan la plaza del Sol desde hace días son o eran solo desconocidos. Desde hace días ya no lo son tantos. Un paisaje en el cual ninguno percibió los cambios de humor y de color del mismo.
Están acampados en la plaza, son miles por momentos. Estarán ahí hasta el domingo, desafiando a los prudentes, a los burgueses y a los acomodados de siempre. A lo mejor y como decía el título de una película entrañable son solamente los desconocidos de siempre, aquellos que han vuelto a descubrir sus propias voces, su propia fuerza y sus ganas de ponerse de pie para desafiar un destino que siempre fue una especie de mentira impuesta.
Entonces amigos, nos estamos viendo en la Puerta del Sol, mientras comienza a cocinarse otra historia.

domingo, 15 de mayo de 2011

Y Felipe se durmió


Siempre me pregunté, con ganas de perder tiempo, quiénes eran aquellos modelos que había elegido Quino para darle vida a los personajes de Mafalda, aquellos dibujos que forman parte de la historia popular y amplia que llevamos muchos a cuestas desde hace también mucho tiempo.
Incorporamos naturalmente maneras y formas de hablar desde la perspectiva Mafalda. En algún momento fuímos esa pandilla de niños que alrededor de esa nena de pelo negro, paralizaba a todos a su alrededor con un comentario, un gesto estático en un cuadrito en blanco y negro.
Ahora, leyendo los periódicos descubro que el tipo de la foto, entre otras cuestiones más o menos importantes, fue el modelo que eligió Quino para formar la imagen de Felipe. Un Felipe demasiado cansado siempre, cobarde y temeroso, por eso humano y cercano a nosotros. Un soñador de cosas irrealizables y lejanas. Un tipo entrañable que ocupaba siempre un sitio al lado de Mafalda.
El dibujo en el cuadrito sigue ahí. Retomo algunas ediciones de esta historia bien de clase media argentina. Tiras que se publicaban en un diario y que después se transformaron en una especie de libro de cabecera de muchas familias, que querían creer en algo diferente.
Digo.
Leo en un diario sobre la muerte de un periodista. Se llamaba Jorge Timossi. Un día, desde el puerto de Rio de Janeiro, a principios de los años sesenta se embarcó bajo otro nombre. Junto con él, en ese mismo viaje iban Rodolfo Walsh, Jorge Masetti, Gabriel García Márquez. Zarpaban hacia una isla resuelta. Iban impacientes y emocionados hacia la revolución.
Llegaron a Cuba y fundaron la agencia de noticias Prensa Latina. La primera agencia de noticias independiente del continente Solo así se podía ejercer un cierto derecho a la información. Información surgida desde el borde de una revolución que iluminó una parte ancha de este mundo.
Con Prensa Latina, se logró por primera vez, una cierta autonomía informativa. Una nueva mirada. Una forma de encarar las diversas caras de la verdad que hace casi cincuenta años azotaba a todo ese continente mágico de la mano de aquellos que eran dueños de los recursos de esos países, entre ellos, por supuesto el de la información sesgada. Los dueños de la supuesta libertad de prensa, que casi siempre se convierte en libertad de empresa y poco más.
Allí, entre ellos estaba Timossi.
Amigo de Quino, químico y loco, de una locura porteña y sentimental. Timossi, es el Felipe del dibujo, de la historieta, de las andazas de esa mujer, también bien porteña y lúcida que se llamaba, que se llama Mafalda. Como algunas mujeres que hoy llevan ese nombre, con cierta gracia y cierto desparpajo.
Felipes en cambio hubo muchos. Algunos buenos y otros no tan buenos.
Digo.
La historia es que Timossi, se convirtió en periodista. Se hizo hombre relatando, describiendo y edificando una profesión un tanto desprestigiada hoy.
Cubrió la invasión a Bahía Cochinos desde el frente de batalla. Certificó la derrota de los enemigos y rastreó historias de vida en ese hecho.
Fue, también por ejemplo, el último en hablar con Salvador Allende, rodeado por perros y asesinos. Lo hizo desde Santiago de Chile, entre la metralla y los aviones. Tomó el teléfono y hablaron los dos. Uno a punto de entrar en la historia como cadáver y el otro a punto de salir con otro nombre de Chile y regresar a Cuba para denunciar un asesinato que sigue siendo vil y cobarde.
Del grupo originario, fundador de la agencia de noticias, solo quedaban él y García Márquez. Ayer o antes de ayer, el corazón se le durmió al Felipe de carne y hueso, que seguía viviendo en La Habana. Tenía 74 años, había hecho de su vida un acto.
Por eso es bueno, volver a hojear las páginas de Mafalda y enfocar a este dibujo que lleva el nombre de Felipe.
Quedarnos con la ternura y la lucidez de una niña que arrojaba sobre el mundo, juntos con sus amigos unas verdades inmensas, desalojando a los adultos de su territorio inexpugnable, de sus adicciones de poder, ponerlos en ridículo como lo que solemos ser los adultos: unos simples ridículos a sueldo.
Vale la pena, ver a este Felipe en acción. Vivir sus dudas y reir con sus certezas. También conocer el modelo, que desde la visión de Quino, se transformó en un personaje entrañable, un modelo eficaz que todavía hoy continua hablando de nosotros, de nuestros hijos y de la poesía que de ellos emana raudales.
Jorge Timossi, también fue un personaje, cercano, amable y minucioso con su trabajo. Habitante de un paisaje, que queda lejos del norte, en donde bandoneones y guitarras perfuman el aire, en donde los niños de hoy, los locos bajitos que nos rodean, sin saberlo se parecen a aquellos Felipes y Mafaldas que deslumbran todavía hoy por la fuerza creativa de un tipo, que en medio de las noticias magras y oscuras de aquellos años, dibujaba cuatro o tres cuadritos para devolvernos ese territorio independiente y feroz que siempre fue la infancia.
Según sabemos hoy, casi todos los personajes de esta historia, están referidos a modelos vivos. Algunos, como Jorge, tienen nombre y apellidos, otros a lo mejor son ejemplos, confluencias de diferentes estilos o tipos.
No importa demasiado. Felipe se durmió. Nos quedan las pistas y los trazos de Quino para seguir emocionándonos y divirtiéndonos con esta historia entrañable y tan nuestra.

