En Zona

viernes, 25 de mayo de 2012

La ciudad de lo opuesto

La ciudad, desde hace días está gris. Llueve intermitentemente, los recorridos se hacen tratando de recordar el color, que no hace mucho marcaba el lenguaje corporal de los habitantes de esta locura que llaman Buenos Aires.
Caminar y mirar para arriba es un descubrimiento que uno agradece. Cada uno, pone lo que quiere en sus techos, sus terrazas o azoteas. Una jirafa asoma por un balcón. Me detengo y que quedo quieto, a lo mejor es un sueño y en el, yo estoy dentro de una escenografía y de un momento a otro, harán su aparición los primeros artistas, aquellos que tienen letra para decir. Yo, yo solo soy un extra, demasiado enamorado del decorado que aparecerá indefectiblemente en el fondo de la película.
Sigo mirando, la locura que subyace en esta imagen. Cada uno hace de lo suyo lo que realmente quiere, lo que desea y lo que le termina saliendo de sus intenciones.
Pienso.
Ahora que le han cortado los dólares, el argentinito medio acaba de entrar en el periódo de abstinencia forzada. Especulan, hacen cuentas. Enloquecen mis paisanos con este síndrome que afecta a muchos patriotas argentinos. Se quedan sin la valiosa y hermosa moneda gringa. Cómo vamos a ahorrar dicen con los ojos inyectados, desencajados y sudorosos. Se asustan y desesperados claman en torno a una mesa, sobre esta dictadura malsana. Otros, en cambio prefieren el término tiranía, es más de gente educada. Todos, estos definine la plaga que nos azota. Se arremolinan en torno de este sufrimiento pertinaz que aqueja a la nación. Se viene la debacle, la hecatombe, el infierno tan temido. Sacan cuentas con lápices gastados y quieren el retorno de aquellos brujos, que, con sus modernidades afables, les supieron prometer el ingreso a ese mundo civilizado, que como se sabía desde siempre, estaba lejos, distante y extranjero.
Pienso.
Todo lo que sale de nosotros es una manera de comunicarse, es la forma que tenemos de dar a conocer nuestros fluídos, nuestros deseos de ser traducidos por el otro. Nuestra vida, es en cierta forma, un paso para construirnos un pasado resonante. A lo mejor, por eso los niños saben del poder destructivo del silencio. Algo que vamos olvidando a lo largo de estos rastros que seguimos y que algunos optimistas llaman o denominan crecimiento, madurez.
Es aquí, en esta ciudad en donde, y vuelvo a un tema ya pensando, todo significa lo opuesto.
Por aquí una mujer a quien le gustan los hombres es una mujerzuela, en cambio a un hombre que le gustan las mujeres es todo un hombre. Aquel que dice la verdad, es un loco, el que miente es un rico tipo. El valiente es un psicópata y un cobarde,es solo un mesurado. Un estafador un vivillo y un trabajador un bruto. Un mujer es histérica por historia, en cambio el tío es solo un indeciso.
Un amigo, una vez en un café lejano, me hablaba del bucle. Ese rasgo tan peculiar y tan argentino. Ese dar vueltas y más vueltas. Ser vueltero, abrumador de palabras, estibador de ideas, que amontonadas son el equipaje nuestro. Ese que llevamos a cuestas y en el cual creemos, como un verdadero credo.
Entonces hablamos todos, todo el tiempo en esta especie de babel inquietante, viva y que queda en el cono sur de todo. Porque somos la sombra de las palabras del otro.
Repetimos y creamos la inquietud en torno nuestro, porque la repetición suele poner en duda la idea de la causalidad y la corriente letal del tiempo.
Así perdiendo la memoria, le solemos hacer el caldo gordo a los que siempre criticamos. No vaya a darse vuelta la taba. Por las dudas, decimos y esquivando, casi no decimos. Pero decimos igual. Porque el lenguaje no es el vehículo del pensamiento sino simplemente el que medio que lo determina y por ende lo condiciona.
Nos venden la musiquita para hacernos bailar con ella. Abrazamos lo dicho por los poderosos y creemos que es nuestro. Nos asustan los pobres y harapientos. Nos hacen creer lo que quieren que creamos. Nos sujetan el freno en la boca y nos dejan boqueando cada vez, que se nos bajan del lomo.
Y nosotros para cifrar la amargura, le cambiamos el envión a la palabra, que diga una cosa, pero que signifique otra, para que no nos entiendan cuando decimos.
Hago un punto.
Camino por una ciudad. Me encuentro con personas. Me abrazo y dejo que me abracen. De a poco voy reconociendo pautas. Me asombran las lluvias torrenciales o largas. Me abruma el ruido de la ciudad, el ritmo desbocado. Las ganas y las voces.

