En Zona

miércoles, 10 de abril de 2013

La palabra detenida





Escucho a Caetano Veloso en esta ventisca que insisten en llamar primavera en este territorio que se llama España. Arropado por bufandas y descubriendo con alegría a este tipo que a los setenta años, decidió darle un nuevo rumbo a su vida.
Acompañado por un trío eléctrico y producido por su hijo, Caetano redescubre sonidos que lo transparentan todavía más.
Y lo logra.
Asume riesgos, como desde los inicios y vuelve a hacernos coincidir con su mapa privado, nos vuelve a incitar a tratar de encontrarnos y tratar de encontrar ese vértice de los tiempos que nos tocan vivir.
Su música suena de fondo, es nuestra música que cabalga con nosotros.
Pero, también está su poesía. El trabajo se llama "Abraçaço", algo así como una necesidad de plasmar otras variantes a esto de vivir en un mundo cada vez más congestionado, más difícil y tanto más incierto.
Es cierto. Necesitamos músicas y palabras para sobrevivir en esta devaluación perpetua que significa vivir en estos temblores desesperanzadores y vertiginosos.
Y ahí está Veloso, como cuando la Tropicalía, o su exilio y sus discos, que fueron construyendo un panorama sonoro. De pronto, Caetano rescata canciones que escuchaba en su niñez, cuando el mundo era más grande y a lo mejor, más interesante. Entonces hace un disco en los noventa en donde recreaba canciones. boleros, tangos y esas músicas que formaron su gusto por la música.
Creo no equivocarme, pero debe haber sido el disco más vendido en su historia. Con "Fina Estampa" del año 1994, y su versión en vivo Caetano se arrimó a un continente nuevo.
Digo.
La música es una correa de transmisión perfecta. Es un síntoma de ese milagro que suena y suena, marcando nuestros recuerdos a fuego. Acotándolos al accidente de un sonido que nos hace rememorar, que nos detiene un segundo en un vistazo de nuestras vidas pasada y todavía no conjuradas.
Está ahí, nos pone esa banda de sonido a nuestras edades, segundos apenas de una vida.
Desde siempre, traté de comprender. Carezco del más absoluto de los llamados oídos musicales. Sin embargo, superando ese tropiezo con una disciplina, logré que me venciera la pereza, sin dejar de escuchar música tercamente para tratar de aprender.
Tanto querer matar al padre, al final terminé disfrutando la música a como diese lugar.
Digo.
Hace ya muchos años que me deslumbro con la poesía. Y con Paul Celan en particular. El mejor poeta del siglo veinte de habla alemana. Sobreviviente de un campo de exterminio nazi, se radicó en París y allí se suicidó arrojándose al Sena en 1970.
Hace mucho una mujer me regaló dos de sus libros, "Amapola y Memoria" y "De Umbral en Umbral", libros que había extraviado. Gracias a ella, volvieron a mi y recuperaron su lugar entre mis libros. Todavía los arrastro conmigo de mudanza en mudanza. De tanto en tanto vuelvo a releerlos y a descubrir la emoción perfecta por la palabra detenida, que se mueve dentro mío.
"Tiempo del corazón" es una recopilación de cartas entre dos personas que se aman, que los une la pasión por la poesía. Un diálogo íntimo, apasionado y desgarrador. También están los desencuentros y el silencio. Es un diálogo de un amor después de Auschwitz, de personas que quedaron en situación de soledad y alarma. Ella, Ingeborg Bachmann también era poeta, poco reconocida fuera de Alemania y Austria, sin embargo ella es otra de las grandes voces de la poesía.
Entre ambos, esta historia duró quince años. Intensos y desesperados.
Leer la correspondencia entre ambos, lleva ineludiblemente a leer los libros de poesía de Celan que irrumpieron en esos años.
Ahí está el silencio y las tormentas de Celan dibujando sobre el cielo de París ese momento de su vida que quedó de forma desgarradora en su obra. Taciturno, solitario, fue profesor de alemán en una ciudad, que lo recuperó después de muerto.
Pero ya se sabe con los franceses.
Pienso.
No hay nada más apartado del mundo que una persona leyendo un libro. Es una especie de recinto que lo aleja del exterior, que lo somete a la palabra y que configura esa distancia. Solitario. ¿Solitario? No creo. Aparte. Sujeto por la acción de leer. Un hombre detenido mientras lee.
La acción trastocada, el movimiento leve y la abstracción, someten al otro, a esa especie de inquitud por lo que ese otro está haciendo.
Rito y descubrimiento. Una persona leyendo a distancia del resto.
Ahora que han estrenado la versión pobre de "Anna Karenina" de Liev Tolstói, vuelvo a algo dicho en alguna oportunidad. Me reitero.
La novela es una novela sobre la lectura de novelas. Y el mal que esto siempre acarrea, por algo además de quemar personas, las sectas, suelen quemar libros.
Vuelvo a este libro. Leer la correspondencia de otros, siempre tiene algo de espionaje. Asomarse al secreto de otros, insume asomarse a un mundo privado, vivo y ajeno.
Pero, venciendo prejuicios absurdos, este libro es un documento inalterable sobre el amor después del fin de mundo.
Esto ha sido todo muchachos... por ahora

1 comentario:

  1. Yo también me reitero: Ana Karenina es la obra más aburrida de Tolstoy. Se agradecen nuevos puntos de vista para su potabilidad. Regresemos al Hadzhi Murat, Resurreción, El diablo, La muerte de Iván ïlich... a las grandes obras del maestro.
    Bueno, algo de gracia sí que tiene: hacer que te encariñes de la tal Ana para después arrojarla al tren... eso acerca a Tolstoy al banquillo del Atleti. Y dejar en su lugar a la sosa de Katy para desolación del planeta, también tiene su gracia.
    Cuídame Madrid!

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