En Zona

jueves, 28 de marzo de 2013

El año lanzallamas

A veces este Madrid enamora, desnuda y nos hace decir cosas, cuestiones y sueños, que solo por las aceras de esta ciudad parecieran circular.
El movimineto constante que no es tanto. Las voces en las horas puntas. el cielo cruzado de nubes rabiosas en esta semana que de santa tiene más bien poco. Casi nada. Armar las maletas y salir disparados como gatos golpeados hacia esa nada, que año a año se repite como una misa laica.
Entonces una de esas noches en donde el frío se desmorona hasta el año que viene o hasta el próximo frío hambriento que habrá de llegar, como todo. Es asi, que me detengo en esta avenida y respiro el Callao y la Gran Vía de siempre. No me despido, no me gustan las despedidas de ninguna índole.
Ese dar explicaciones para esperar las del otro. No. Prefiero los perros, el coloquio de perros con la luna y a tomar vientos.
Madrid es, tiene que ser, la mejor de las amantes que uno pueda encontrar en su camino. Un cerveza compartida, un cigarrillo encendido por otros labios. El silencio que se mueve como siempre se mueve el amor en las penumbras de cuartos y algunas escaleras.
Digo.
Tenemos papa y no me importa. Nunca me importaron los dueños elegidos por otros dueños de la nada. ¿Es argentino? que lástima. Debiera como buen argentino renunciar y rechazar la alabanza.
¿La humanidad se ha salvado? Si que lo digan los millones de hambrientos, los millones de niños que no habrán de sobrepasar la altura de algunas mesas. Que lo confirmen los miles de mujeres que mueren a diario en abortos clandestinos. Que lo afirmen aquellos que no pueden usar, forros, condones o preservativos para sobrevivir al SIDA. Que lo expliquen aquellos que se ufanan de estar en contra del matrimonio igualitario, mientras los padrecitos abusan de sus jovenes ovejas como si nada.
El papa no es nada. Un accidente que hace que algunos fantoches argentinos sean hoy o crean que son más y mejores que los ángeles, que se sabe no tienen sexo.
Pienso.
Esperaron con paciencia, largos años de negarlo y olvidarlo. Cuando por ley, ya se pueden editar sus libros sin pagar derechos de autor sobreviene la feria de vanidades.
Se llamaba Roberto Emilio Godofredo Arlt. La literatura argentina tiuene una de esas deudas eternas para con él. Era inventor, casi un analfabeto para los cortesanos de la buena literatura. Periodista y un tipo de una visión profunda.
Escribió teatro, cuentos, aguafuertes en los periódicos y novelas.
Vivio solamente cuarenta y dos años y dejó varias certezas. O mejor dicho dejó dos grandes novelas que son, a juicio mío, las dos mejores novelas argentinas del siglo pasado. "Los siete locos" una de ellas o la primera parte si se quiere, formula desde un mundo ajeno a la cultura argentina, la novela política de excepción.
 Si el siglo anterior, el XIX tuvo al "Facundo" de Sarmiento como ejemplo de esto, Con Arlt hijo de inmigrantes afincados en Buenos Aires, se completa el círculo. Con el libro de Sarmiento se diseccionaba esa civilización y esa barbarie que cruzaba el país.
Con Arlt en cambio, se le da la palabra a ese mundo que arrasado por las buenas y cauterizantes palabras de la civilización, había sido arrinconado.
Vuelven las putas a la literatura.
Ni prostitutas, ni rameras, ni furcias ni meretrices. Putas, escritas, con el cuerpo escrito que no leen ni son burguesas, sino mujeres de ese subsuelo a punto de sublevarse.
Vuelve el amor loco o se anuncia ese amor loco entre un hombre y una mujer. La mujer es esa parte de nosotros, los tipitos solos. Los que amamamos rabiosamente a una mujer sin saber si ella nos ama, el amor eterno e infernal, que nos marca. Aparecen las putas entre nosotros. Surge esa mujer perfecta en su supuesta imperfección y que la hace nuestra, única y total.
En la pluma incorrecta de este escritor, aparecen nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras primas, la vecina y la mujer del otro con derecho al deseo, al placer y a la inmortalidad magdalena que preanunciaban los textos supuestamente sagrados.
