En Zona

domingo, 30 de diciembre de 2012

Nosotros, los cachondos

Y si, se termina lo que se daba. Se acaba el año y uno se pone misterioso, casi suave y espera el que viene de la mejor manera posible, aunque ya no en la mejor forma posible.
Entonces, nos queda la música para tratar de iluminar algo y nada más.
Arranco.
Ultimo trabajo de este hijo de filipino y puertorriqueña, que bajo el nombre de Bruno Mars, sigue con su carrera a fuerza de talento y música contagiosa. Es un muy disco, de esas rarezas que hacen su aparición para estas fechas. Disco pensado por la multinacional para regalo de navidad o de reyes, que sin embargo deja escapar un poco de talento elaborado y pensando. Es. calro música pop y nada más. Nada de pretensiones ni de largas metas. el negocio exige estar atentos y saturar el mercado de cosas similares, para que el desprevenido no tenga siquiera tiempo para pensar. Pero acá se les escapó la tortuga, en el medio de esta catarata, aparece "Unorthodox Jukenox" y la cosa se pone interesante. Es buena la intención y es bueno el producto. Merece la pena. Tiene ritmo y si bien es un poco desparejo, resulta agradable prestarle atención a este último trabajo de Peter Gene Hernandez, tal su nombre. Este disco como el anterior, es una demostración de diferentes ritmos en los cuales Bruno Mars  encuentra cómodo. Buen disco para acompañar las horas primeras del nuevo año.
Para muchos exquisitos, este fue el peor disco de la cantante de Port Arthur. Para mí, no. "Kozmic Blues" sigue siendo el punto más alto de Janis Joplin. Un sitio en donde la mesura y mejores músicos a su disposición, crearon uno de los discos tremendos de los años setenta. Editado por accidente en la Argentina casi contemporánemente, me sorprendió un buen día. Desde entonces esta mujer está por decisión propia entre mis preferidos. Gritona y desbordada, Joplin es el simil  de Natasha Filippovna. Una era de carne y hueso y la otra es un invento de Dostoievski en El Idiota. Ambas sin embargo corren la misma suerte. Para algunos bastará volver a escucharla y para otros en cambio, deberán correr a la librería más cercana y conseguirse el libro del ruso. Después, solo después podrán estar de acuerdo o no conmigo, pero esto no es lo importante. Janis Joplin fue una estrella fugaz, loca y con una garganta llena de dolor, que cantó como nunca ninguna blanca se atrevió a hacerlo, ni antes ni después.
El disco arranca con "Try" y ahí se acaban las palabras, después vienen "Maybe" y la inmortal "To Love Somebody" que cantaban los Bee Gees en su momento. Queda entonces la piel erizada y todo se transtorna. Eso me ocurrió la primera vez una tarde en mi casa, cuando puse este disco, desde ese momento, como la liebre ante la luz, nunca pude quedarme indiferente a esta mujer. Cuarenta años más tarde sigue sonando como siempre la vieja Janis.
Disco sin nombre de Caetano Veloso, grabado en Londres en 1971 durante su exilio. Cantando totalmente n inglés, salvo el último tema, una canción tradicional del nordeste del Brasil llamada "Asa Branca". Disco exquisito, alejado de la tropicalía y fiel reflejo de los momentos por los que atravesaba el cantante. Entre las canciones más bellas que escribiera Caetano figuran algunas de este disco. "Londo, London", "María Bethânia" son solo algunas de las pistas de este señor que desde siempre pareciera, nos viene llevando de la mano por este camino de aprendizaje. Interpretado casi a media voz, con un acompañamiento simple y medido, este disco sin nombre se transformó con el paso del tiempo en una pieza de inocultable valor, ya que olvidado por largo tiempo, fue reeditado hace unos años y aquellos que no habían tenido la suerte de escucharlo en su momento pudieron hacerlo bastantes años más tarde y comprender un momento de un hombre pleno de talento, que un día decidió revolucionar la música de su país. Disco a tener siempre en cuenta a la hora de hacer memoria musical.