sábado, 7 de mayo de 2011

Postales argentinas


Día 11

Son las tres de la mañana y la ciudad parece que duerme. Respira. Levita de a ratos. Sus calles son cicatrices que palpitan. Que respiran. Que laten. Los taxis registran diálogos. El sereno de enfrente, el que cuida bienes de otro, mira pasar autos, como una esperanza. Apenas como un sueño, que se repite casi a reglamento.
Esta ciudad, Buenos Aires es solamente el radical contacto con todo lo incomprensible que habita el mundo, que apenas nos habita a nosotros. Porque desde las tinieblas, somos nosotros.
El verde ya se está volviendo amarillo. Gardel canta cada día mejor pero lo hace desde el balcón del vecino y nosotros que no tenemos historia, nos dejamos llevar por una emoción profunda, nos miramos a los ojos y sabemos.
Pero, vuelvo. Lo incomprensible es justamente esto que contradice la cierta justicia. Todo acá, aquí es lo contrario.
El mundo es al revés. Por estas zonas lo blanco suele ser negro. Lo gris, el gris, es la jubilación que baila en la dura piel del terror que por momentos sigue siendo ley o creyendo que es ley.
Digo.
Gardel. Carlitos. Es solamente una de las formas del amor. Del engaño, del otro que siempre es mejor que uno. El mezcladito. Ese brebaje con el que pocos se atreven. Ese baile, sudor, camiseta mojada, amor "fou" que subsiste. Ese tango atrevido, que pocos bailan. Esa rodilla que invita a un quiebre en las sombras de un baile siempre marginal pero que sigue seduciendo como siempre mientras, los otros, esos, los últimos de siempre se apuran a llegar a casa, antes de que sea demasiado tarde para lágrimas.
Buenos Aires es una parte... Solo una parte de ese largo sentimiento que algunos llaman historia, conmovedora y pertinaz. Inexplicable. Futuro puro acaso, siempre.
Buenos Aires es a su manera, en su forma, solamente aquella verdad innombrable de la emoción. Es eso y mucho más. Algo que nunca es poco.
Una caricia. Un libro que da la cara por los demás. Una locura disfrazada de historias que convergen en algo, que aparentemente no tiene camino. El aburrimiento no resiste en esta parte del mundo.
Es una ciudad al sur de todo. Es un baile lento lejos de las miradas del resto del mundo. Aquí nos disfrazamos de nada y disfrutamos de la vecina que riega sus plantas mostrando el agua lenta que moja.
Trance de amores secretos, de confianzas con el viejo de arriba, de muecas de un mundo marginal que golpe a golpo, solo late.
Mientras tanto Carlitos mira de costado.
Día 13

