En Zona

domingo, 13 de mayo de 2012

Las nuevas furias


Ahora que me voy habituando de a poco, muy de a poquito a este río interminable de vida que es esta ciudad en el sur del mundo, voy descubriendo rasgos, sentimientos y sensaciones, que tenía olvidados, que en estos años se habían colado en mis lecturas y entre los dichos que me llegaban en correos o conversaciones teléfonicas.
El odio visceral de la clase media, de este sector al que pertenezco y que sigue consolidando en mí, mi opción política, mis intenciones y mis creencias. Un conocido me desliza que esto no es una tiranía, sino una dictadura, otro se reivindica enemigo acérrimo y otra habla del gran robo de dinero que está haciendo este gobierno.
 Un ilustrador carcamán y sofisticado, desde el diario opositor a todo llamado Clarín, ilustró con esta imagen a la presidenta, elegida por mayoría de los argentinos. En Hermenegildo Sabat subyace, el odio de clase y la idea y el deliro de estar en manos del mal posible. Estos representantes se quejan desde las entrañas mismas del gorilismo feudal que los cobija desde siempre. Redundan en la puteada. Se alistan entre los profetas del odio y sin saber que son periféricos creen estar por ser ellos como son, estar en el centro de un pensamiento polar. Se enojan estos enanos de jardín con la supuesta oposición política que no hace lo que deben hacer. Quieren que truene el escarmiento.
No la soportan. No soportan que les hayan cambiado el país y que se  hayan quedado bajo la lluvia y en bolas. Y para colmo de males, el mundo-mercado de los salvadores del mundo, no parece funcionar del todo bien por el momento y ni siquiera parece prestarles demasiada atención en sus insultos e histerias, ya que parece que ellos, tienen otros problemas que enfrentar por el momento. Es decir el poder central, el que dirige ese mundo, que estos aman desesperadamente, se encuentran muy ocupaditos con sus propios y decisivos problemas como para andar escuchando a sus cipayos o gurkas de entrecasa.
Saben que no ganan elecciones, entonces confían en el alcalde mayor de esta ciudadela de clase media, que en un futuro, esperan, no muy lejano los guíe hacia la redención, cuando este tonto no puede ni manejar cuarenta músicos del teatro Colón y que como decía un viejo entrañable, es más fácil pescar un pejerrey en una bañera que encontrar una idea en la cabeza del alcalde, que como político es un muy buen empresario y nada más.
Pienso.
Tanto odio reconcentrado. Tanta furia contra una idea de país. Tanto desprecio extranjero en contra de sus conciudadanos. Se derraman traiciones, desde la prensa canalla y desde sus encadenados esclavos. Se olvida la intención de una democracia, que por ahora abarca a los más necesitados. Se ganan elecciones por la propuesta superadora de un reparto equitativo de las ganancias. Pero del otro lado, siguen siendo funcionales, intelectuales, profesionales y pequeños bucaneros, clases medias mohosas y traidoras a todo lo que tenga que ver con la destrucción de un país, que se recobra de la zozobra y que una década más tarde, modifica cosas, castiga a los culpables del latrocinio y sigue adelante con su proyecto.
Y de nuevo son los jóvenes, los que están en la mira de los asesinos. De nuevo los viejos lobos vuelven a espantarse con las organizaciones populares y con el rol que adquieren los más nuevos, que encuentran en la política, algo que se había perdido después de la matanza organizada por gentes de bien, por militares cobardes y curas perdonadores.
Entonces hablan del enriquecimiento de estas organizaciones. De los millones de dólares que utilizan estos jóvenes en provecho propio y demás tonterías de sacristías.
Digo.
Los miedos burgueses, se fijan en por ejemplo los bienes adquiridos o los bienes adquiridos por los dueños de este país, que por simple milagro, se convierten en los bienes de la clase media, aunque la clase media no vea una moneda de los dueños. Da igual, estos dueños incentivan el deseo de estos, para que estos adquiriendo el discurso dominante como propio, crean en definitiva que les es algo propio. Por eso hay que tener en cuenta que siempre se puede prohibir,  todo aquello que se puede nombrar.
