En Zona

sábado, 14 de agosto de 2010

El baile de los vientos


A los que ya no están y a los que estuvieron.

No van a tener paz, mientras dure la paz.
Videla, Menéndez y el resto, están siendo juzgados y el baile, ese que quisieron suprimir a fuerza de hacernos desaparecer, de borrarnos y de quebrarnos, tiene, tenía vuelto y es este.
Están presos, llegaron a viejos, les permitieron vivir en sus casas y ahora, les toca decir memeses, justificar y enaltecer lo realizado.
Valientes de mentiritas. Soldaditos de plomo barato.
La guerra se gana con la paz y esa la perdieron antes de comenzar, como perdieron la otra, la verdadera con uno de los dueños del mundo.
Pero en la única que estos reivindican, se enfrentaron contra hombres y mujeres, en la mayoría de los casos desarmados. Muchos dormían cuando entraban en sus casas, otros en la calle. Mujeres en una iglesia. Muchas embarazadas, para después traficar con sus hijos. Dirigentes sindicales, comisiones internas, definidas por Balbín y el resto de radicales como "guerrilleros fabriles". Estudiantes, intelectuales, amas de casa, abogados, médicos, psicólogos, arquitectos, dibujantes, y un largo camino lleno de rostros, de vidas y de cuerpos, que ya no están más con nosotros.
Videla, al que llamaban "Pantera Rosa", está siendo juzgado. Esto merece una reflexión apenas.
Entonces.
Ahora que una de las defensoras de los torturadores, Lilita Carrió se quedó sin frente opositor, vale la pena comenzar a pensar en estos políticos, que quieren volver a la normalidad cuartelera. Duhalde, Macri son solo los nombres de aquellos, que quieren encontrar un hombre fuerte, en cualquier ámbito para arrancarle el poder a esta "tiranía" que parece que padecemos los argentos en estas épocas.
Biolcatti y los campesiones millonarios de la soja. Los curas con Bergoglio a la cabeza. Menem y sus perdones. Que la lista es larga y como no hay respuesta, quieren volver por lo menos a perdonar a los torturadores y olvidar.
Olvidar lo más pronto posible, que queda mucha torta por repartir, mucho por saquear y mucho por ovillar.
Entonces llega Garzón, un juez español y le gritan en la cara estos: ¡qué viva Franco! Lo empujan, lo llaman terrorista y se desgañitan porque los patriotas esta con traje a rayas.
Sin embargo, Garzón, este juez español, dice que La Argentina, es un país que sienta las bases en materia de derechos humanos. Porque la justicia persigue a estos idiotas útiles, que un buen día decidieron que la patria estaba en peligro y que ellos, debían volver a poner las cosas en su sitio.
En este baile de vientos, estos cobardes están presos y así seguirán hasta que se mueran, que lo hacen y bien, de viejos y sin arrepentirse, olvidados por sus jefes, abandonados a la buena de ese dios, que estos tenían y que parece ser, que se ha olvidado de estos sicarios de Cristo en el Río de La Plata.
Mientras tanto Carrió y sus secuaces, siguen criminalizando todo, para que la policía a palos o picana, los arreé, los quite de la vista. Oculten a los pobres, tapen las corruptelas de estos novios desencajados y malhumorados.
Porque en la clase política, en la oposición existe eso que decía el viejo Arturo Jauretche: que era más fácil pescar un pejerrey en una bañera que encontrar una idea en los discursos de estos tipos. Aunque se refería a Balbín y los radicalitos, vale tanto para estos, que pareciera que el viejo sigue vivito y coleando, por Avenida Córdoba y Esmeralda, asombrado eso sí, por tanto latrocinio de los vendepatrias de siempre, por tanto patriotismo de Manhattan, por tanto enemigo suelto y de compras por Madrid.
Entonces.
Inquietos como estamos por el matrimonio gay, por la discusión sobre el aborto, seguimos sin darnos cuenta, que entre todas las cosas, sobrevivimos a los milicos y después a sus socios demócratas y que aquí estamos, todavía bailándoles en la cara a estos, mientras estos, siguen yendo de tribunal en tribunal, reivindicando el asesinato, la tortura, las violaciones, las desapariciones.
Es decir haciendo algo, que ningún hombre de bien puede hacer sin tener un serio problema de conciencia.
Impusieron la impunidad como escuela de guerra. Moldearon al país en silencio, establecieron pautas de conductas mientras decían: "no se queje si no se queja".
Salían de noche a secuestrar y volvían contentos con sus trofeos de guerra. Pateaban puertas , sabiendo que del otro lado, había gentes resignadas, con miedo y solas. Saqueban esas casas y entregaban los cuerpos vivos, a otros que esperaban sedientos por esos cuerpos indefensos y ya sin nombre ni apellido.
Para ser justos, a Videla, Martínez de Hoz y el resto, habría que haberlos juzgado hace tiempo. Ponerlos en el sitio que están hoy. Pero el traje a rayas siempre los esperó y ya lo tienen a mano.
Pero ya se sabe, los vientos nunca paran cuando deben. Pero esa ya es otra historia.
Por ahora celebremos, que estos cobardes, están siendo juzgados y con eso, por ahora ya tenemos suficiente como para ir tirando un rato más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario