En Zona

viernes, 17 de febrero de 2012

Rata

Hay cosas, cuestiones que nunca cesan, que parecen detenidas, en espera. Que nos siguen marcando la piel a trazos gruesos, curados a sal y soles. A veces este juego de la memoria es ladino, confunde, opaca y nos hace viejos de toda vejez. Otras en cambio, hace una gambeta, disimula, marea y nos deja desnudos de palabras.
Los nombres acumulados, las lecciones aprendidas, los gestos que no han naufragado a pesar de los años transcurridos, los amores arrebatados y arrebatadores que nos cobijaron con una manta tejida por manos y manos de memoriosos y de memorias radiantes.
Todo eso sigue estando ahí, cerca del costado izquierdo que portamos. Todo, absolutamento todo, es como un viejo y descolorido álbum de fotos sigue marcando la pauta de nuestra conducta. Sigue indicándonos sin lugar a dudas la presencia de una moral, de un camino.
Nos hemos ido haciendo viejos. Nos pasó la vida. Vinieron hijos y nietos a curar algunas heridas, se fueron amores desmedidos y llegaron nuevos amigos. Llegó el viejo y nuevo sentimiento a la vez, de volver a creer, no ya en los cielos por asalto, sino en la madurez de una plantita cuidada contra el frío y el bicherío de siempre.
En el tomar mate sostenidos por la charla, en el abrazar con el corazón pegado al del otro. A escuchar el látido de las noches, mientras la memoria se despereza y nos hace compañía en esas noches largas que a veces nos invita a bailar al compás de las mejores danzas ejecutadas al pie de las lluvias.
Digo.
Los nombres, los datos, las contraseñas. La risa salvaje y joven. El perfil a contraluz. La palabra dicha, la palabra dada. La puntería. La rabia y los descubrimientos. Los sueños y su mochila de realidad. La musica que rodeaba todo. Las calles caminadas en un murmullo. El amor a destiempo. El trabajo y todos sus días. Las lecturas compartidas , las lecturas a solas. Las bufandas y los ponchos colorados con la cinta de duelo por la muerte de un caudillo en el norte de un país tan eterno como el fuego. Las movilizaciones y las conversaciones a la madrugada. La espera a la salida del colegio o de la facultad o de la fábrica para que ella solo te mirase una vez. Los viajes en medio del frío hacia ningún lugar y los regresos siempre de lugares sin nombres. El miedo y el coraje enmarañados. La secreta terquedad de ser mejores en un mundo en vías de mejorar.
Asi pasaron los años, después del fuego vinieron las cenizas, las despedidas y como decía Walsh el luminoso día de la justicia se llevó a cabo. Hubo, después de muchas traiciones emblemáticas y amables, justicia. Decían por allí que pagarán su culpa y comenzaron a pagar. Sin embargo.
Sin embargo había ratas. Muchas ratas. Ratas
De forma sorpresiva, en estos días leo en un periódico, en Página 12, que una revista española acaba de publicar un reportaje hecho a Videla.
Rata.
Esta preso por crímenes de lesa humanidad. Condenado a dos cadenas perpetuas. Degradado y expulsado de la sociedad armada que en su momento se llamó ejérctio argentino. Ignorado por los empresarios y por los curitas abusadores, abandonado por los campesiones en autos importados de la sociedad rural, excomulgado por los portadores de apellidos de prosapia, ahí está.
Ratas.
Los medios de comunicación que se proponen una mirada ascéptica sobre la realidad. Periodistas que dicen defender la libertad de prensa, pero ejercen la libertad de empresa y de paso todo derecho de  pernada. Comulgan en el mismo saco.
Rata.
Que mandaba una jauría de perros que decían defender la patria. Ahora que vuelve a tener voz gracias a las miserias periodísticas de siempre, repite la misma mortal encíclica. Defendieron la patria y a la familia. Premiaron la violación y la sustracción de menores. Condecoró la picana y cantaron con orgullo los logros del exterminio. Ah! y defendieron con su propia sangre la propiedad privada, toda la propiedad privada que se extendiera a mu mirada.
Digo.
Los españoles acaban de juzgar a un juez, que quiso entre otras cuestiones elementales, saber qué ocurrió con las casi cien mil desaparecidos españoles durante décadas de infamia fascista. El mismo que encarceló a Pinochet y que después liberaron los inventores de la democracia occidental. El mismo que cursó la orden de extradicción al marino Cavallo desde México y después, una vez en España, lo entregó a la justicia argentina para que pague sus culpas. El mismo que condenó a más de mil años a ese otro valiente marino argentino que pilotaba aviones mientras lanzaban al mar a gente dormida y maniatada.
Ratas.