Tambien aquellos hombres solos, aquellos los mafiosos sentimentales y callados, hombres tristes de corazón lejano, hombres al fin derrotados por esa segunda ciudad subterránea que late y vibra sola en los confines de ninguna épica. Y ahí, están los científicos arrebatados y los astrólogos temerosos de ese todo que la gran ciudad guardaba entre sus pliegues y sus márgenes.
En la primera parte, bien se puede leer como una novela doble. La de endorsain y la del astrólogo. Se pueden leer como dos movimientos distintos de la literatura argentina.
En la segunda parte y enancado en un realismo contundente, se conoce la muerte de otra forma.
En ambas Roberto Arlt deja sus señas, sus huellas y se gana la desaprobación bastarda de los círculos "cultos" de las letras porteñas. Ninguneado, ignorado y maldecido, Arlt no recibió ningún reconocimiento de ningún sector. Tres décadas después de su muerte, comenzaron a leerse nuevamente sus obras y ha ser reconocidas por aquellos sectores de la izquierda que encontraron en el la palabra justa.
Leer hoy a Arlt es casi una obligación moral. La palabra pobre que decía desde otro lugar lo que nadie decía. El rufián triste y la cieguita. Los planes para un gobierno mundial y la sensación rayana con el dolor de estar lejos del mundo, al borde del agua, en el sur de todo.
Explotados y explotadores, sometidos a las mismas variables de despojo. La palabra como un cuerpo que describe.
Ahora pués, que no hay que pagarle un peso a nadie. Las editoriales vuelven a él. Parece un cuento de este hijo de alemanes y suizos, que cursó apenas hasta quinto grado de la primaria, porque debía trabajar para acercar comida al puchero inmigrante.
Cuando murió, en 1942, lo hizo en una pensión de mala muerte, con pulgas y chinches. Era un tipo grande de físico. subieron el cajón hasta la pieza, lo cerraron y no lo pudieron sacar por la puerta.
Debieron venir los bomberos y con una grúa, lo sacaron por la ventana de su piecita.
La foto que hay, muestra un cajón suspendido en el aire, bajo un cielo gris de mortaja.
Esto también es Roberto Arlt y toda su literatura, que las pirañas volverán a reeditar este año bien lanzallamas.
Cambio.
Me sigo sorprendiendo a cada paso. La vida me encanta porque me da esas cuestiones de descubrir a cada paso, rostros o palabras cercanas.
Camino Madrid, algo menos. Pero me asoma y se asoma ella. Entonces busco músicas y encuentro el último disco de Thon Yorke.
Y ahí suena, esa mezcla de sonidos que irrumpe y que se llama "Amok ( Atoms for the Peace Album)", que se diferencia de esa otra máquina que es Radiohead y que por ahora descansa hasta nuevo aviso.
Vale la pena detenerse en este trabajo. Es un paso más hacia ningún lugar como toda la cultura occidental de los últimos siglos. Pero es un paso más que asombra y emociona. Cuesta acostumbrarse al sonido, pero una vez pasado por esto, Amok es una buena lección de vanguardia. Palabrita esta que molesta a propios y extraños, por esos complejos de culpa que suelen acompañarnos. Yo sigo creyendo en las vanguardias, de cualquier tipo y decisión. Las vanguardias son buenas porque refrescan el cadáver de la cultura anquilosado.
Porque nos hace preguntarnos e interrogar al otro. Ese que siempre debemos enfrentar para saber quiénes en definitiva somos o queremos ser.
Bueno me voy silbando bajito. Maduro va a arrasar en Venezuela, Bachelet, la chilena hará lo suyo contra la derecha en su país y Chipre decidió imitarnos.
Ah! Ahora que todos hablan del papa, el cielo a donde van todos los toruradores y dictadores protegidos por la iglesia, tiene un nuevo ministro de economía, el mismo que fuera de la dictadura argentina, de misa diaria y comunión.
El infierno, por lo visto sigue siendo la mejor opción...
Muchachos que no decaiga!!!


1 comentario:

  1. AL final no pude comprar "Los siete locos". Una pena, o una alegría futura que recibiré en mayo. Te haré caso, como siempre.
    Un gusto de verte por aquí otra vez,
    un abrazo,
    Enrique.

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