En Zona

jueves, 31 de mayo de 2012

Postales porteñas

El cielo se puso gris desde hace más de una semana. Comienza el amor porteño. Ese amor sentimental, que dura lo que un otoño. A veces, uno, yo me pongo críptico como dicen algunos por el camino, es más que nada para disimular.
No aclares que oscurece, me dice sobre el hombro esa oscura conciencia que me galopa casi desbocada como un caballo alazán.
Vuelvo a la ciudad. Los verdes están dando paso a los marrones. La ciudad se desnuda y se descubre como lo que a veces, es, una bella ciudad, ingrata como pocas y redentora también como pocas. La recorro de ariba a abajo, me detengo en los sabores y en los olores de esta ciudad construída por olvidados. Camino y las hojas caídas son parte de este cuadro que por visto y recordado, siempre logra emocionarme, se mezclan entonces las sensaciones, que martillan recuerdos, nuevos tiempos y otras sensaciones, que se acumulan dentro de uno. De a poco voy dejando de ser visitante, extranjero. De a poco se me aporteña el alma y comienzan a descolgarse motivos por los cuales, uno suele irse y también suele volver. De a poco, el pulso de la ciudad se deja tomar. Nos apretujamos en colectivos, "bondis", autobuses. Pedimos permiso y nos preparamos para la travesía urbana. El viaje se sabe, desfila ante la ventanilla y uno se deja mecer con ese movimiento.
Es tango, aunque le pongan otros ritmos, otras música. Esta ciudad es tango desde que amanece y más cuando se hace la noche. Las esquinas, los empedrados, los hombres y mujeres. Todo forma parte de esa escenografía, que cuando se nubla se pone a silbar un tango. Ese sentimiento que se baila.
Digo.
El mismo jerarca que nos daba indicaciones sobre como llevar adelante la economía de este país, es el que acaba de fundir un banco español. Seguramente, mañana el rey o el que mande ahora por esas tierritas, lo habrá de nombrar ministro, mariscal o conde. Nos orinan y dicen que llueve.
Se termina mayo y por aquí, los de siempre empiezan a querer que nos vuelvan a orinar. Quieren dólares, que alguien se oponga, que no le suban los impuestos a los dueños de la tierra, que se vayan estos y que vuelvan aquellos.
Pienso en esta ciudad casi no hay tiempo para pensar. Abundan los traidores, los desmemoriados y otras especies. Se relajan pensando que esta señora no podrá repetir mandato, se esperanzan y mientras tanto, agudos periodistas a sueldo de monopolios, como fue casi siempre, auguran tempestades, tormentas, sapos y culebras. Se vendrán todos los males en pocas semanas.
Ahora que el argentinito, especulador, de derechas, enano fascista, no puede siquiera comprar dólares para irse de paseo, para comprarse un pisito nuevo, para soportar cuando se venga la marabunta hambrienta y desorejada. Ese tipito que echa vidrio molido en la basura para que los que buscan en ella, se mueran. Esa minita que arruga la nariz ante tanto pobre, gente de color y sus incontables hijitos a rastras, la tontita de barrio cerrado y con custodia policial, que espera que se mueran esos feos y sucios que pasan por el otro lado de la alambrada.
Esos son los que quieren que sigan matando a los pibes. Que vuelvan los almidonados que en definitiva son "gentes" como ellos y que cada vez, que estos, te orinan, sonriendo te dicen que es solamente lluvia.
 Mientras tanto, la ciudad sigue con sus nubes, con sus lloviznas, una neblina que oculta el pito argentino del obelisco, lo disfumina algo. Se ocultan los rostros de una ciudad que perdura a pesar de todos nosotros. Brinda sus matices y mientras y como no quiere la cosa, nosotros, sus habitantes seguimos en esta osadía de vivir durante el año, que los mayas describieron como el fin de un ciclo. Cosas que la rutina diaria nos hace olvidar. De paso, uno camina, saluda a los primeros conocidos del barrio, se ajusta el abrigo, porque el frío se viene.
La ciudad se viste de noche, es jueves y los sentidos comienzan a alterarse. Ya se sabe, los fines de semana está casi todo permitido. Perder el tiempo, ser infieles, dormir hasta tarde, desear ser otro por un momento y soñar con la lotería, qué si no la jugamos nunca la tendremos, pero soñar está bien por otra parte. Por lo menos y por un instante uno deja de ser uno y eso, es de veras lo más excitante.
Digo.
A las críticas sobre ser críptico, respondo. A veces lo soy, pero más por timidez que por soberbia. Acepto las críticas, porque aprendo de ellas. Las agradezco y las espero. Por eso es bueno esto de escribir y que a uno lo lean y que no estén de acuerdo. Lo importante es que antes de que nos coman la memoria, podamos repartirla entre todos. Apretujados en este baile en donde el amor es como el hambre.
Oscurece y quiero escribir sobre otras cuestiones.
Pero me dejo desear y pongo música.
Suena un músico notable Richard Bona. Su disco "Makes You Sweat" del 2008, es un disco impresionante grabado en vivo.
Este bajista de Camerún, multinstrumentista, es una especie de virtuoso, todo lo que toca se convierte en una pequeña obra de arte. Un placer que se desprende de su música, de esa busqueda perfecta de nuevos horizontes. La sonoridad de su voz, transporta y seduce.
Un disco impecable, mezclas de sonidos de su tierra natal, con la vanguardia musical de occidente. Una mezcla que produce uno profundo placer. De seguir escuchando a Bona y de comenzar a oír toda su producción musical. Disco imperdible, con ritmos que se nos meten en el cuerpo y nos dibujan una sonrisa. Placer puro de este trabajo grabado en vivo y en donde uno imagina la vitalidad generada desde el escenario hacia aquellos que estuvieron presentes durante esa jornada. Un momento de salud, de saludable intención de moverse al ritmo de este músico, que desde las sombras ha ido construyéndose un nombre en la escena musical.
Vale la pena entonces dejarse llevar por Bona a donde Bona disponga, el talento no tiene fronteras y carece de máscaras. Es puro ritmo, pura búsqueda de nuevos sonidos, de nuevas fronteras por alcanzar. Un  disco notable que le agrega un poco de calor a esta ciudad en vísperas del invierno y que bien merece un poco de sonidos más calientes, más cercano a las sangres que portamos y que nos hacen reconocer las buenas cuestiones cundo estas se presentan ante nosotros.
Entonces música de la buena para calentar un jueves por la noche, en donde entre otras cuestiones he tratado y espero haberlo conseguido, no he sido para nada críptico. Más bien abierto y tratando de ser claro lo más posible. Sin ocultamientos ni ejercicios intelectuales dispersos.
Valga entonces estos momentos en donde Bona "Te Dikalo", para arremeter con una canción bien al estilo Santana, pero es Bona el que canta "Kivu/Suninga" que me bailan en torno a mí en esta noche incipiente y por momentos frágil.
A veces bien vale la pena, contagiarse y dejarse llevar. Desear y sentir ese deseo como eriza la pìel y permitir que la sangre fluya alocada por unos segundos. En definitiva, dejarse querer por esta vida, que nos acompaña y que por momentos tiene mucha luz a pesar de las cosas en contra que casi siempre se nos vienen a galope tendido.
Buenos Aires, bien se sabe es cosa de locuras y otros ardores. Es cuestión, siempre en estos parajes de saber dejarse llevar.
Total todo siempre tiene vuelto.

1 comentario:

  1. A veces me parece que vivimos en la misma ciudad. O que los mismos hijos de puta pasan un día en cada sitio.
    Leerte mientras pelo las patatas, también es un tango.
    Gracias!

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