En Zona

domingo, 22 de abril de 2012

La felicidad en camiseta


Domingo en Buenos Aires. El cielo gris y el frío que inicia una gambeta hambrienta, anunciando el próximo invierno. Es otoño, se amarillea el aire. Se funden los colores de la vida y se vienen los tonos a tono con la pasión por estas lejanías. Buenos Aires, se sabe, es una especie de amor no correspondido. Domingo con mucho fútbol, en donde uno se idiotiza mirando partidos que no le interesan, escuchando definiciones supuestamente profundas sobre un juego. Eufemismos, como en todo el mundo. Por ejemplo en España se llama parado al tío que se quedó sin trabajo, cuando en realidad sería más lícito llamarlos derrumbados, derribados. Parado, en pie, erecto. En fin delicias de un domingo de mucha música, lecturas y sonrisas a pesar de todo.
A lo mejor entiendo que este sobrevivir nos ha impedido vivir, que debamos esperar mucho de la imposibilidad de esa supervivencia que se anuncia con una especie de evidencia que crece a medida que las comodidades y la sobreabundancia en el marco de esa supervivencia lleve al suicidio o a la revolución, algo que además de ser más entretenida no es algo solitario como la otra primera opción en este mundo capitalista e inconcluso.
 Encuentro un disco, que me deja absorto. Un músico uruguayo que explora los límites del sonido. Hace música uruguaya? No, hace música solamente y de la buena. "De Feria" es anterior al que grabo junto con Lorena Astudillo que también es una lección de música. Daniel Maza, un gordo increíble que toca el bajo o el contrabajo. Mi ventana que da al estadio de Atlanta en el viejo Villa Crespo, deja escapar esta música y me quedo perplejo escuchando los compases de esta saludable mezcla que habitamos. Este entrecruzamiento de culturas, que embarazan las esperanzas. Esta indomable cruza de sentimientos, de colores, de olores, es la globalización de los pobres, lo mixto, el blanco con lo negro, el negro con el blanco. Esta destrucción de fronteras, que los de abajo empujan hacia arriba siempre, para que nada más tenga dueño o academias. Con esa vocación de buscar alterarle la sangre a las damitas de siempre. Acosar a la tristeza, a la maldad, y prenderle fuego a esa histeria de querer y no querer tan común en las buenas gentes que gobiernan este mundo.
Así transcurren estos amores. Entre el sonido del bajo de este músico y la aproximación a las ganas de trampearme el alma por un rato, mientras envejece el día. Así vamos, leyendo los diarios, buscando a tientas nuevas pistas. Seguimos caminando un mundo que no se detiene. Desde el piso de abajo, el televisor anuncia lluvias y vientos del sudeste. Vientos que como siempre vienen con aguas a cuestas. Un perro ladra y otro se le suma, hacen un rosario de charlas, deben estar esperando el día que los perros aten a sus dueños para ir al bar de ellos, de los perros, tranquilos y sedientos como buenos parroquianos.
Pienso.
Esta sensación de tener siempre necesidades. Esta ficción de tener siempre la certeza de perderse algo sino se consume. Esta zafra que nos obliga a comprar cosas que no tienen sentido. Ser uno más en la cola de la desesperación. No poder encontrar satisfacción alguna. Pensar que suplimos algo, cuando la necesidad es otra. La mera abundancia cuantitativa, no deja sitio para lo otro. Espacio para reflexionar. Pensarme desde otro sitio y no desde lo que me ofrecen a estampidas. La satisfacción, la nuestra, la mía, nos diferencia invariablemente de los amos, ya que estos nunca llegan a ese estadio. Como solía decir Mario Benedetti con sábanas que bueno, sin sábanas da igual.
Sobre mi mesa está este libro notable, este especie de manual sobre la historia, mezclada con la literatura. Laurent Binet, elije a un nazi como postulado para contar la otra historia, la de dos tipos que deciden, no ellos, sino otros, acabar con este representante de la banalidad. El protector de Bohemia, ajusticiado en pleno trayecto a la nada. Binet utiliza el mecanismo del más duro y obsesivo proceso de mezclar todo en su cabeza y ponerse a escribir. Proceso que convierte a esta novela, en un juego en donde se divide la búsqueda y la confección de una narración que desde este costado, enfatiza con la variación de una estructura narrativa, audaz y que se aleja del tipo de novela histórica convencional. No, no lo es, debido al concepto de la historia que maneja el autor. Libro sobre la escritura. Un ensayo que revela los secretos y las técnicas que hacen posible armar una novela de corte histórico repleto de referencias culturales y de reflexiones acerca de lo que representa recrear la verdad sin recurrir a la ficción. Técnicas. La interrupción de la historia, de la acción histórica en sí, para mostrar el trabajo del autor. Todo en torno de Reynhard Heydrich, cerebro de la solución final para los judíos durante la segunda guerra y los preparativos y la acción de los hombres enviados a la muerte con la muerte de este nazi.