Las casualidades no existen. Nosotros somos los sudacas. Sudacas que ejerciendo el derecho a la memoria, encarcelamos a torturadores, asesinos y saqueadores. Con un juicio justo, con abogados defensores, con todas aquellas pequeñas cosas, que ellos en su momento histórico no le brindaron a sus enemigos. No hay casualidades. Ahora por ejemplo, que el gobierno le reclama a Repsol ciertas cuestiones, una revista española publica este audaz reportaje. No, las casualidades no existen. Mientras en España echan a la calle a un juez decidido, los patrones ibéricos luchan por suprimir el derecho de huelga. No, las casualidades no existen. Los falangistas españoles están en el gobierno y se nota.
Allá, en ese país imposible que llevamos encima como un tatuaje, una política argentina pide por la libertad de estos mártires de la república.
Rata.
Todavía resuenan las palabras de este tipo cuando explicaba que los desaparecidos no estaban. Así este defensor de la integridad de la patria quería clausurar una idea. Dar por finalizada la conversación con periodistas adictos de aquella época. Hoy otro periodista le pregunta y aprovecha para darle entidad. Así mientras Repsol engaña y tergiversa sus ganancias, aprovechan para volver a poner a esta rata otra vez en un medio que habrá de repercutir y de hecho lo hace en la flemática y democrática prensa argentina. Para alegría y beneplácito de tipos tales como Lilita Carrió, Eduardo Duhalde, la dueña de Clarín y los personeros del régimen de La Nación. No, no es casualidad.
Ratas.
De uno u otro lado del oceáno. De una u otra manera los esquiroles de siempre se preparan para el festín de libertades y derechos. Los fascistas abogan por el fin de la política, dicen, murmuran que toda política es mala, sucia, por eso escriben en sus muritos sociales los idotas de siempre, que ellos ya no son ni de derechas ni de izquierdas. Por qué pensar en política? Si la política es un juego de toma y daca que se hace sobre millones de huesos para seguir manteniendo los privilegios de los privilegiados que gobiernan desde esa misma polítca que ellos quieren para si, ignorando al resto. Los empresarios ríen, algunos abiertamente y otros en la trastienda, saben que ahora es el tiempo de ellos. Tendrán que preparar sus bayonetas y sus nuevas medidas correctivas aunque por el momento y para enojo de estas ratas sedientas Grecia es una especie de estorbo, un mal ejemplo mientras que para nosotros es una lucecita rebelde que brilla rabiosa y con orgullo.
Rata.
Videla ha vuelto a figurar en la agenda de los que necesitan torturadores para el trabajo futuro. No será él, pero habrá otros. Para aquellos que quieren que todo vuelva a ser como fue antes. Los que esperan que el mundo desarrollado dé la espalda a estos sudacas irredentos, que siempre seremos nosotros, para volver al buen camino del cual nunca debimos alejarnos como ahora.
Ellos. Ratas.
Hablan de derechos humanos, pero son solamente aquellos derechos suyos. Dicen lo de siempre, mientras piensan en la rata con dos cadenas perpetuas. Hablan de república y de derechos, pero estos dictadores de cartón ya están viejos, esperando la muerte o la locura, para escapar de este presente de justicia y de memoria.
Mientras tanto, mientras quede un poco de memoria en nosotros, seguiremos pensando en la justicia, en el nombre, en el rostro, en las vidas de aquellos que estuvieron con nosotros buena parte del camino, indicando con sus vidas, con sus gestos, el límite exácto, justo para que la justicia se lleve a cabo.
Todos, cada uno de ellos tenían una vida, tenían nombres y se merecen que no los olvidemos. Ellos, esos rostros que nos acompañan desde siempre, lucharon por algo. Por un mundo mejor, para todos y eso, las ratas no lo olvidan, por eso reclaman el silencio como cura de todos los males de este mundo.
Por ahora, entonces y a pesar de ciertos periodistas que dicen defender la libertad de prensa, las ratas están en donde deben estar, disfrutando de la justicia que ellos supieron negarle a muchos, pero muchos, aquí en España y allá en Argentina.
En esta banalidad del mal que quieren imponerle a casi todos, nosotros los sudacas de siempre, debemos comenzar a desterrar del vocabulario diario la frase:"yo no sabía", para no olvidarnos, porque el pasado siempre se supo, siempre se vió, porque el problema era animarse a ver lo que ya se sabía y en eso andamos. Pero esa es ya otra historia.

2 comentarios:

  1. Bien primo.
    Gracias, tu publicación ayuda a multiplicar “MEMORIA”, tarea que como padre ejerzo con pasión y precisión.
    Como escasean estos refuerzos por estos tiempos y rincones!!!!!

    Abrazo, Paco.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, la memoria es nuestro único reaseguro para el futuro de nuestros hijos. Gracias Paco

      Eliminar