En Zona

sábado, 12 de marzo de 2011

Perdonen la tristeza


Y asi parafraseando a César Vallejo, poeta peruano y fundamental me acerco de puntillas a la sombra de David Viñas, un escritor también fundamental y torrentoso, que tuvo la ocurrencia de morirse en estos días.
Su imagen a lo mejor distrajo. Esos grandes bigotes, ese gran cuerpo caminando o sentado en torno de alguna mesa de café. Sus polémicas y sus posturas intelectuales, dieron algún sesgo sobre la lectura de sus novelas y sus ensayos.Obras y dichos ninguneados como siempre por los capataces a sueldo a la espera de la benevolencia de sus dueños. Es decir de aquellos habitantes del mundo tilingo de editores y escritores aclamados por la prensa. Todo puede ser.
Poco o nada conocido en España, David Viñas fue uno de los más grandes escritores de aquel país lejano que queda en el sur de todo. "Los dueños de la tierra"; "Cuerpo a cuerpo"; "Indios, ejército y frontera";"Lisandro"; "Dorrego";"Los años despiadados"; "Jauría" o "Prontuario" son solo alguna de las pistas que el viejo nos dejó sobre la mesa a la espera de nosotros mismos.
Son novelas, obras de teatro e infinidad de artículos que le pelearon a cara descubierta a tanto disparate envasado, que algunos insisten en llamar cultura y que lo colocaron en el sitio incómodo del decir a toda costa aquello que otros callaban para seguir cobrando sus suelditos o prebenas de esclavos domesticados y perpetuos.
Polémico, armado de su palabra, dió batallas y batallitas en donde, los que deslumbrados con sus manera, lo seguimos a pesar de oscuridades y barbaries. Algunos adoptamos su pose, otros su forma de respirar cada frase, algunos su puntuación y otros esa mirada descarnada sobre una aparente realidad brutal.
Era David.
Digo.
Son pocos los escritores argentinos que persisten entre mis cosas, entre mis libros. Viñas era y es uno de ellos. En algún momento sus ideas y sus escritos conformaron un cuerpo en mi visión particular. Pocos creadores de ese país lo han logrado, lo han perfeccionado como él. Unificó las dos o más partes de un artista y puso al servicio de una la otra o las otras.
Construyó en la oposición de forma permanente.Desde allí revalorizó lo hecho en torno de una cultura popular sin andamiajes corporativos ni logias de alcahuetes sin nobleza.
Escribió y pensó sobre nuestras señas particulares como nación o mejor dicho como contorno específico y único.
Mientras me cebo el mate, recuerdo charlas y gestos de este tipo que siempre me pareció viejo, en el buen sentido de la palabra. Siempre en la mesa de algún bar, escarbando entre las líneas de un periódico de la oligarquía, cursando líneas debajo de las palabras y riendo entre dientes ante tanto disparate peligroso que los dueños de la tierra y de los gestos manejaban a su antojo creando o desapareciendo rastros.
Desde la costura cultural ejerció su tarea de francotirador certero. No formó seguidores ni clubes, a lo sumo deslumbró a muchos. Cuestionó la moral y sus usos, tuvo dos hijos y estos forman parte de la lista de desaparecidos. Concibió una obra monumental que está ahí como un pozo de agua fresca en medio del desierto. Advirtió y peleó.
Es que el hombre se arrepiente de todo menos de haber sido valiente.Eso suelen decir.
Digo.
A lo largo de los últimos cuarenta años, dos tomos de su obra, me acompañaron en mudanzas, fugas y terrores. Ahí están en mi biblioteca madrileña: " Literatura Argentina y Política", una de las obras críticas más notables que se hayan dado en el Río de la Plata, para malhumor de jefecitos y mantenidos. De sus provocaciones y audacias Viñas, nos hizo respirar otra forma de ver nuestras literaturas y sus recovecos. Fundó una manera nueva de ejercer la crítica sobre la estructura de nuestra cultura. De aquellos jacobinos porteños a Rodolfo Walsh, cerrando asi un círculo sobre el agua de esa unión nunca dicha entre la política y la literatura.
Libro entonces para mí, esencial. Ahí, cobijado por otros y casi perpetuo. Trabajo leído y releído. Regalado a otros en diversos momentos, para compartir. Recomendado también a otros para compartir crecimientos varios y necesarios.
Cada mudanza que acometí por vocación o por seguridad tuvieron este trabajo de Viñas en primer lugar. ¿Por qué? No lo se o a lo mejor, presupongo varias y antojadizas razones, versiones casi certeras que uno lleva englutidas en el rostro secreto que somos, a solas mientras aprendemos.
Lo cierto es que cuando se trata de hablar como acto emancipado, se expulsa toda pedagogía, enseñanza, rezo o definición. Viñas enseñó y desenseñó, dejó que su lengua viva, como ejercicio de una negatividad artística, horadara su ser de profesor. Asi era Viñas, así fue Viñas siempre, asi sigue siendo.
Profesor en la facultad, esgrimista feroz en bares o disertaciones. Nunca tuvo ni pidió el reconocimiento de la academia. Nunca fue convocado a la Feria del Libro, que quiere este año a Vargas Llosa para alegría de viejas copetudas y rapaces dueños de vidas y haciendas.
Escribió desde el cuerpo y nos enseñó satisfactoriamente a ser politicamente incorrectos, a no ser orgánicos para con el poder, a no ser funcionales con lo bienpensante.
Su última novela "Tartabul" está ahí a la espera de ser leída, deglutida por ese manojo de intelectuales que dicen haber leído a Joyce y que no pueden traspasar esa frontera de palabras que contiene este trabajo, que ni siquiera tuvo un lugar en las listas de libros de los diarios que ignoran todo como suele ser. Ahí, en ese libro, en este libro se cruzan aquellos malditos de las letras argentinas de siempre. Macedonio Fernández, Roberto Arlt, la muerte y aquellos gestos íntimos de Viñas que paralizan la presunción y ejercen un recorte sobre ese "nosotros" que creemos que somos.
Digo.
Ya no lo veremos más con sus bigotes anchos y blancos, con su media sonrisa y su gesto de duelista apasionado en los bares de Buenos Aires.
O la mejor, su rastro era esa ciudad lejana, en que, el se había ido convirtiendo con el tiempo y la tenacidad. Ya sus opositores, respiran un poco más tranquilos. No está el viejo Viñas para fustigarlos.
Se murió un escritor necesario, un tipo que hacía callar la desmemoria. Que solo ofrecía su cuerpo en cada duelo y que por esas cuestiones, combatía todo el tiempo cuerpo a cuerpo contra la mentira y la traición.
Por eso como decía César Vallejo, solo por eso, perdonen la tristeza.

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