Hubo una vez, hace algunos años que tres músicos se juntaron a hacer música. Egberto Gismonti del Brasil, Charlie Haden de los Estados Unidos y Jan Garbarek de Noruega. Todos convocados por el alemán Manfred Eicher para grabar "Mágico". Era el año 1979.
Hace unas semanas, el mismo sello discográfico editó o publicó los sobrantes, las tomas desechadas, los restos de aquella grabación original. El resultado es este exquisito disco doble del jazz que solo se escucha en el sello ECM. Un disco notable que le otorga otra dimensión a aquel lejano disco de este trío. Un lujo escuchar estos restos, que gracias a la tenacidad de un productor, puede treinta y tres años después darle brillo nuevamente a estos tres monstruos de la música. Disco que parece nuevo, que suena a nuevo y que transmite esa fuerza que a finales de los años setenta deslumbró a unos pocos en este país
Un disco imprescindible entonces.
Y salto a la locura más rotunda. Steve Marriot al frente de Humble Pie, desgarra la noche a puro rock and roll, en vivo sobre el escenario del Fillmore. Alejado de los Small Faces, Marriot se junta con Peter Frampton y fundan este grupo salvaje. Disco del año 1971, doble y con largas versiones de temas ya grabados por ellos en discos anteriores, logra equiparar a esta banda con otras del estilo de Led Zeppelin o Deep Purple. Lo cierto es que estos ingleses lograron por un breve momento opacar a las dos grandes bandas de hard rock de esos tiempos. Pero la ilusión duró poco. Al tiempo de sacar a la venta este disco, Peter Frampton decidió que como era el lindo de la cuestión, había que hacerse solistas, sonreir en las fotos y que las madres anglosajonas, comenzaran a pensar en él, como el buen yerno que toda madre se merece.
Era música y por lo tanto, esas noche en el Fillmore vibró la tierra a fuerza de gargantas y guitarras, era el fin de la psicodelia y el comienzo de otros tiempos, un poco más feroces de lo previsto. Pero esa ya es otra historia.
Humble Pie, hizo hervirle a la sangre a más de uno. Ese viejo y frenético rock sonando a toda máquina en medio de un caos que se anunciaba y se esperaba desde años atrás. Ahí estaba ellos, diciendo que no necesitaban ningún doctor y que no importaba si se pasaban unos días en el hoyo de cualquier prisión, Solo era necesario un viejo y sudoroso rock and roll para seguir viviendo.
El regreso por decirlo de alguna forma de esta mítica banda de jazz de los años setenta y ochenta. Música que posee la fortaleza de seguir su s propias pautas. Si el rock es una piscina, el jazz es un océano y en este abundan las diferencias y los colores. Ralph Towner, Paul McCandless, Glen Moore y Mark Walker, que de alguna forma viene a ser el reemplazante natural de Colin Walcott quien murió en un accidente hace algunos años atrás. Oregon ha vuelto con sus mezclas de música folklorica y jazz. Su sonido característico aflora nuevamente en este "Family Tree" como punto de regreso de este cuarteto. Están más viejos, calvos, con anteojos. Sin embargo su sonido siendo casi el mismo. A lo mejor ahora están un poco menos herméticos y se prestan más al juego musical. Dejaron atrás lo difícil que tenían algunas de sus composiciones, diferentes caminos de busqueda que utilizaban los cuatro músicos originarios y que hoy, tres de ellos, más el nuevo integrante parecieran haber dejado de lado en pos de una música más centrada, menos audaz. Oregon suena como una especie de banda con la madurez y solvencia que suelen dar los años a algunos, no a todos. Buen disco, necesario e imperdible.
Digo.
La música es uno de los pocos reaseguros que tenemos a la hora de hacer memoria. Es, si lo pensamos bien, esa especie de banda de sonido personal y portatil que llevamos con nosotros a cuestas.