 Por estos días se cumple el primer aniversario de la Puerta del Sol en Madrid. Europa, España tiene miedo. Miles de personas reunidas para oponerse a esa tiranía de los mercados, a esa desolación en nombre de la política que hoy por hoy abandona a millones a su suerte. Que decreta el cese de la vida de millones de personas, que son esquilmados en nombre de una razón de estado, que piensa en unos pocos. España ni siquiera defiende a Repsol por ejemplo, lo hacen claro, sus políticos cómplices de las aventuras bucaneras, sobre todo en sus viejas colonias. Miles de personas, reunidas en una plaza emblemática de ese lejano Madrid, nuevamente dando una lección de oposición a un estado de cosas, que es enemiga de la vida misma. Se muerde la cola el salvajismo y de pronto el ignorante descubre, que el gobierno que los iba a salvar, solo quiere salvar a los bancos y la poca ropa que les va quedando. Así, los indignados cumplieron un año y mantienen a pesar de la prensa y sus arzobispos, la misma dinámica de aprendizaje.
No saldrá la revolución de ellos. Pero les mete el miedo en el cuerpo. Les marca un territorio en el cual los políticos domesticados no saben moverse, tan acostumbrados a la barbarie y en protoeger los bienes de las empresas, los dineros de los millonarios y el derecho de pernada de los liberales, que ya se sabe, son liberales siempre de los bienes de los otros, no de los suyos propios.
Me distraigo.
Aquí, en este terreno, en donde los defensores de la democracia, insisten que estamos en camino no ya de ser Venezuela del comandante Chavez, sino en ser la China del cono sur, con sus socialismo de estado, siguen creyendo en el argumento de los poderosos. Por ejemplo, se desgarran las vestiduras con la defensa a toda costa de la empresa privada. Indican, estos, rapaces de la clase media, que con las empresas privadas se puede crecer económicamente, cuando y he aquí, el discurso dominante como desde la palabra, vuelca en estos pequeños voceros, como propio una mentira. Que dicha y repetida, termina convirtiéndose en una verdad traidora. Es una idea en definitiva que agrupa casi todo el consenso en el imaginario colectivo aunque haya muchos más casos de desmanejos, fraudes y quiebras de compañías privadas. Algo que no se dice, algo que en ningún momento se deja traslucir en el discurso bienpensante de estos aduladores del libre mercado. Así esta prevención encierra el presupuesto que el privado maneja mejor una empresa y que el Estado lo hace necesariamente mal. El engaño funciona a las mil maravillas, si este pensamiento orgánico posee el poder, de los dos grandes periódicos argentinos, el poder de los dueños de la Argentina, el discurso de los intelectuales a sueldo de las multinacionales, el apoyo irrestricto de esa porción grasienta de la pequeña burguesía, que añora París en otoño o bañarse desnudos en Mallorca o ser invitados a Lake Tahoe a beber unos martinis.
La historia la escriben los pueblos.
Digo.
Sin alejarme mucho, la historia siempre es un acto verbal, apenas un uso selectivo de los tiempos pretéritos. Recordarlo todo es condición de la locura. Por eso en estos tiempos de tensión histórica, estas mitologías del pasado verdadero, ocurren a una velocidad casi demencial en donde las perspectivas, diferentes y hasta opuestas perspectivas terminan por confundirse. De allí, que a veces me proponga situar todo tiempo pasado en el sitio de la exclusión. Porque mi memoria, la mía, es selectiva. Porque la historia en definitiva es siempre un instrumento de las clases dominantes.
Recordar es de alguna forma exponerse a la desesperación y el tiempo pasado del verbo ser, no suele dar por sentada otra cosa que la realidad de la muerte.
Así sigo caminando por esta ciudad y descubro pequeños retazos de una especie de civilización en vías de petrificarse. Terrazas, techos con galerías de muñecas y muñecos, que celbran lo macabro tal vez, pero que definen la utilización del espacio en una especie de traducción, que más allá del tiempo, conforman esa civilización, que busca consolidarse en un instante, ese momento que tarda el ojo en traducir, a través de una lente de una cámara, lo visto y sorprendido, por el caminate sorprendido a su vez, por la idea que se desprende de ese techo o terraza que lo acecha un sábado cualquiera al sol, en una ciudad infatigable que construye día a día y desarma noche a noche, los rastros de lo posible. Ignorando o haciendo implacable que el que traduce traiciona una parte esencial de ese sentido. Porque entender, en el fondo es siempre traducir.
