En Zona

domingo, 20 de junio de 2010

Saramago y las palabras


Y como siempre suele ocurrir, se terminó por morir un tipo flaco, alto, algo encorvado, que escribía, que solía escribir muy bien y que, además era un hombre solidario, que buscaba ayudar a aquellos, nuestros iguales, que padecían en el mundo entero.
Quien quiera solamente quedarse en el margen de su literatura, ahí tiene sus libros. Son buenos, notables, impresionan y dan perfectas lecciones de eso que academicamente se llama literatura. Además está su premio nobel. Por si sirve de algo.
"El Año de la Muerte de Ricardo Reis", fue el primer libro que leí de José Saramago. Es tal vez el único que libro que conservo a pesar de las mudanzas, los cambios de barrios, de países y de ciudades que he hecho. El camino por una Lisboa añeja, vista por los ojos de este heterónimo de Fernando Pessoa, el más grande de los poetas portugueses de siempre. Pero Saramago, va más allá, recorre de forma diestra las vidas de este otro hombre y nos conmueve. Me conmueve cada vez que lo releo.
Recuerdo el discurso de aceptación del Nobel, allí este hombre alto, flaco, encorvado narró como su abuelo, un analfabeto, como toda su familia, cuando supo que se iba a morir, abrazó a cada uno de los árboles de su casa, para despedirse con amor, de aquellos que habían sido testigos de su vida. Con serenidad, se despidió de las cosas que lo rodeaban, ejerciendo ese derecho íntimo de alejarse bien de esta vida.
Hoy el Vaticano, esa jefatura de policía medieval que rige como debe ser el amor inventado por ellos, acaba de publicar una extensa y furiosa crítica para con este hombre. Seguramente los dueños del paraíso, con este insulto a un cadáver, que ya no es Saramago, volvieron a demostrar que lo suyo, es el abuso de menores y la bendición de dictadores y torturadores en nombre de un Dios, aparentemente insatisfecho con las obras de los hombres en su territorio.
"Memorial del Convento" y "El Evangelio Según Jesucristo", fueron los dos pilares, que destaparon las iras de cardenales, obispos y papas, quiens hablaron con el altísimo para que Saramago vaya al infierno, sin saber los prelados, que el infierno es éste en donde vivimos alegremente, entre guerras, asesinatos, dictaduras, falta de comida, ajustes patronales, desiertos interminables y todas esas cosas, que de tanto en tanto suelen, estos señores bendecir como la obra de dios en la tierra.
Con un talento notable, Saramago reinventó la historia, basada siempre en hechos reales. Se mezcló por momentos, con la mejor literatura de ese otro continente conquistado a fuerza de cruces y arcabuces. Algo que llamaron "realismo mágico". Ahí, en esos tres títulos por ejemplo, figura la inagotable capacidad de José Saramago para inventar historias, que durante años acompañó vidas y milagros, de nosotros.
Pero Saramago no se refugió en una isla para alejarse del mundo. Estuvo en cada sitio de este mundo que requirió de su presencia. Estuvo con los que no tienen voz a cada paso, que ellos daban. Participó en cada acto de justicia que requiriera de él. Habló por los que no pueden hacerlo, denunció a aquellos, que el poder nunca denuncia. Señaló junto con millones a esos otros que provocan el dolor de tantos otros que carecen hasta de nombre y apellido.
Saramago fue un intelectual al servicio de una sola causa: la justicia y allí, también produjo abundante material, que sirvió para no claudicar, para no desfallecer en este recorrido, que hacen los que tienen memoria, los que persisten, los que, como decía Bertold Brecht, luchan toda la vida.
Se murió ese hombre siempre viejo, flaco, alto, encorvado que nos regaló quizá las mejores historias de la segunda mitad del siglo XX y que a su manera, nos hizo persistir en la idea de hacer posibles el mejor de los mundos posibles, a pesar de policías, ejecutivos, políticos, curas y toda esa caterva de tíos que siempre e invariablemente estarán en la vereda opuesta.
Salgo disparando a reencontrarme con algunos títulos de este escritor portugués, para volver a recorrer de su mano lo fantástico y humano, que hubo en su literatura.
Estaremos un poco más huérfanos, pero y eso lo sabemos, pero alguien estará ya preparado para reemplazarlo en este combate de ideas y palabras, que habrán de nutrir nuestro corazón rebelde y empecinado.
Hasta luego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario