En Zona

martes, 16 de agosto de 2011

Postales de Madrid

Lunes 15 de agosto

Nada está claro. Desde ya el mundo está cruzado por instantes. Vuelvo a la lentitud, vuelvo a la desconexión, me alejo del estar cerca. Un verano de locos, es este el que azota esta Madrid desierta.
 De fondo suena Alborosie y todo parece detenerse. Un poco, no mucho.
Apago el móvil. Me desconecto del resto del mundo. Hay un calor africano en las calles y los católicos han tomado la ciudad, esperando a su nuevo führer, durante una semana, se perdonarán pecados, se perdonará a aquellas que han abortado y a aquellos que han pagado para que sus pecados sean olvidados.
El sol es abrasador. La displicencia en el andar es casi una técnica. Todo tiene que ver con la gran situación, que nos hacen vivir en estos momentos.
Pero se viene. Claro que se viene. Ese terror por el cambio, ese sueño perpetuo que siempre aterroriza a aquellos que esperan la bendición.
Los periódicos traen malas noticias para unos, para mí, siempre son buenas noticias que tienen que ver con el veneno que nos devora.
Apago internet. Mejor solo, silbando bajito como dicen. Despacito y por las piedras. alguien dice que las mortajas nunca llevan bolsillos. Mientras tanto siguen, despacito, rapiñando. Estafando y como vulgares ladrones, de esos que nunca tienen códigos, siguen juntando dinero. No sea cosa, que mañana llueva café y uno sin paragüas a mano.
Madrid, esta ciudad, se desbarranca. Gasta 60 millones de euros, para que el jefe venga y perdone los pecadillos de propios y ajenos.
Ratas. ¿Cuántas ratas habrá para cada gato? ¿Cuántas nos corresponden?
Y sin embargo, me digo: Nada, nunca nadie puede con la certeza de una idea.
Viene el muñeco y todos quieren estar en la foto. Viene a prevenir el laicismo imperante, a esta ciudad sitiada por el calor y la bronca de no tener trabajo. Viene a repartir hostias mientras cantan los buenos.
Oran para que el calor cese. Les entregan billetes de autobús gratis a los feligreses, mientras los desocupados, deben pagar el nuevo precio con ajuste y todo y sin chistar.
Apago todo. Reivindico la lentitud como una bien propio y miro la seca que rodea a los gatos madrileños. Que es mucha y que siempre afecta a los pobres, mientras otros iguales se mueren de hambre,  no muy lejos de aquí, de donde estoy apagando aparatitos, desconectándome de un mundo que busca, la última novedad mientras rezan, recorren el rosario esperando la simpatía del jefe de todos.

Martes 16 de agosto

Sigue sin moverse el calor. Babilonia es una fiesta. Creo que hay que recuperar el tiempo. La sensación de la mirada. La ternura del abrazo.
Leo.
Eric Hobsbawn escribe un libro fulminante.
Algo es cierto, por lo menos mis nietos no habrán de vivir este capitalismo. Se muere, explota y eso tiene su encanto. Ellos, mis nietos y millones de niños en el mundo entero, no habrán de vivir esta lacra. A ellos, les habrá de corresponder la felicidad de lo nuevo.
Se acaba amigos. Por eso rescato a ese alemán loco que vivía en Londres que describió otra posibilidad certera.
"Como cambiar el mundo" se llama el trabajito. Algo es cierto, después de tanta sangre, de tanto muerto, herido y expatriado se viene un desplazamiento de paradigma. Algo, por suerte ya no será lo que era. 
Los cambios vienen, cargaditos de preguntas y casi sin respuestas.
Se viene el estallido decían los del pijama en plena pizza con champagne. Y ahí estamos.
De a poco hemos redescubierto que el capitalismo no es la única respuesta, sino la pregunta.
Durante los últimos veinte años, compañeros, sus muchachos creyeron a fe ciega que la historia había terminado.
sin embargo, hoy, nada de esto es sostenible. El proyecto hace aguas por sus costados. Nada se sostiene y sin embargo, los teóricos del libre mercado siguen preconizando políticas de ajustes, de reducción. Siguen dándole palos a aquellos que quieren lo suyo. Siguen incrementando presupuestos en represión, comprando balas de goma, carros hidrantes y chalecos antibalas. Así, construyen el caminito a la nada.
Por eso y otras tanas cuestiones. Vuelvo a leer a Marx. Carlitos para los amigos y trato de volver a creer.
Pero no soy el único que ha vuelto a sus páginas. Ventas masivas en Berlín y París, hablan de la actualidad de un pensamiento.
Seguramente las vírgenes de toda virginidad, volverán a pensar en generales y comisarios.
Seguramente en la previsión de cirios y hogueras, algo se está moviendo de sitio. Algo que siempre estuvo en la razón de justicia.
Es que el capitalismo tardío sigue encadenando crisis tras crisis sin tener a nadie, mejor dicho sin tener otro modelo al cual echarle la culpa del desfasaje.
Ahora suena en mi equipito Alfredo Zitarrosa y la vida cambia de color y uno tiene ganas de volver al monte.
A esto le sigue "Milonga del tartamudo", y uno se pone cachondo pensando que se viene la polvareda. De aquellas sangres estos días en donde uno, yo, espero que la cosa cambie, para la felicidad de los niños que viven y los que vienen, abrazaditos y con los dientes apretados.
Los ricos, los ricos como siempre, que esperen las cenizas que vienen con hambre.
Mientras tanto y como para no desesperar, carlitos sigue estando ahí para que nosotros tomemos aliento y sin internet ni móviles apuremos el trago, que el viento huele a gloria y eso tiene su mérito.
Lo cierto y la alegría que me entibia, es que mis nietos, nietitos dulces, no habrán de vivir esta historia de dolores que hemos vivido hasta el momento.
Algo es algo, mientras tanto nosotros habremos de comernos tanto dolor y seguir fraguando risas y amores.
De eso se trata. Nada más ni nada menos.




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