Ficción. Metaficción un término tan caro a los franceses, metaliteraria debido a en tanto que la construcción de ella misma es tenida en cuenta como tema literario en si. Se cuenta la historia de la historia. El trabajo del autor rastreando datos, fechas, sus impresiones en la cripta de la iglesia en donde resistieron los dos comandos el asalto final de los nazis. Este suceso viene desarrollándose en el tiempo, desde las respectivas infancias ,en esto Binet es casi clásico, hasta el presente, pero de manera.puntual y fragmentaria ,en esto Binet no es tan clásico. Así la novela, no deja cabos sueltos a pesar de que su trabajo contenga una buena cantidad de personajes  tantode la resistencia como del nazismo y de historias individuales.
Libro que no se puede dejar sobre una mesa de luz, ni arrumbado. Leerlo es conocer una historia pero también y además es admirar un trabajo  novedoso. Descubrir el entretejido, la urdiembre de una novela que resiste cualquier tipo de comparación. Además los personajes y su narración y descripción son apasionantes. La novela no es un experimento literario, ni un laboratorio de tubitos. Vivís con ellos y con toda la tragedia. Una buena novela para este otoño de memorias que se nos avecina.
Digo.
 A rastras se llevan las canciones. Se humedecen, se entibian las palabras que nos rodean. Se hacen gestos y descubrimos las huellas que nunca nadie deja alrededor nuestro. Candidatos a nubes, a despidos intempestivos somos. Guerreros devenidos en jardineros, que andamos queriendo. Aprendemos que la felicidad es algo diminuto, sencillo y casi como andar en patas y camiseta por los costados de la casita que espera por el frío y las lluvias.
No me tomo hoy en serio. Me dejo llevar por la inercia de estos días. Recuerdo, me aproximo a palabras, a silencios. Dejo que el día se vuelva madera. Clausuro la discusión por un momento. Le hablo a mi plantita nueva que me compré anoche en la soledad de la noche de esta ciudad demasiado ancha tal vez ya para mí.
Cambio la música, total es domingo y puedo hacer lo que quiero. Me espera un vino en la casa de mi primo, en Mar del Plata. Allá iré a brindar con él por nuestras respectivas historias. Mientras tanto pongo música y subo el volúmen para redescubrir a este Esbjörn Svensson Trio, y un trabajo que acaba de salir. A pesar de la muerte del pianista ocurrida hace algunos años, siguen rescatando cintas grabadas y olvidadas. Un trío de jazz que electriza el aire. Que irrumpe desde el norte de la vieja y amarga Europa y lleva frescura. Suelta sonidos y uno descubre que el talento, afortunadamente no es patrimonio de nadie, sino que surge de las ganas de compartir espacios. Une, achica distancias y permite crecer al otro, que solo escucha desde la distancia. Disco intenso, con sonoridades que avanzan sobre uno. Se llama "301" y en el hay una serie de temas que merecen atención como, "Behind The Stars" o "The Childhood  Dream" dos de las claves de este disco perfecto e inmejorable oportunidad para deshacer un poco el final del domingo porteño. No es sencilla la audición de estos tres tipos decididos a deslumbrar a fuerza de buen gusto. Este trio estuvo produciendo música desde principios de los años noventa, hasta la muerte de Esbjörn Svensson a los 44 años mientras practicaba buceo en el lago Ingarö en las afueras de Estocolmo. Los tres entonces innovaron desde la base de una música que sigue siendo una de las expresiones más importantes del siglo veinte. Música para soltar el alma, para darle la razón a tanta voluntad de vivir, de seguir cambiando, de querer cambiar siempre todo. Entonces y desde ese costado, uno, yo sigo acumulando músicas en mi disco duro, elimino a aquellas que ya me producen pereza y busco otras, que me obligan a pensar y a buscar nuevos atajos hacia tanto final. Por lo menos es mi manera de matizar, de ir matizando mientras la vida hace piruetas en los fondos de las casas vecinas, en mi balcón y en esta vida que llevo a cuestas, descubriendo y siendo descubierto a cada paso que doy.
Hoy es domingo y la felicidad anda en camiseta por esta casa. Por eso quise hablar de músicas y de libros, para darle descanso a la compañía que tanto se lo anda mereciendo.

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