El espectro de lo que está permitido y de lo que es tabú, afortunadamente no deja de variar.
Vuelvo.
Así la clase media, pro destituyente siempre, se refleja en un mecanismo visible a simple vista. Las formas de pensamiento son controladas por inexorables leyes de modelo, de las que todo individuo es inconsciente. De ahí que articulamos como propio un discurso, que creemos propio cuando en realidad, periféricos como somos, creemos que somos el centro. Somos objeto de los discursos dominantes y prepotentes, que creemos propios. Nos oponemos a aquello que no responde a nuestro modelo. Que no viene con nosotros, sino que se nos incorpora desde el lenguaje mismo y permanece con nosotros hasta el final.
Así, la herramienta es la lengua. Denostamos y asumimos como propias decisiones, que se toman en otros sitios. Compramos aceite de oliva o jabón o gobiernos o ideas, que nos tienen casi siempre sitiados.
En una palabra, estamos rodeados y son para peor.
Digo.
Es domingo, mi pasión sigue siendo la misma. En este diario o bitácora de a bordo, dejo constancia de los amores que me mueven, de las peleas que se vienen. De los desamores que me cabalgan. De esas memorias de fuego que se mantienen como los mejores fuegos de invierno. De palabras y promesas rotas. De músicas que me cobijan y que me dan palabras, nuevas y viejas, para seguir usando a pesar del enemigo que campea a sus anchas en campo ajeno.
Será hora entonces de volver a estar en la mira de tanto enemigo alocado. De poner el cuerpo otra vez, con los nuevos compañeros. Con aquellos que quieren un mundo mejor y que todavía ni piensan en la jubilación, con aquellos que no tienen medicina privada pero que hoy, solo por hoy son un poco más felices de lo que lo fueron ayer.
Así vamos. Así voy con ganas de volver a abrazar, de retomar el mirar a los ojos mientras el otro nos entrega la secreta esperanza de su ilusión.
Es domingo y suena una chilena que canta como solo algunas mujeres saben hacerlo. Desde ese Chile mineral, se desprenden nuevas canciones, que como las antiguas sirven para la espera.
Evelyn Cornejo, se llama esta mujer que me acompaña este domingo por la tarde. Este disco lleva su nombre. No hace falta más para arribar a un buen momento. Nueva generación de personas que con una guitarra hace templar el corazón del que escucha. Lejos quedan y siempre tan cercanos siguen están las Violeta Parra, los Víctor Jara, hasta Pablo Neruda o el ahora reconocido por España Nicanor Parra, resuenan, remozados en la voz de esta joven mujer de ese país ubicado al otro lado de esa gran pared que siempre han sido Los Andes, y que a pesar de los guerreros de turno, hermanó siempre más que separar como quisieron hacernos creer. Ahí, entonces, de ahí mejor dicho surge esa voz que con sentimientos me llegan en el transcurso de este domingo de mayo que se desmaya ya dando por concluído el descanso. Mientras tanto y apurando las últimas luces, sigo su voz por este disco que sorprende, no por sonidos nuevos o ritmos pretensiosos. Sino por esa recuperación d ela poesía hecha música, música que responde al lugar de origen que pinta como siempre a casi todo el mundo conocido.
Ahí están sus canciones en este disco reflexivo y calmo. Con sus palabras, denunciando a lo mejor el pasado y pretendiendo que el futuro, para nosotros, sea siempre de música y de buenas y necesarias canciones para ser cantandas como corresponde, como nos correponden por derecho propio.
Estas nuevas furias, entonces están ligadas a los dos países que conviven en esta tierra. Como sule ocurrir con todos los países. Dos visiones y dos decisiones opuestas y sin disimular. Dos versiones de la felicidad que tenemos. Es cuestión entonces de elegir, de saber de qué lado es en el que debemos estar y si viene la tormenta, entonces abrir el poncho para cobijar a los de siempre.


















1 comentario:

  1. Qué bueno Don Martín! Sólo falta la Plaza de Bilbao alrededor. Gracias por ayudar a "traducir" tantas cosas.
    Yo, de vuelta al sur, a Moscú.
    Un abrazo cumpa!

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