Sigo entonces buscando pistas entonces de este andar desosegado que me lleva a esquinas que en su fantástica seriedad, erige personajes asomados a los costados. Vigilan el andar de los otros, de los que se aventuran en medio del gris. Ahí, solo ahí radica el sortilegio de una hallazgo, que muchos hallazgos reproduce esa capacidad, casi infantil del asombro. Es una ciudad que invita a levantar la vista, a mirar hacia arriba y presenciar las osadías de aquellos, que se definen a si mismos como cualquier cosa, menos pasivos e indolentes. Se trata de darle un lugar seguro al placer, de volver a nombrarlo, de tenerlo cerca y por sobre todas las cuestiones de sentir placer con el placer. De no escamotearlo. Dejarlo libre y definir, así y de paso, que ese placer es solamente deseo. Tenerle miedo al deseo, es la mejor de las crueldades que inventaron los mismos agónicos de siempre.
A lo mejor se trata de eso. Esta ciudad tiene diferentes pasadizos secretos y no tan secretos, para desarrollar el deseo, para vivirlo y hacerlo vivir. A lo mejor se trata de eso. De ese idioma secreto que hablan por aquí, hombres y mujeres, para definir lo mismo, que otros no dicen. Así, los encuentros con ese deseo, surgen desde esa idea de jugar a vida o muerte, esa misma vida. Nada de jubilarse, sino seguir insistiendo con esto de saber que se vive mientras se vive.
Entonces se cruzan de piernas los sobreentendidos. Se descruzan de piernas las sensaciones y uno vuelve a percibir, rastros de sensaciones, que surcan el cuerpo de esta memoria.
Entonces me quedo con ese cuerpo que me sigue desde hace mucho, sumo voces nuevas a este andar y me dejo contagiar de ese vaivén tremendo que me lleva y me trae. Es una ciudad más, no es la única, solamente es el paisaje que nos hace.
Digo.
Se vienen, pareciera, tiempos bravos. No es novedad. Es la sensación que duerme en mi cama estas noches que van pasando. El viaje lento hacia la política, lleva a lo mejor parte de esta traducción. Porque la historia no la hacen solo los que creen hacerla sino también los que atinan a contarla. Por eso, ahí en ese trabajo la voz que siempre resuena más alta, es la voz del perseguido y por aquí de esas cosas sabemos un trecho largo. Se vendrá la confrontación de dos modelos de acumulación económica. Dos visiones que habrán de subordinarse a la larga a la decisión de seguir avanzando un proyecto, que por el momento engloba a los que están de a pie y al costado del camino.
Me dejo llevar por este cielo sin fisuras, que encapotado permanece sujeto al techo de esta ciudad. Me canso. Pongo música y dejo que todo se encamine de nuevo. Subo el volúmen y se inunda mi pisito barrial de sonidos saludables, Capaces de hacerme pensar. Me quedo quieto. Fumo y el humo le pelea a la poca luz el territorio necesario y se dibuja en la pared.
Dejo entonces que este músico inteligente me desnude despacito. Con Avishai Cohen me pasan, me ocurren cosas extrañas. Un día descubrí en uno de sus discos una versión de "Alfonsina y el mar" y comenzó a gustarme. Antes me parecía, desconocimiento de mi parte, soberbia que le dicen, un músico que no me parecía nada. Después de ese descubrimiento, volví a escucharlo y me deslumbró. Me deslumbrá que me obliguen a pensar. Que me saquen de esa petulancia casi administrativa que a veces empleamos por puro miedo, rutina de la pereza, rasgos del viejo Oblómov. Entonces y con ganas, acabo de escuchar sin respirar casi "Duende" último disco de este notable músico. Contrabajista, músico integral. Aquí en este disco acompañado por el pianista Nitai Hershkovits. Dúo entonces de piano y contrabajo. Despojado, puro y deslumbrante. Jazz o simplemente música, para compartir un espacio, un abrazo o sencillamente ese silencio que no mata, sino que permite dejar que esta música se meta entre tanto pliegue de nada que nos rodea. Así uno no puede dejar de alegrarse que haya sorpresas a cada paso. Pequeños descubrimientos de talento potente y que permite esa felicidad hecha sonidos. "Duende" es un muy buen disco, casi obligartorio para aquellos que quieran seguir haciendo inventario de aquellas pequeñas cosas que atesoramos, como piezas únicas de un colosal poema escrito desde hace siglos por los seres humanos, para tratar de estar mejor, un poco mejor que ayer, cuando por ejemplo, este trabajo no había llegado a mí, en este caso y al resto, que sin lugar a dudas lo estaban esperando.
Así.
Dejando atrás preguntas y queriendo respuestas, vamos armando esta vida. Este sentimiento también es Buenos Aires. Se pega al cuerpo. Nos sumerge, retarda todo lo necesario y seguimos viviendo. De a poco, voy percibiendo en la palma de mi lengua los sabores profundos de una vida que como en un juego, vuelve a su punto de partida.
Mientras tanto aventuro reencuentros, descarto otros. Busco y se que por algunas memorias soy también buscado. Me alejo y me acerco. Me dejo mecer y de a poco, la sonrisa me recorre el cuerpo. A lo mejor se trata de esto, solamente de esto.
Enciendo un nuevo cigarrillo, alguna vez tendré que dejar de fumar. Recorro y recurro a mi blog preferido, que un amigo querido lleva adelante allá en la lejana Moscú. Releo viejos libros, escucho música y dejo que pasen estos días, como una especie de regalo agradecido.
Mientras tanto Buenos Aires se prepara para un fin de semana largo. Poca gente o eso creo o eso espero mejor dicho. Cielo gris, las primeras bufandas y las primeras gripes. Los árboles se despojan y vendrán los fríos que subirán tenaces desde el sur para adornar este invierno prometido.

1 comentario:

  1. Martín! Qué forma de hincharme las ganas por conocer Buenos Aires!
    Bravo por el valiente que ha decorado así su casa, ese no se aburrirá nunca, y habrá hecho por sus vecinos más que mil alcaldes juntos.
    Tremendos tus apuntes. Es como ir a una asignatura de "Reflexión y andares". .
    Un abrazo compañero!

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