En Zona

domingo, 6 de enero de 2013

Un domingo de enero.

El calor, agobia y rodea todo en esta ciudad, cuasi tropical. Millones de personas abandonaron la ciudad para ir a secarse al sol en las playas, entre arenas e histerias. Uno mientras tanto, con ese humor que carateriza a los sentimentales, padece la anemia de una televisión mala, de programas decadentes, gritos y chismes que se dicen como si fuesen verdades reveladas.
Sin embargo, cuando salgo a las calles, me siguen guiando las paredes embellecidas por ese arte popular que me emocionan a cada paso. Brilla Crespo y su vecino Chacarita con estas demostraciones de amor, de color y de gracia. Por lo menos esta parte de la ciudad de manera secreta, va cobijando pequeñas muestras de talento ciudadano y rebelde. A pesar del aumento de los impuestos que la derecha siempre regala, estén bien o mal las cosas, la derecha lo hace por reflejo. Entonces aquellos que defienden el libre mercado, por unas semanas, se llamarán a silencio, mientras miran culitos y tetitas de las vecinas de las sombrillas vecinas en los mejores y exclusivos balnearios de este país irredento. Cuando vuelvan con sus tostados sonrientes a la ciudad, buscarán temas para fustigar al personal, mientras tratan de olvidar el robo perpretado desde la alcaldía de esta ciudad.
Por ahora, nada, el calor, el sol y los mosquitos trabajan a destajo.
Digo.
Sigo mi rengueante transcurrir. Sigo buscando motivos que me alegren la vista, que me alegren en esta ciudad inconclusa, en este paisaje alejado. Camino o hago como qué. Voy, reptando por la sombra de árboles memoriosos y sigo descubriendo rastros. Huellas que hablan de una forma de ser que de forma, de manera arisca sigue cruzando los límites, sin respetar siquiera decisiones que toman los de siempre para impedir que, ese amor se manifieste.
Cambian. Habrán de cambiar los paradigmas, pero para algunos, atemorizados y tontos, las cosas no podrán, no pueden cambiar. Mejor dicho no deben cambiar.
En nombre de esta supuesta tolerancia, por el momento no se animan a pintar las paredes de esta ciudad de blanco. A perseguir a los que pintan en las paredes mudas de esta ciudad, a veces demasiado callada.
Asi, mientras todos nos acostumbramos, mientras estos trazos forman parte de nuestra vida, un buen día, y sin darnos cuenta como con la muerte, alguien vendrá y pintará las paredes y nosotros, aceptaremos como, aceptamos todo en esta vida, suspiraremos y seguiremos adelante, callados y cabizbajos. Total. Total la vida sigue y estas cosas siempre ocurren a nuestro alrededor.
O no es cierto que aceptamos todo, con esa delicadeza que el miedo y el aburrimiento nos suele otorgar con las cuestiones centrales de nuestra vida.
Aceptamos compartir un sitio con un torturador, durante muchos años. Lo aceptamos. Aceptamos estar en el mismo espacio con traidores, durante muchos, demasiados años. Aceptamos que no haya justicia, durante muchos años. Aceptamos surcar el mismo espacio, con aquellos que decidieron sumergirnos en el infierno durante muchso, tal vez demasiados años.
Pienso.
Ahora que se están llevando a cabo los "megajuicios" contra los asesinos y los primeros civiles que se prestaron alegremente al fuego y las hogueras. La justicia, a veces, suele llegar.
Pero, no siempre todo es tan fácil como el deseo. A veces, los que apoyaron a esos asesinos, los que nunca apoyaron a esos asesinos, pero que hoy quieren echar un gobierno democrático a toda costa porque no les permite la posibilidad de la impunidad. Estos que piden mano dura contra una delincuencia que les produce miedo y un cierto espasmo de placer culposo, no piden otra cosa, que protección, ni justicia ni leyes que modifiquen este tipo de cositas.
En fin, que sueñan con derrocar, con sepultar al gobierno.
Mientras tanto, los jucios sigue su marcha. El ñato de la foto, fue el ministro de economía de la dictadura militar. Este también va a pagar sus culpas. Entonces, cuando todo parecía sensato, la derecha, esos abogados, contadores, asesores de la lumpenburguesía argentina, comienzan a hacer campañas en contra de los derechos humanos, que muchos dicen defender. Entonces inician sus campañas. Sumado a la inseguridad, ahora se suman
los derechos humanos y a estos, habrá de sumarse la supuesta independencia del poder judicial.
Poder judicial que siempre protegió a los poderosos, a los monopolios y a los dueños de la tierra de este país.
Entonces la irritación de la derecha, de los rurales que viven como zánganos lo que produce la naturaleza, sus empleados, políticos, militares, torturadores, empresarios que "quieren" a su país. Señoras copetudas que quieren veranear en punta del este, en mar del plata o en miami. Cornudos concuspicentes de sotanas y crucifijos.
