En Zona

jueves, 16 de junio de 2011

Día de recuerdos

 Debe hacer por lo menos, muchos pero muchos años que descubrí este disco. Fue de casualidad, como siempre ocurren los amores eternos. Lo recibí de regalo y no me gustó nada. Tenía 15, 16 años. No me gustó el sonido, venía deslumbrado con otros sonidos, con otras cadencias, otros dichos.
No lo entendí. Me pareció demasiado intelectual, demasiado frío, distante a las urgencias que por aquellos comenzaban a picarme, a picarle a la gente.
Lo escuché un par de veces y lo dejé. John Coltrane no era la revolución ni la respuesta a nada para mí por ese entonces. Era una complicación demasiado elaborada para mí.
Hoy.
Se que la persona que me lo regaló en ese momento, sabía. Sabía demasiado sobre los remedios necesarios para curar el alma, para cicatrizar ciertas heridas y calmar ciertos vientos que soplaban desde los cuatro puntos cardinales de esa vida que por entonces, nos retrataba a muchos.
Ahora que lo pienso.
Coltrane estuvo siempre ahí a mano. Cuando vino la quema de libros, de revistas y discos, este se salvó. Quedó junto a otros, intacto. El infierno estaba vacío por ese entonces, los demonios estaban de caza sobre la tierra.
Cuando volvió la calma con el reinado de los de siempre, lo reencontré y evalué con su música lo que había pasado. No, no fue fácil descubrir mi cortedad, mi necedad, mi negación. Hoy lo entiendo.
Ahora.
Que lo vuelvo a recorrer, descubro el talento, me descubro anticipando las furias de este señor que buscaba, allá por el 59 una pista. Descubro el sonido y me rindo. Me entrego a la ceremonia del deslumbramiento, casi, casi como un cumpleaños feliz por un regalo, que solo algunos siempre se merecen.
Sin embargo hoy lo recomiendo a todos en todo momento. Ese sonido de Coltrane marcó a muchos a pesar de los cuentos tristes que hemos y a veces seguimos viviendo.
Pasaron sin embargo los años.
Hoy es 16 de junio. Dublin vive su fiesta particular con el día de James Joyce, el recorrido por Dublin de su Ulises.
 A lo mejor este libro sigue viviendo porque las entrañas del viaje siguen estando frescas. Siguen siendo las pistas que el escritor quiso dejar, para que otros, las sigan. Entonando canciones y recordando, emborrachándose.
Hoy es el "Bloomsday". El recorrido de Leopoldo Bloom, el de Stephen Dedalus, la torre de Martello y la increíble Molly y su monólogo.
Un libro, tal vez la mejor novela del siglo pasado en lengua inglesa de siempre. Un libro, que rescata a otro y que se compara con ese otro libro.
Un libro que descorrió el velo sobre el aburrimiento que planteaban por aquellos años, ese aburrimiento y esa frivolidad que imperaba entre aquellos, que buscaban algún tipo de respuesta.
Pienso.
Pocas veces en la vida, uno debe enfrentar el complicado placer de la lectura de forma tan ardua. Pocas veces, en un recorrido de pocos días, uno debe prevalecer por la lentitud de una historia.
Es que el recorrido de Ulises, es eterno. Ese viaje es el nuestro. Ese amor es solamente el nuestro.
A veces no correspondido, otras no declarado y otras endiablado y complicado como pocos. Sin embargo sigue siendo amor.
Hoy en Irlanda tienen entonces una avalancha de personas, de turistas disfrazados que recorren uno a uno, los puntos en donde se desenvuelve la trama. Un pinta de cerveza negra, el verde y una ciudad que se rinde al talento de uno de sus habitantes.
Tal vez Irlanda no tenga nada de que sentirse orgullosa, salvo la sensiblidad y coraje  de sus escritores y poetas. Entre ellos, Joyce, que eligió, como siempre ocurre, otro país, otro paisaje para vivir en paz.
Hoy, es 16 de junio.
Vuelvo a una ciudad abierta. Vuelvo a un sitio en donde sin mediar aviso, en ese mediodía de otoño, los aviones dejaron caer sus bombas sobre inocentes.
A veces, recordar esto es casi un examen de conciencia.
La Plaza de Mayo, atestada de personas fue bombardeada para salvar la patria. Los libertadores hicieron su trabajo. Después huyeron a un país vecino y "hermano" a pedir asilo y allí protegieron a los asesinos. A lo mejor la venganza de este acto, no sea otra que la de haberlos colonizados con aluviones de clase mediay convertir a ese país "hermano" en una gran fiesta perpetua y desmesurada. A lo mejor se lo tienen merecido.
Los adalides de la libertad de prensa, nada dijeron sobre ese asesinato masivo. Es más, apoyaron y sufragaron ese delirio.