Anochece. La ciudad se deslumbra en luces. Comienza a dormir una parte. La otra bosteza y comienza a vivir la locura de una noche más. Suenan tangos y cumbias del otro lado de las vías de un tren que funciona casi toda la noche.
El costado más sensual de esta ciudad se transforma. Bailan y el que no, mira. Pero bailan feroces, viviendo la tensión que casi no existe en otra parte de este mundo. Aquí se resuelve el amor, la pasión y todas las coartadas útiles para sobrevivir.
Digo.
Hay feroces defensores de la libertad de empresa. Otros se aferran a las buenas costumbres mientras miran culos de morochas desafiantes. Cornisas apenas de una ternura que sobrevive imbatible a tanto amor dispuesto.
Juzgan las copetudas a las no tan copetudas. El taxista que te rescata es apenas un viudo de tanto asesino profesional suelto, esperando con saliva en la boca por el próximo cadáver.
Alguien me habla de Roberto Quieto. Del "negro". Sin saber de quién habla en definitiva, pero hablan.
Las Bersuit suena y la cosa se pone espesa. Mientras todos los réptiles siguen preocupados por el asadito, dicen. Otros insisten con Roberto, un desaparecido por ser buen esposo y de paso ya que estamos con una historia que surge entre las sombras y no saben, ni siquiera comprenden que la vida de este país, siempre fue otra cosa, por eso solo escriben, hablan y alucinan con una historia, que como todas siempre son poco creíbles. Solo justificaciones coartadas de aquellos que no son, de aquellos que nunca fueron.
Buenos Aires es vida y muerte. No es otra cosa. Por eso Gardel mira de soslayo. Siempre, con ganas, siempre a propósito.
Por este motivo en esta ciudad nunca nadie tiene monedas. Los cigarrillos son baratos y las propinas demasiado altas.
Ya son las cuatro de la mañana y la ciudad, esta ciudad sigue latiendo. Este país desarrolla la tensión como única forma, única manera de entender la vida misma.
Aquí siempre es importante equivocarse una vez más. Es cuestión de aprenderlo.
Por esta zona del planeta es importante saber que todo marcha bien cuando está quieto. Solo es cuestión de estar atentos.
Asi Gardel. Carlitos, nos sonríe desde la foto, mira hacia la distancia y casi de costado y espera, como solo saben hacerlo algunos por estas tierras.

jueves, 5 de mayo de 2011

Ese vértigo horizontal




Viajo por la extensión de un mar inacabable de tierra, pastos y silencios. Viajo de noche espantando fantasmas, invocando nombres. Viajo y me viajan por estas inmensidades distintos momentos, la carretera es una recta sin fin. Un sin fin.
Las luces de los faros incendian árboles al costado del camino.
Son espectros que estaban antes del tiempo. El horizonte es una delgada línea que canta y baila al costado, a los costados.
Un barco seco, en un mar también seco.
Eso somos los que atravesamos este delirio llamado paisaje. Eterno como lo es casi todo en estos parajes. Los viajeros silenciosos contemplan el paso de los naranjas, el degüello de la tarde, como si este rito no fuese anterior a nosotros, los viajeros detenidos en un viaje que se hace broma.
Una liebre cruza y se pierde. Algunos miran por la ventanilla, otros hablan, algunos simulan un sueño. Y esa casi eternidad llamada llanura, nos obliga. Como siempre. A pensarnos en nuestros miedos, nuestros espejos particulares.
Digo.
Debemos comenzar a organizar la ternura. Esa es la tarea. Recuperarla, volver a ella. No perderla en estos tiempos de rabias y luces encendidas. Disfrutar de la tensi{on que se respira en el aire. Darle vuelta a este estado de coma y salir.
Organizar la ternura a cualquier precio ese es el lento baile que hoy se baila en este país.
Volver a hablar de Patria, aunque sea mujer la patria. Femenizar el objeto. Llevar adelante recortes de una realidad que ningún medio refleja y que sin embargo está ahí.
No perder la ternura como decía aquél argentino que exportamos un día y que los enemigos hicieron remera y que sin embargo sigue vigente, vivo, asombrado quizás pero vivo en este territorio.
Marcar el paisaje como animales en celo. Arrebatarles las banderas a aquellos que no son sus dueños originarios. Volver a plantear el bien general, no como un ardid, sino como una meta que se puede cumplir.
Pensar la política como una confrontación y no como una negociación perpetua. Luchar y hacer vivir la esperanza, que también es mujer.
Repartir entre aquellos que nunca nada recibieron. Convertir el ello, en nosotros. Entrenar esa ternura que tenemos para que sea de todos.
Darle al César, la cruz o la espada y que sepa que ya nada va a ser igual.
Llamarlos, como lo hizo aquella mujer que se consumió un día, antipatria. Definir el futuro y acordonar la tristeza. Prometernos un cielo de banderas y a lo mejor, nuestros niños tienen la suerte de un paisito edificado en la ternura.
Se respira en este país. La risa es franca y de a poquito, muy de a poquito esa risa será alegría la de los días por venir.
Digo.
Un premio nóbel de la paz no puede asesinar y después arrojar al mar al enemigo. Lo pueden hacer y de hecho lo hicieron en su momento muchos con muchos de nosotros y de tantos otros nosotros.
De hecho lo hace. Y festejan.
Pero entre la infinidad de muertitos que pueblan buena parte de aquellos países que con armas de destrucción masiva, base de terroristas y otros delirios fueron objetivos militares, siguen esperando.
Una explicación. ¿Puede un nóbel de la paz, felicitarse por un asesinato? Pueden felicitarlo los gobernantes presuntamente demócratas de las democracias didácticas de Europa ¿Pueden?
De hecho lo hacen.
Siguen drogando al toro y se olvidan del hombre de a pie.
A lo mejor, ahora que se murió el perro, se van de aquellos países y devuelven el petróleo y las obras del museo de antigüedades de Bagdad, que lucen en las oficinas de afamados ladrones de riquezas en Nueva York, por ejemplo.
El casi medio millón de asesinados en esta guerra, esperan justicia o por lo menos una lluvia en sus tumbas para que florezcan flores nuevas.
¿Será?
Digo.
El paisaje muta a cada metro y sin embargo sigue siendo el mismo. El verdor es el color de un mar quieto, pero que se mueve con las ondas de un viento que es dueño y señor.
Después de este vértigo horizontal, sabemos, está el resto del mundo. Con sus historias, con sus cambios y modificaciones.
Sin embargo ahora que el precio de los alimentos sube y sube en el mundo desarrollado, algunos advierten que la capa de ozono, el deterioro de la capa de ozono es por culpa de las vacas.
Bichos estos, que comen para ser comidos. Los gases ahora son de las vaquitas, que ya se sabe, siempre son ajenas no así las penas, que siempre, invariablemente siempre son nuestras.
Pero por el momento, por aquí estamos muy bien.
Por algo será.
El viaje siempre es eterno y uno sigue viajando por la Patria sentimental y casi, casi merecidamente.
Por algo será