Solamente necesitaron cinco discos en su historia para figurar entre aquellos que en los años sesenta decidieron salir al mundo a hacer música. Creedence Clearwater Revival dejaron su marca en la historia de la música. Con "Willy and the Poor Boys", llegaron a la cima de su veta creativa. Allí, en ese disco está todo lo que podían dar en cuanto a música se refiere. Este trabajo los encuentra un poco menos salvajes y oscuros, los acerca un poco, nada más que un poco, a ese pop de finales de los sesenta. "Down on the Corner", "Cotton Fields", "Fortunate Son"o "The Midnigth Special", son esa especie de canciones que se quedan indelebles en el alma de aquellos que descubrieron que la música era algo más que mover patitas y caderitas. Era algo tan importante, que a mediados del siglo pasado decidió modificar la historia "oficial" de la música domesticada. Creedence era una banda de rock, que como una estrella fugaz iluminó el cielo y se apagó, en medio de tormentas, peleas, juicios y más peleas y más juicios hasta el día de hoy. John Fogerty sigue dando vueltas por el mundo, pero ya no es el mismo. El hermano Tom murió de sida y los otros dos, robando el nombre de la banda siguen haciendo las mismas canciones de hace más de cuarenta años. Patéticos y operados creen que son los mismos.
Me quedo con este disco como uno de los mejores de esta banda. Vale la pena darle una nueva ojeada y rememorar aquellos que todavía tengan algo entre ambas orejas.
De repente me acordé de este armenio llamado Arto Tunçboyaciyan y su Armenian Navy Band. Percusionista y músico hábil y arriesgado grabó con los mejores músicos de jazz de estos últimos tiempos. "Bzdik Zinvor" arranca con una de las mejores canciones instrumentales que haya escuchado en los últimos tiempos. Sin embargo Arto, sigue grabando, sigue buscando sonidos que vienen de su tierra originaria y se mezclan con otros sonidos hasta devolvernos la alegría a todo el resto de mortales que atinamos a cruzarnos en su camino. "Martoon Shishuh", "Malkhas Akhler" o "Oor eh Peliculan", son solo algunas de las pistas de este músico radicado en París y habitante de todo el mundo que entre su voz, sus instrumentos y sus músicas nos hace felices con el sonido que destila este trabajo, obligatorio en todas las escuelas para entender de que se trata esto de la mixtura, de la mezcla, de confundirnos unos con otros en un abrazo prolongado y caliente. Porque el mundo, por lo menos para mí debería ser eso, un gran escenario de transculturización permanente para dejarnos de joder de una vez y por todas con colores, dioses y lenguas, olores, hombres o mujeres.
Digo.
La música hace que nosotros los cachondos sigaos buscando excusas para acercarnos. Para ser felices mientras el cuerpo no disponga lo contrario. Que el dogma no es nada si nadie le presta atención. Que los hombres y mujeres, estamos para otras labores, más sencilla y menos formales.
Y antes de irme, rescato este disco del inglés Elton John, grabado en vivo. Piano, bajo y batería del por entonces rockero. Todavía faltaba mucho para que se hiciese la señora gorda y aburrida que es desde hace unos años este gran pianista y cantante.
En sus comienzos, desgranaba buenas canciones y de a poco fue construyendo un camino serie e importante. Bernie Taupin era su pareja y su letrista, juntos conformaron unos primeros cinco discos importantes y notables. Este es el tercero, pero no se cuenta como tal, ya que es un recital en la ciudad de Nueva york, con temas de otros discos. Pero hay que detenerse un poquito en este trabajo. Aquí hay excelencia, vigor y unas ganas locas de hacer temblar todo, entonces el disco suena a ese pequeña cuota de frenesí que siempre se tiene cuando se quiere parar el mundo y que todos sepan tu nombre. Aquí en esta ocasión hay pequeñas joyas musicales que nunca más volvió a grabar como el tema de los Rolling Stones: "Honky Tonk Women" o la notable y siempre estremecedora "Sixty Years On" o "Bad side of the Moon", son algunos de los momentos de este joven Elton aporreando el piano, sembrando de buena música en los comienzos de todo.
Disco para escuchar repetidas veces mientras se desvanece la maldición del año que se fue y llega el otro con su carga de alegrías.
Por eso para nosotros, los cachondos de siempre, nada mejor que la música para tratar de ser otros, de hacernos la vida un poco más llevadera. Porque de eso se trata, de dejar que la música nos permita pasarla un poco mejor y nada más. El resto es solo filosofía.
Feliz año nuevo!

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