Nunca se supo sobre la cantidad de muertos. Nunca nadie fue juzgado por este crimen. Los defensores de esta hazaña solían cantar la marsellesa en Plaza Francia, escribir en las paredes "Viva el cáncer" mientras la "yegua" de Eva Perón se moría de cáncer. Por su parte la iglesia como siempre, bendijo los aviones antes del despegue.
A veces, para poder explicar lo ocurrido en los años '70, habría que detenerse en aquel '55, otoñal y desangelado.
A lo mejor.
Habría que preguntarse en qué radica el mal del peronismo, que siempre hicieron falta bombas, tiros y picanas para desalojarlo del poder.
Digo.
Una cosa es cierta. Mientras por Madrid deambula el hijito de Raúl Alfonsín, buscando complicidades de las multinacionales para hacerse con el gobierno en el próximo octubre, desliza que el país está aislado, que ese país rico y generoso, debe olvidar y volver a ser bueno y dejarse de populismos que a nada llevan.
Este Alfonsín, que mientras era lo que siempre es, un oscuro hijo y diputado provincial, solía seducir a las muchachas del parlamento con la invitación al cine.
Eso si, el cine quedaba en Santiago de Chile. Y allí iban, ambos a pasar una jornada inocente en un avión sufragado, que duda cabe por todo el resto.
Siempre es lo mismo, con los defensores de la libertad y la democracia. Estos siempre suelen pedir el derecho de pernada, porque como salvadores de la patria se lo merecen.
Digo.
Aquel 16 de junio también existió. También tuvo su cuota de dolor ya que de alguna forma, preanunció lo que ocurrió después en ese país lejano.
Los dueños de la tierra, son los dueños del país, haciendas y hembras. El resto, solo "negritos" que llegan a robarle cosas y enseres a los zánganos de siempre.
Después con los cultos vendrían los fusilamientos, el plan Conintes, los cursillistas en el gobierno, Trelew y la desaparición de treinta mil personas.
Es que, como decían, en ese país todos son peronistas y es que algunos no lo saben todavía. Por ese motivo, uno siempre, yo, se pregunta. ¿Si lo son todos, por qué hay gorilas y antiperonistas?
Entonces, de aquel 16 de junio de 1955 mejor ni acordarse, no sea cosa que a La Nación o a Clarín le vengan ideas de venganza y cosas por el estilo ahora que tienen una nueva "tiranía" a la cual combatir.
Así, en este día de recuerdos, me descubro rescatando del viejo cajón que llevo a cuestas cuestiones que me hicieron a mí, que me construyeron de una forma, de una manera inopinada y que tengo prendidas en mí, como abrojitos, pequeños rastros de algo, que algún día, concluirán conmigo como debe ser.
Mientras tanto, a veces, la sonrisa me asalta el rostro y disfrutó de las cosas pequeñas, esas que en algún momento, me entibian el alma.

1 comentario:

  1. Maravillosa síntesis de un periplo por el pensamiento en un 16 de Junio....por la música...las letras...la historia y todo lo que conforma nuestros amores...un Ulises peronista!!!

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