En Zona

domingo, 20 de noviembre de 2011

Rebelados, resignados, ajustados

Domingo en Madrid. Elecciones con poca gente en las mesas electorales. El voto por aquí es una especie de anécdota delirante. Vota el que quiere. Si llueve no, hoy no puedo porque me voy al pueblo, no porque los niños quieren ir al cine, no porque prefiero quedarme en casa o ir al estadio a ver al Real o al Barça o al Rayo Vallecano, lo mismo da.
Domingo y gana la derecha. La derecha que viene a terminar lo comenzado hace años. A cerrar, a recortar y a disciplinar al gentío. Que del robo ya se encargan los propios.
Con lluvia y todo, tuve tiempo de leer la nota de Javier Marías en El País. En el, el autor no se explicaba como en la Argentina sobrevivía el peronismo, que contiene tanto a fachos como a izquierdas. Como Venezuela renegaba de su dictadura sin embargo era y es, por ahora, una de las más votadas en ese contienente.
Se extrañan los intelectuales españoles. Acaso el Partido Popular y el Psoe, no son  el ala derecha e izquierda del franquismo? O acaso en Psoe, siendo de izquierdas, como creen, no ajustó todo esto como un partido derechas? Es más, en demasiados momentos, cuando estos socialistas a la violeta, abjuraron del marxismo, allá por el '79, tomaron el discurso social de la Iglesia como propio y a salir por los caminos con la buena nueva.
Domingo, elecciones, lluvia y la derecha de nuevo a hacer lo suyo.
Se vienen tiempos duros. Cacareados y que causarán una profunda resignación en el español de a pie. Nada contiene en la derrota, pero muchas veces es mejor la derrota para descubrir nuevos caminos, nuevas pautas de lucha o recobrar por lo menos la memoria, algo que visto lo visto, no es poco.
España elige en medio de esta crisis demasiado amable para con ellos. Elige mas obispos fanáticos, mas negocios fraudulentos, elige no tener que elegir después. Elige el desmonte y la venta de lo que queda del pais.
Ahora que desde la casa real también hacen negocios, algo que viene a confirmar que los primeros promotores de la próxima república son los miembros de esta familia, de eso no caben dudas.
El capitalismo detesta al placer.
España de eso sabe mucho. Mientras el resto de las naciones conquistadoras y colonizadoras se embarcaban a marcha forzada en la expoliación de las nuevas tierras, para, sin saberlo con esas riquezas fundar el capitalismo, España se dedicó a la misma acción, pero con lo arrebatado en sus colonias a sus dueños reales, solo mantuvo a sus inservibles, sus fastos, sus reyes tontos, sus curas absurdos y una corte de parásitos. España a diferencia de Inglaterra u Holanda, no tuvo piratas ni bucaneros, solo dilapidó el oro y la plata que recolectaba en sus posesiones demasiado lejanas en el placer de ser nada pero con dinero. Nuevos ricos desde el inicio. Hedonismo puro que le dicen.
Hoy domingo votan en España. Votan por volver al redil. Votan que todo siga siendo sueño. Para volver a ser Europa a cualqueir precio. Que no les ocurra lo que en su momento ocurrió en sus ex colonias, ni que les ocurra lo que a los griegos o a los italianos...
Digo.
Los que ayer aplaudían frente al seguro televisor aquellas
imágenes de la plaza Tahir en El Cairo. La resistencia ciudadana, la oposición a una dictadura, hoy se asombran de la brutalidad de los supuestos demócratas que derrocaron al viejo general. Es decir, conviene comenzar a hablar de una vez por todas de la doble moral.
Dictadura es la de Fidel Castro, pero no la de Monti y Papademos, uno en Italia y el otro en Grecia, elegidos por la gracia divina del cuarto reich que gobierna europa. Gadafi era un asesino, pero Netanyahu no.
Esa doble moral, ese doble discurso prevalece, mientras la policía de El Cairo asesina ciudadanos que quieren que el partido militar deje de tener el control sobre sus vidas.
Pero ahora en la agenda, bastante desmejorada del capital, figuran Siria y luego Irán.
Es que la ofensiva de la globalización capitalista provoca una fuerte escisión en el ámbito de las identidades específicas, se refugia en una especie de regimen del no-acontecimiento que determina la muerte de la verdadera política.
De ahí a la plaza Tahir en El Cairo, dejados a sus fuerzas enfrentando a la policía, meses después de la euforia triunfal de Occidente, apabullado por el derrocamiento de un tiranuelo hecho a medida del mismo Occidente que lo utilizaba como gendarme fronterizo.
Hoy el capital tiene nuevos gendarmes, más jóvenes, educados en las entrañas del mismo poder. Ellos, mientras sirvan serán los que dominen a esas masas de malvados que deben expoliar y explotar sin ningún cargo de conciencia.
Lo que ayer era dignidad, hoy ni siquiera cubre una página en los periódicos más rancios. Las matanzas, los golpes, las torturas que ayer indignaban a los políticos europeos, hoy no se detienen en estos hechos, sino que sencillamene ya no están en la agenda.
Hay otras tormentas y otras hojarascas.
De fondo suena Avishai Cohen con su disco "Aurora". Música que destiñe al día, que lo convierte en algo mucho mas intenso que tanta barbarie reglamentada. Suena y el día se aleja un poco más de estos tiempos que no prometen nada bueno
Digo.
Ahora que el domingo acaba, que los fascistas cantan y gritan y agitan sus banderas, me refugio en un buen libro, que recomiendo, que regalo y que presto.
Julian Barnes, un inglés enamorado de Francia. Un escritor que para aquellos que lo descubrimos con aquella novela "El Loro de Flaubert" en su momento, lo seguimos. Algunas veces me desencontré con él, otras lo ignoré y otras lo reencontré.
En este caso, la crítica y los que saben maltrataron a este libro. Susurraban por lo bajo, que no era bueno, nada bueno.
Sin embargo, me lo prestó un amigo y en pocas horas di cuenta de el. No es una novela ni siquiera un ensayo. Es un escrito, una reflexión sobre el final posible, el único final que conocemos nosotros, los mortales de este sitio llamado mundo.
No me quedo, con el miedo a morir. Me quedo con el extenso paseo que hace Barnes sobre ese misterio, ese camino que nos produce a todos inquietud, ayudados por esa  bella mentira, esa tragedia con final feliz que es la religión cristiana.
Entonces de la mano de Barnes, nos vamos a un viaje, a un recorrido por la historia de una familia llamada Barnes, a un intercambio de ideas con su hermano y un homenaje a un escritor francés llamado Jules Renard.
No es una noevla ni siquiera son memorias amables. Es un viaje de pocas páginas por un universo que no se me antoja tan distante o diferente a mío. Tal vez porque la muerte sea solamente eso que tanto aterra al autor. La nada. Solamente nos queda la nada y el olvido posible.
Un libro extremadamente inteligente, con humor, con esa predilección a dibujarle una media sonrisa en el rostro del lector de turno. Un libro que dan ganas de no acabarlo nunca, de dejar que deseo sea solamente eso deseo puro.
Vale la pena a pesar del mundo que sigamos insistiendo en esto del placer. No es poco ya lo sabemos.

1 comentario:

  1. Iba a escribir esto mismito ahora, pero te adelantaste.Como Pierre Menard, autor del Quijote. Aunque no se me hubiese ocurrido describir tan bien lo de "eligen no tener que elegir" y "no tener que elegir". Eso es. Imposible decirlo mejor.
    Como españolito me entiendo en tus líneas.
    Gracias compañero.

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