En Zona

domingo, 4 de septiembre de 2011

Uno vuelve siempre

A veces existen escirtores olvidados, que ya nadie casi lee, a veces a estos escritores los leo, los releo, los cuido, limpio de polvo sus libros, los sostengo en la palma de mi mano y nos miramos. Me preocupo por él porque nadie lo hace ya.
A veces, solo a veces las historias se cuelan en la rutina y brillan como el sol de otoño. Recorro las líneas creadas por el autor, tomo al azar un párrafo y descubro la angustia, no como una maldición, sino como una certeza perdurable en la obra de un escritor que como él, se resiste a la línea mayor de las academias que encomian y decretan primeros puestos de la nada.
Antonio Di Benedetto, de él se trata, es un escritor argentino que sorprende a cada paso dado en la búsqueda de ese algo, que siempre colmó de inquietud el espacio creativo de aquellos que querían encontrar otras voces, otras sendas. Creador de mundos cerrados, de recreaciones interminables, de simples narraciones llenas de pistas, vestigios de una escritura que conformaron una obra totalizadora, viva y con güiños frecuentes a la fantasía, casi la misma fantasía que enfrentamos los mortales a los que nunca les sucede nada.
Digo.
Cuántos hechos realmente notables, extraordinarios suelen ocurrirnos? Qué sucesos impactantes marcan nuestras vidas a lo largo de nuestras vidas? Cuáles hechos decisivos modifican nuestras vidas de forma terminante que las mismas sean diferentes después de ese hecho? Si reflexionamos a conciencia veremos que no conocemos la realidad sino que simplemente nos habituamos a ella. Entonces y por momentos al no ocurrirnos nada significativo por contar, lo que contamos de, sobre nosotros son simples manías, porque somos adiestrados durante nuestra vida en la estupidez y termina, como no, convirtiéndose en nuestra segunda y perfecta naturaleza.
De esto sabía Antonio Di Benedetto. Escritor secreto, profundo y definitivo. Solo falta entrever su obra. Hacer un recorte en el mundo ajeno, virar sobre el lenguaje y detenerse un momento en los mundos de este escritor.
No es tarea fácil entrar en Di Benedetto. Plantea desde el inicio una evaluación diferente. La fantasía es una parte de esa narración, la filigrana se descubre después cuando se llega a la conclusión de la quietud.
"Zama", transcurre en una espacio de tiempo lejano marcado por nueve años. Un burócrata espera, Diego de Zama, que llegue el traslado a una ciudad colonial más importante, algo que esté a su altura, a su idea. Un sitio que le permita traer a su familia a ese nuevo territorio. Mientras pasan los años, busca en las pocas mujeres blancas remediar esa tristeza que como el paisaje lo ahoga, la melancolía de un destierro de un soldado sin guerras, un creyente de los viejos valores burlado por una corona distante y discapacitada.
Escrita en 1956, "Zama" no pretende ser una novela histórica, no lo es de hecho a pesar de la ambientación, a pesar de haber sido vista así en su momento. Porque ese realismo que recorre una historia se desfleca, se hace flecos, el aire de misterio, la tensión o las ensoñaciones, convierten a este texto uno de los libros esenciales, que sirve para comprender la mirada, que después otros escritores realizaron sobre el doble espejo. Narrar desde las supuestas realidades de habitantes de un mundo desbocado, lejano de los grandes centros, abrasivo y misterioso.
Antonio Di Benedetto, economiza en el lenguaje. Lo empobrece aparentemente y a pesar de este laconismo, crea una escritura particular, eficiente y sorpresiva. Será por ello, que es casi hoy un escritor olvidado.
Perteneció a la generación intermedia nacida después de Borges, Cortázar, Bioy. Comparte con Haroldo Conti y con Juan José Saer tal vez el sitio de lo mejor de la escritura en castellano, en español como gustan los puros que se dió en ese territorio brumoso que a veces se llama Argentina.
Fue periodista en su provincia natal, en la lejana Mendoza. Estuvo preso, torturado y exiliado. Murió en 1986 y la tristeza tuvo el pecho dolorido por mucho tiempo.
Escribió novelas y cuentos. No pidió permiso y se ganó el reconocimiento de aquellos escritores que lo antecedieron, también el respeto de los que vinieron después. Luego el silencio se hizo fuerte y el olvido se hizo flor.
Digo.
Acaban de editar en España, la trilogía inicial de Antonio Di Benedetto. Están ahí, además de "Zama", el memorable libro "El silenciero" cerrando con el notable "Los Suicidas". Tres momentos únicos en la literatura escrita en nuestro idioma. Pero y como esas cuestiones, todavía quedan más libros, mas recorridos por su literatura.
La invención melancólica y rotunda de un escritor que desde lo mínimo condujo a una obra, que muchos desconocen, que muchos merecen conocer por otra parte.
Lejano a los círculos de la gran ciudad a orillas de un río demasiado grande, construyó una obra que no tuvo buena prensa  en la vieja aldea, olvidada capital virreinal, ni contertulios que alabaran la obra de un "amigo". Algo que siempre existió, algo que se niega a morir, debido como siempre a los dueños de la literatura argentina.
Así Antonio Di Benedetto, olvidado en vida, negado entre los mercaderes, concibió una obra ajena al miedo, cercana a la angustia, porque el miedo siempre es miedo a algo, la angustia no. La angustia siempre es la nada y la nada abre el horizonte hacia la muerte, eso dicen.
A lo mejor ese es el secreto de la literatura. A lo mejor ese es el misterio que conlleva la narración, toda narración.
Desembarca nuevamente el escritor en España. Antecede a los queridos Conti Saer. Es momento entonces de seguir los derroteros de estos escritores esenciales, de autores que desde diferentes rizomas siguen buscando agua, minerales y sol para crecer.
El silencio sobre ellos, sobre todo en su país de origen no es casual. Plantearon universos propios, que no contó con el beneplácito de los bien pensantes, de los adalides de las buenas costumbres y los distribuidores de prebendas y medallas.
Antonio Di Benedetto, no es un escritor casual, edificó una escritura eficiente, poética y reflexiva a pesar de cierto laconismo, de cierta economía.
Digo.
A lo mejor es esa pasión por la lectura la que me sigue como un perro mañero o como pajaro corsario que le escapa al alpiste. Sus libros son parte de mi equipaje. Están ahí al alcance, han traqueteado lo suyo conmigo, me acompañan sin hacer barullo. De tanto en tanto, la lectura, toda lectura suele frenar esa desesperación que a veces es el vivir.
De tanto en tanto me preocupo por él, porque nadie sabe hacerlo y además porque era muy bueno.
A lo mejor se trata de eso. De entender algunos momentos de la literatura como lo que suele ser. Una ventana. Apenas un sentido de los tantos que nos han sembrado para ser, con esa segunda naturaleza, lo que quieren que seamos.
A lo mejor es una apuesta de libertad el rastrear historias que, por un momento, nos hagan dudar, nos permitan descubrir las noches embrujadas que siempre nos habrán de esperar.
De eso se trata a veces este misterio de libros.
Mientras tanto, retomo los libros de Antonio Di Benedetto, releo momentos y sonrío a solas con sus palabras. Les quito el polvo extranjero que trata de colonizarlos. Les acaricio el lomo y destejo las tramas de una obra casi secreta de un escritor igual de secreto y silencioso. De letras apenas salvajes.
Como son casi siempre las de algunos hombres que se convierten en paisaje a propósito.