Ya pasó.
Muchos viven su derrota, preguntando. Los vencedores también se preguntan, aunque por ahora bajan la voz. Se desgarran las vestiduras, se miran de reojo los que perciben el sabor agrio de un bolero que parecía eterno.
Los más, siguen como pueden con sus vidas. Ciegos al murmullo de aquellos que disimulan el presente, vendiendo el pasado reciente como gloria eterna. Muchas boquitas pintadas en el bunker, algunos escotes y mucha muchacha en flor cantando para la cámara.
En fin.
Han querido moralizar el pasado, lo han intentado. Propios y ajenos. La historia que algunos contamos. Esa línea sinuosa que se desprende de la culpa colectiva, que nos quieren vender. Pero la duda es siempre la misma canción.
El pasado está ahí, al costado y queriendo ser contada.
¿La violencia se cuenta?
Mucho amor, muchas margaritas y sonrisas. Pero el pasado es mejor enterrarlo, dejarlo escrito en el descifrar confuso de los otros.
Perdieron, si es que perdieron no contra otros, sino contra ellos mismos. Agitando las algas de ningún entrevero demasiado serio y fiero. En todo no tocarle la sombra a los poderosos siempre tiene su costo. Sirven mientras les sirvan a ellos.
Digo.
"Vivo en un pueblo que tiene una calle larga. A veces pasan hombres montados a caballo.
Los automovilistas, a veces, aminoran su velocidad".
Se retuerce el invierno, se agota la espera. Cambian los tiempos que a veces se perciben grandes. El de a pie, sigue de a pie. El silencioso percibe sus silencios, cuando espera que venga el calor. Viaja y suda como siempre. Desconfía y se alegra de hacerlo. Se alegra por la sonrisa salvaje de esos fantasmas chiquitos que lo rodean de a ratos. Se deja estar, esperando por la longitud de esa vida que lo recorre.
Cumple y en silencio, trenza sus sueños.
Las tristezas se columpian desde siempre. Se arremolinan las cuentas pendientes, mientras los otros hacen lo suyo. Vota y después se vuelve atando verdades despacito, gambeteando las sombras de los nuevos profesionales de la libertad.
Espera el tren y el sabor de castigo, lo cerca.
Digo.
Es que estamos rodeados y son siempre para peor.
Me detengo en un poema que se dibuja en elpoetaocasional.blogspot.com de Pedro Donangelo. Reaparece Blas de Otero, construyendo con sus palabras estos sueños que a veces, no, creo que siempre, me deslumbra y me conmueve.

Lo Fatal
Entre enfermedades y catástrofes
entre
torres turbias y sangre entre los labios
así
te veo así te encuentro
mi
pequeña paloma desguarnecida
entre
embarcaciones con los párpados entornados
entre
nieve y relámpago
con
tus brazos de muñeca y tus muslos de maleza
entre
diputaciones y farmacias
irradiando
besos de la frente
con
tu pequeña voz envuelta en un pañuelo
con
tu vientre de hostia transparente
entre
esquinas y anuncios depresivos
entre
obispos
con
tus rodillas de amapola pálida
así
te encuentro y te reconozco
entre
todas las catástrofes y escuelas
asiéndome
el borde del alma con tus dedos de humo
acompañando
mis desastres incorruptibles
paloma
desguarnecida
juventud
cabalgando entre las ramas
entre
embarcaciones y muelles desolados
última
juventud del mundo
telegrama
planchado por la aurora
por
los siglos de los siglos
así
te veo así te encuentro
y
pierdo cada noche caída entre alambradas
irradiando
aviones en el radar de tu corazón
campana
azul del cielo
desolación
del atardecer
así
cedes el paso a las muchedumbres
única
como una estrella entre cristales
entre
enfermedades y catástrofes
así
te encuentro en mitad de la muerte
vestida
de violeta y pájaro entrevisto
con
tu distraído pie
descendiendo
las gradas de mis versos.
Blas
de Otero (1916, Bilbao / 1979, Madrid, España).
Sigo.
Es extrañamiento, es esa palabra que no tiene traducción, es un síntoma que ni los años de alegría legislada, de amor a reglamento y por cadena nacional, pudieron desterrar. Ostranenie querrá decir algo, pero por el momento uno, yo, sigo caminando despacito y por las piedras.
Dicen que este es un final de ciclo. No, los ciclos extorsivos son casi eternos hasta, que se revierte o se da vuelta la milonga.
Pero, los otros, esos enemigos de siempre, ya tienen el miedo en el cuerpo. Se asustaron y por eso, sigo compartiendo mi voto a este gobierno. No mucho más
Me quedo con Blas de Otero, con algunas músicas y diferentes esperanzas, que se calientan al sol a pesar de curas y sargentos.
Y me voy, disimulando un poco.
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