En Zona

martes, 25 de octubre de 2011

Un luminoso día de justicia

En algún momento del domingo me detuve a pensar. A recordar momentos y sobre todo sensaciones que me cobijaron durante largos años. Acompañado por esos bailes de la historia, fuí a votar en una desangelada Madrid. En una otoñal tarde llena de fantasmas, de gestos no entendidos, de palabras no correspondidas.
Se, por razones que a veces solo conozco, que debía votar el domingo. Se que debo volver a explicar una idea política en un país, España, que no tiene demasiada idea sobre la política. Presumo que debo volver a intentar decir, que el puesto de lucha siempre está del lado del más pobre, del que menos tiene.
Pero suena impreciso, lejano y hasta un poco gilipollas.
Ser peronista es una especie de travesía permanente por un desierto siempre demasiado ancho y terrible. Es estar sujeto a traiciones, sabiendo que siempre las habrá. Que no es un todo y que ninguno piensa como ninguno a la hora de elegir los enemigos. Porque en el peronismo siempre se tiene enemigos no oponentes, algo que siempre suele ser nombrado en las diferentes y modélicas fuerzas políticas democráticas y al uso de los países civilizados. Y eso en el peronismo se sabe. Se aprende, se vive
Invariablemente cada vez que el peronismo fue desalojado del poder, se hizo con un alto costo en vidas, prisiones y exilios. Es que al peronismo se lo combate siempre a fuego y sin clemencia, porque al decir de un demócrata la clemencia es la leche de los tibios.
Digo.
El domingo se explica como el resultado de una política plena. De una política que convive con los argentinos desde hace mucho. Del juicio a los genocidas, de las políticas pensadas para los que no tienen ni políticas. De la solidaridad ejercida como un mandato. Surge de la confrontación entre los que desguazan el estado y aquellos que se presienten orgullosos herederos de los padres de la patria y el resto. Ese que casi nunca tiene voz ni amparo. Que no conocen la justicia pero que se reconocen en el color y sus hambreadas esperanzas con el resto de un continente que combate por el minimo respeto de ser lo que siempre han sido.
Esos desheredados que roban, que cortan las calles, que molestan y que encima pretenden ser iguales al resto de argentinos. Habitantes de esa especie de esperanza blanca que se llama la argentinidad.
¿No se explica? El reparto del PBI en partes iguales entre empresarios-corsarios y trabajadores. La asignación por hijo, la obligatoriedad de la educación, los planes sociales. El orgullo de un trabajo digno, de una jubilación también digna.
Faltan cosas. Quedan cuestiones. Pero a lo mejor, el domingo algunos votamos por una imagen inédita en un país también inédito. El anterior presidente, con que se inició todo esto, un buen día puso de pie la dignidad de muchos argentinos.
El como presidente democrático hizo descolgar el cuadro de un genocida. Llamó a un general y lo hizo subir a una silla para que bajase el cuadro en el centro de estudios de los mismos militares.
Gesto profundo y mal que les pese a muchos, defensor de la democracia, a la cual muchos defienden desde la comodidad y cuando conviene o cuando se sienten invadidos por esa terquedad que siempre suelen ser sus derechos. Los mismos que aplaudían a rabiar a los defensores de la patria, secuestrando, violando o asesinando o a aquellos otros, que siempre piden volver a los designios del banco mundial, a achicar el estado y el que no se escondió que se embrome.
Son, siempre suelen ser como aquellos tíos que se creen importantes. Que se escudan en su edad o grado de pertenencia para no entender que la historia pasa siempre por otro lado.
Tíos que suenan progres y a la hora de la espada dicen no saber nada. Personas que resaltan su importancia a fuerza de declamaciones por ser incapaces de involucrase con los distintos diferentes.
Digo.
El peronismo sigue siendo el hecho maldito. Apenas se soporta que una mujer les gane. Como no soportaron a aquella otra, que desde su puesto de lucha los estigmatizó. Los denunció y los humilló. Esta presidenta no es ella. No es Eva Perón. Pero es mujer y para esa parte de las nuevas minorías políticas argentina es apenas una mujer de mala vida, una mujer pública, una taimada, una meretriz en el imaginario machista de hombres y mujeres que soñaban antes del domingo con la derrota de ella y de su proyecto.
A lo mejor va siendo hora que nos gobiernen las putas, porque sus hijos hasta el momento han fracasado y traicionado a destajo.
El peronismo no se explica. No hay certezas en el, nunca las hubo. Solamente unas pocas coordenadas para hacer de la política la herramienta de la igualdad. El compartir unas señas de identidad, que reflejan partes de aquellas luchas y de estas nuevas que vendrán con el paso del tiempo. A lo mejor ser peronista no es nada, es solo una contradicción que se desenvuelve a cada circunstancia, que se torna parte de una parte importante de los habitantes de ese país.
A lo mejor los burgueses tienen razón en eso de fusilarnos, de hacernos desaparecer, de no querer que votemos ni que cantemos la marchita. A lo mejor los poderes de los países desarrollados nos ven como enemigos infrecuentes, incorregibles, que de tanto en tanto insistimos con esto de combatir junto con los mas pobres en contra de tanta palabra, de tanta traición, tanta cobardía y tanto tipito que se cree importante.
Una cosa es cierta para mí.
Después de muchos años de tratar de explicar, el domingo me cansé. El que quiera entender que entienda, el que no, que siga leyendo los mismos periódicos y siga yendo a misa.
Digo.
Se, siempre supe que clase de país quería dejarle a mis hijos. Era una especie de sueño. Hoy se que clase de país tendrán mis hijos en los próximos tiempos, quienes juntos a sus hijos tendrán algo para recordar. Para bien o para mal, ya nada será igual. Podrán reirse de la viudez de la presidenta, volver a escribir viva el cáncer o quemar fotos de ella. Lo cierto es que este proyecto, con el nombre que se quiera, incluye pro primera vez y no excluye como es frecuente en las escuelas políticas modernas.
Este proyecto desarrolla la solidaridad desafiando a los inteligentes de siempre. Apuesta por la dignidad de aquellos que nada tienen y preserva una forma de hacer política, como siempre debió ser.
El resto, para entendernos necesita de la falta de prejuicios y la amplitud de entendimiento, para descubrir qué es lo que nos pasa a nosotros, los argentinos, tan europeos y tan blanquitos que somos y tan llenos de peronistas.

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