Estos, junto con jueces que trabajan poco y cobran muy bien, junto con desarrapados de la política apocalíptica, con civiles que guardan dólares, muchos dólares en los colchones, junto con los monopolios que quieren estar por sobre la ley, habrán de iniciar en breve la guerrita en contra del gobierno, para que antes de las próximas elecciones parlamentarias, estos, el gobierno se vaya del poder.
Entonces.
Lo dicho, si quieren el poder tendrán que tomarlo y si no pueden tomarlo que formen una ONG y se dediquen a enseñar educación democrática en los barrios más pijos de Buenos Aires.
Porque y a pesar de estos que siguen creyendo que la ESMA, "el campo de concentración más grande del país" sigue funcionando como siempre, habría que advertirles, que el peronismo sigue siendo la única forma de gobierno que conoce este país desde 1946.
Esto quiere decir o bien se hacen todos peronistas y esperan su turno para el gobierno o bien, se dedican a otras cosas y se olvidan del gobierno.
Digo.
Vuelvo a escuchar un disco emblemático. Dos señores. Uno, Bill Evans al piano y otro, Tony Bennett con su voz. Entre ambos, crearon un disco excepcional en los años '70. Un disco que es preciso escuchar cada tanto y disfrutar, mientras la música une todo a su paso. Un trabajo que parece música de cámara, pergeñada por dos talentos del jazz. Uno, Evans inventó el jazz, el trío, a comienzos de los años sesenta. Piano, contrabajo y batería en una nueva dimensión gracias a él. El otro, Bennett, elogiado por Frank Sinatra como el mejor cantante de jazz de la historia, tiene sobre sus espaldas lo mejor de esta música desde los años sesenta hasta nuestros días. Con "The Tony Bennett, Bill Evans Album", ambos construyeron un disco perfecto. Un momento mágico asentando sobre la sobriedad de un piano y una voz, memorables.
A veces escuchar la respiración de esta música, nos permite abordar el talento de algunos talentos que hicieron de la música popular del siglo pasado, uno de los mejores argumentos creativos que haya tenido desde ese campo la música. El concepto entonces es el de tratar de entender esa búsqueda incesante emprendida por músicos de todos los orígenes para arribar a la excelencia de la creatividad plena y radical.
De eso se trata a veces todo este misterio de la música. Nada más ni nada menos.
Sigo.
La contradicción principal hoy, en la modernidad no es otra que la de: oligarquías y pueblos.
Dicho así, demuestra que nosotros, los seres humanos para pensar la realidad, debemos simplificar. Simplificarla para poder entenderla, para poder decirla. La realidad se simplifica para poder dar rienda suelta a nuestros disparates, acomodar nuestras intenciones a la historia y tonterías por el estilo.
Entonces mientras este domingo transcurre, me dejo llevar.
Recorro las siluetas de esta ciudad de perfil. Me asombro con tonterías que ni siquiera sorprenden a mis nietos. Pero soy feliz ¿soy feliz? No importa. La suma siempre sigue aunque se acabe el papel en donde anotar los debe y los haber. Se buscan llaves y todo indica, que cuando se encuentran las mismas, ya no tienen importancia. Se pierden cosas por el camino. Se abandonan amores y se encuentran otros, casi iguales aunque diferentes a los anteriores. Se sigue, entonces en este brillar en medio del fuego. Se traiciona siempre a uno mismo, no al resto. El resto es un paisaje y nada más. Nos morimos cada vez que nos largamos de este sitio, en medio del desasosiego que siempre producen los bares vacíos y los mozos aburridos.
Ya no fumamos y nos morimos por un cigarrillo, por un abrazo y una buena frase que acompañe el resto del camino.
Brilla Crespo, la Villa tiene sus paredes pintadas y me emociona. Camino lento, las toco y me sonríen las vecinas que antes, no me sonreían. Cosas del verano me digo, mientras preparo las valijas, las maletas de nuevo.
Porque me voy de nuevo y eso, a veces me hace vislumbrar otras formas de entender.
¿Simplifico? Siempre.
Me aburre el exceso de palabras. Me sofoca el hechizo de ese bucle declamatorio tan porteño que tenemos. Que tengo. Ese decir para no decir nada. Ese engaño a reglamento, que llevamos, nosotros los habitantes de este puerto colorido que queda en el fin del mundo, a no ser que el planisferio esté al revés. Ahí la cuestión debería cambiar. Creo.
Digo.
Hasta marzo no pasará nada. A pesar de ser febrero el mes de vacaciones de los psicoanalistas, psicólogos y terapeutas varios. Un mes típicamente porteño de descontrol, angustias varias y desenfrenos programados. Cuando esto pase, volverá la derecha de sus merecidas vacaciones a reclamar por más trabajao, mayor seguridad, dólares baratos y libertdad.
Eso si, lo harán sonrientes y bien tostaditos como es regla.
El resto. Nosotros, cabezas y renegados, seguiremos milagreando como podamos, hasta el final. Como debe ser.
Un saludo a tutti...

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