En Zona

martes, 18 de febrero de 2014

Por los márgenes

Despacio, muy despacito se vino el agua al pueblo. Llegó como el amor casi, descalza y de a poco fue trepando por las riberas de este arroyo manso, que nos saluda todos los días. Es febrero se sabe y por aquí el agua viene confundida con nombres y fechas. 
Así, una noche el arroyo se desbordó. Algo para contarle a nietos y amigos. Algo común, que sirve para rememorar otras torrentadas y otros tiempos.
" No, la del '93 esa si que fue brava…" Soltaba la vecina de la otra cuadra. "Me va a decir a mí, la del 2033 fue la más grande…" deslizaba el vecino lleno de hijos y solidaridad de al lado. Al momento, un camión de defensa civil, pasó dejando bolsas de arena para frenar el agua, ladrillos para subir los muebles y todos, en esa socialización extraña que tenemos los hombres, éramos todos cargando bolsas para los vecinos, socorriendo a aquellos que el agua los visitaba dentro de sus casas y la noche, que siempre se nutre de esperas, casi nos miraba con cierta placidez.
Fumando, mirando el agua crecer se vino la madrugada orillera y de a poco, comenzamos a retirarnos a nuestras casas. A esperar que el agua lamiera de a poquito las pertenencias de unos y otros, al rezongo de la pava sobre el fuego, esperando.
Dejó de llover y seguimos esperando. Era, es una anécdota nada más. Algunos lo pasaron peor y otros, en cambio ni se enteraron. Como siempre suele ocurrir.
"Vecino, yo le aviso si sigue la crecida…" Me dijo entre el silencio áspero, mi vecino. "Siga usted con sus cosas que nosotros estamos acostumbrados y cualquier cosita le avisamos…" apuntó el hijo mayor, mientras vigilaba el agua casi de reojo.
Febrero viene cargado de perfumes, de rumores y de pájaros. La mala, nunca dura toda la vida, pienso ahora.
Digo.
Es tanta la producción subjetiva que nos rodea, que se hace difícil tomar distancia. Sólo en los márgenes se produce. Se construyen realidades alternativas, allí donde no llega el poder, por descuido. Surgen rabiosas pautas de creación. Los medios de comunicación, yacen sobre la premisa falsa de informar desde otro lado, intentando llenar nuestro vacío con sus puntos de vista, que nunca, suelen ser los correctos, por lo menos para nuestras vidas.
Entonces, nos meten en peleas, que no son nuestras. Producen esa subjetividad aplastante, que nos impide desarrollar esa conjetura que se nos formula ante el vacío más concreto y eficaz al que nos tienen acostumbrados.
Esta estandarización global de maneras de pensamientos, la profundización forzosa de la introspección y de narcisismo, nos dejan indiferentes ante la expulsión del sistema capitalista de millones de personas. Esa condena establecida por casi decreto. Es entonces cuando resulta casi obligatorio dirigir nuestra mirada a los márgenes, porque es allí en donde podemos producir subjetividades, nuestras propias subjetividades, como lo pensó en su momento el inteligente de Félix Guattari, alguien que habría que volver a leer como al descuido y al tranquito sobón.
En los bordes entonces, estamos. construyendo solidaridades y espacios comunes. Por eso, esos bordes, son espacios de resistencia, en donde se producen subjetividades diferentes. Distintas, pero más nuestras.
A lo mejor, comprendiendo un poco esto, buscando un poco eso, es que uno concluye en que siempre hay algo que no se puede entregar. Algo que no se entrega. Algo que nos hace fuertes a pesar de todos los intentos producidos, por los medios, por el poder y por los enemigos.
Pienso.
Quiero plantar un tilo para cobijarme con su sombra, cuando el sol. Quiero recomponer aquello que he roto. Pedir perdón a quien corresponda y vivir ya en paz. Dejarme llevar por el viento de estas llanuras interminables. Esquivar a la muerte todo lo que se pueda y cuando llegue, porque siempre llega, saber que me he estado preparando para ese momento toda mi vida.
Tener un perro o un gato que se llame "sueñero" y que sea manso y nada más. Saludar a mis vecinos por las mañanas y perderme en las miradas de las mujeres lindas, sabiendo que vuelvo, siempre.
Mi limonero está alto y dando limones llenos de sol. Es mi homenaje secreto a Miguel Hernández ¿Por qué? Porque solo yo lo se o lo intuyo y porque con Hernández siempre hemos querido.
Escuchar el susurro de los árboles por las noches, entender esa charla secreta que mantienen desde el comienzo de la historia. Cuidar mis manadas de grillos y abrazarme con aquellos que cobijo en mi corazón. Tomar mate por las mañanas y creer en los triunfos del amor. Despedir al sol cada día y mirar al cielo ancho y mío, que me corresponde por pasión.
Esperar que crezca mi jazmín paraguayo, comprender que ese mensaje que otorga el colibrí cada mañana, es la vigilancia que me hacen las almas buenas a mí. Oir el murmullo de la vida y negarme siempre a la siesta y a la sopa, como metas primeras y únicas.
Entonces.
Descubro a un cantante. Gregory Porter. Tarde lo descubro y sin embargo, aquí estoy hablando de las bondades de este señor. Ruedan las palabras por todo el espinel. Porter canta y se paralizan por un momento nuestras ganas. Las mías y con eso tengo bastante. Es sencillamente buena música cantada por un excelente cantante. Es raro. La primera vez, no cuadra la voz con la imagen de este señor. Después, uno se acostumbra y disfruta como un conejo en celo con tanto talento. "Liquid Spirit" se llama y es uno de esos hallazgos que siempre me seducen. Avanzar siempre, buscar y seguir. Descubrir con fiebre y seguir, no importa nada más. Música para entibiar el almita de aquellos que siguen por el camino, que apuestan a crecer solamente para cambiar todo aquello que siempre merece la pena ser cambiado. Gregory Porter es un cantante al que los rótulos lo denominan o lo ubican dentro del campo del jazz o del soul. Extravagancias de aquellos que siempre intentan confundirnos y nos insertan preocupaciones, que para nosotros, los que siempre estamos de a pie, no nos interesan demasiado.
La confusión, la hacen los otros. Nosotros, seguimos confiando en nuestras propias fuerzas. 
Esa tal vez sea la mejor poesía. Escuchar a Porter y de repente, deslumbrarnos y seguir estando con los buenos.
De eso se trata. De plantearnos el descubrimiento. De dejarnos llevar por ese movimiento suave que tiene mucho que ver con el amor.
Digo.
Vuelvo al borde. A ese sitio de donde sacamos conclusiones. Tenemos la memoria, ellos en cambio no tienen ni siquiera eso. Por eso somos los mejores. Los buenos de esta película clase B, que insisten en hacernos vivir. Así y todo, creamos otras subjetividades, nos volvemos moleculares, usamos otros sobrenombres mientras que los arrepentidos, siguen con sus cruces a cuestas.
La calle sigue siendo nuestra. Por más policías y curas, que nos metan, nosotros seguimos siendo los dueños y el miedo, no duerme con nosotros. Construimos  nuestras vidas y salimos a campo abierto a buscar perdidos y extraviados. Nos sentamos al borde de los fuegos y contamos historias, mientras el vino nos reemplaza la sangre que llevamos a cuestas.
Por eso, por más que insistan en convertir todo esto en un camposanto, sabemos que los días luminosos de justicia nos pertenecen desde mucho antes de ser.
Vuelvo.
Bajó el arroyo, se fue bailando una cumbia morena. Las aguas bajaron, tengo bolsas de arena en el fondo de casa. Los vecinos, preparan su milagro de todos los días. Se juntan las horas y el día termina.
Acaban de anunciar multas a los supermercados por adulterar los precios. Se enojan los que tienen, porque no quieren perder. Pero tienen que pagar, les llega de alguna manera su hora.
También se juzga ahora a los jueces de la dictadura, por cómplices, por traidores y por torturadores. Los civiles, aquellos que le prestaron su nombre y su fineza a los perros de la dictadura, también van a ir presos, a cárcel común. También deben pagar sus culpas y es justo que así sea.
Vivo, no en el mejor país del mundo. Apenas en un suburbio de este planeta, de esta bola de barro que gira todos los días y que los poetas llaman mundo. No, no vivo en ningún paraíso, pero por ahora nos da un respiro este paísito casi delirante y de veras.
Me voy, me voy agitando pañuelos y con un tema de Gilberto Gil, viejo homenaje a Bob Marley,  que en su versión siempre logra emocionarme.
Como siempre, me despido sin más y les digo: compañeros que no sea nada.

                                
                                                              

No hay comentarios:

Publicar un comentario