En Zona

jueves, 5 de mayo de 2011

Ese vértigo horizontal




Viajo por la extensión de un mar inacabable de tierra, pastos y silencios. Viajo de noche espantando fantasmas, invocando nombres. Viajo y me viajan por estas inmensidades distintos momentos, la carretera es una recta sin fin. Un sin fin.
Las luces de los faros incendian árboles al costado del camino.
Son espectros que estaban antes del tiempo. El horizonte es una delgada línea que canta y baila al costado, a los costados.
Un barco seco, en un mar también seco.
Eso somos los que atravesamos este delirio llamado paisaje. Eterno como lo es casi todo en estos parajes. Los viajeros silenciosos contemplan el paso de los naranjas, el degüello de la tarde, como si este rito no fuese anterior a nosotros, los viajeros detenidos en un viaje que se hace broma.
Una liebre cruza y se pierde. Algunos miran por la ventanilla, otros hablan, algunos simulan un sueño. Y esa casi eternidad llamada llanura, nos obliga. Como siempre. A pensarnos en nuestros miedos, nuestros espejos particulares.
Digo.
Debemos comenzar a organizar la ternura. Esa es la tarea. Recuperarla, volver a ella. No perderla en estos tiempos de rabias y luces encendidas. Disfrutar de la tensi{on que se respira en el aire. Darle vuelta a este estado de coma y salir.
Organizar la ternura a cualquier precio ese es el lento baile que hoy se baila en este país.
Volver a hablar de Patria, aunque sea mujer la patria. Femenizar el objeto. Llevar adelante recortes de una realidad que ningún medio refleja y que sin embargo está ahí.
No perder la ternura como decía aquél argentino que exportamos un día y que los enemigos hicieron remera y que sin embargo sigue vigente, vivo, asombrado quizás pero vivo en este territorio.
Marcar el paisaje como animales en celo. Arrebatarles las banderas a aquellos que no son sus dueños originarios. Volver a plantear el bien general, no como un ardid, sino como una meta que se puede cumplir.
Pensar la política como una confrontación y no como una negociación perpetua. Luchar y hacer vivir la esperanza, que también es mujer.
Repartir entre aquellos que nunca nada recibieron. Convertir el ello, en nosotros. Entrenar esa ternura que tenemos para que sea de todos.
Darle al César, la cruz o la espada y que sepa que ya nada va a ser igual.
Llamarlos, como lo hizo aquella mujer que se consumió un día, antipatria. Definir el futuro y acordonar la tristeza. Prometernos un cielo de banderas y a lo mejor, nuestros niños tienen la suerte de un paisito edificado en la ternura.
Se respira en este país. La risa es franca y de a poquito, muy de a poquito esa risa será alegría la de los días por venir.
Digo.
Un premio nóbel de la paz no puede asesinar y después arrojar al mar al enemigo. Lo pueden hacer y de hecho lo hicieron en su momento muchos con muchos de nosotros y de tantos otros nosotros.
De hecho lo hace. Y festejan.
Pero entre la infinidad de muertitos que pueblan buena parte de aquellos países que con armas de destrucción masiva, base de terroristas y otros delirios fueron objetivos militares, siguen esperando.
Una explicación. ¿Puede un nóbel de la paz, felicitarse por un asesinato? Pueden felicitarlo los gobernantes presuntamente demócratas de las democracias didácticas de Europa ¿Pueden?
De hecho lo hacen.
Siguen drogando al toro y se olvidan del hombre de a pie.
A lo mejor, ahora que se murió el perro, se van de aquellos países y devuelven el petróleo y las obras del museo de antigüedades de Bagdad, que lucen en las oficinas de afamados ladrones de riquezas en Nueva York, por ejemplo.
El casi medio millón de asesinados en esta guerra, esperan justicia o por lo menos una lluvia en sus tumbas para que florezcan flores nuevas.
¿Será?
Digo.
El paisaje muta a cada metro y sin embargo sigue siendo el mismo. El verdor es el color de un mar quieto, pero que se mueve con las ondas de un viento que es dueño y señor.
Después de este vértigo horizontal, sabemos, está el resto del mundo. Con sus historias, con sus cambios y modificaciones.
Sin embargo ahora que el precio de los alimentos sube y sube en el mundo desarrollado, algunos advierten que la capa de ozono, el deterioro de la capa de ozono es por culpa de las vacas.
Bichos estos, que comen para ser comidos. Los gases ahora son de las vaquitas, que ya se sabe, siempre son ajenas no así las penas, que siempre, invariablemente siempre son nuestras.
Pero por el momento, por aquí estamos muy bien.
Por algo será.
El viaje siempre es eterno y uno sigue viajando por la Patria sentimental y casi, casi merecidamente.
Por algo será

No hay comentarios:

Publicar un comentario