En Zona

domingo, 15 de julio de 2012

Esa persistencia

Se sabe, o por lo menos suelo intuirlo a cada paso que doy por esta ciudad. Ese sonido a hervido que suena en cada esquina, esa latente intención de descubrir y ser descubiertos al mismo tiempo, sin mediar palabras o actos en el medio. Cobijar la secreta esperanza de pensarnos que mañana, a lo mejor todo será distinto. ¿Distinto? ¿A qué? ¿A quiénes diferenciamos en este recorrido por intenciones que siempre o casi queremos ver en el otro? Buenos Aires, es una ciudad ancha, demasiado ancha que casi no invita a la caminata. Sin embargo resistiendo la tentación de no hacerlo, lo hago. Camino y descubro cosas, cuestiones que van dejando rastros en sus paredes. Persis, te la irrevocable sensación de rebeldía que se refugia en paredes que como lienzos, definen un perfil, no ya tan señorial ni prepotente que siempre tuvo esta ciudad, soñada como la París del fin del mundo, sino ya como una ciudad que con sus contradicciones y casi a regañadientes, es una ciudad del tercer mundo, de esa desolación que asusta a las clases medias en su lento giro hacia la mimetización con otras realidades.
En las paredes entonces de esta ciudad voy amasando una historia que me sorprende. Es el territorio nuevo que atormenta a la gente bien de este puerto, que siguen creyendo inexpugnable. Ahí, en cada esquina, aquí en cada pared se dibuja la historia. Esa historia desarrapada contada por aquellos que desde el anonimato tienen mucho por contar. Por decir, decirnos al resto que siempre hay otra historia, que a pesar de tantos momentos, esa persistencia resiste.
Entonces.
En este invierno, hace su aparición, surge una nueva posibilidad que algunos ya llaman guerrilla del tejido y que tejen para cubrir los árboles de siempre, los que están desde antes de nuestra memoria colectiva, en las calles porteñas. Estos militantes ante el frío de agosto que será irreversible, decidieron salir a cubrirlos, arroparlos con bufandas. Árboles añosos, impávidos amanecen vestidos, cubiertos de lanas multicolores. Entonces Buenos Aires, que siempre fue tan "snob", tan petulante, tan jerárquica se alegra por este talento, que, dicen en mesas de café, no existe en ninguna parte del planeta. Esta vocación de ser los mejores, siempre. Esta dedicación a reglamento de mantener este exilio a perpetuidad, entre vestir árboles y olvidar por ejemplo, a esos otros, que nunca se mencionan, que atemorizan a la clase media, reina y dueña de la ciudad.
Esos otros, que están. Ahí, a nuestro lado para indicarnos las diferencias. Los sometidos, los sin nombres que siguen siendo el espanto. Aquellos que no queremos en nuestra calle, en nuestras escuelas porque son de alguna forma las pistas que aterrorizan del futuro siempre posible.
Así, desde viejos prejuicios seguimos creyendo que somos lo mejor que le ha ocurrido a esta tierra. La nuestra y la del resto por supuesto.
Digo.
Convivimos a diario con miles de misterios irresueltos que suelen ocuparnos apenas diez minutos de nuestro día. Los leemos en los periódicos, los escuchamos en la radio o simplemente nos dejamos bombardear desde la pantalla del televisor. Después los olvidamossin ningún tipo de pudor, sin reconocer los rastros que las noticias del día nos han dejado encima. Sobrevivimos a las noticias del día, inmunes esperamos las de mañana, porque éstas ya las hemos superado airosamente. Las hemos gastado. Los medios, se sabe, tienen esa función. Frivolizar todo a su paso. Nos quedamos absortos ante la gravedad de la crisis en España, pero nos confortamos pensando que nosotros, diez años atrás ya la pasamos, por ende, sumamos un punto más en nuestra carrera de obstáculos, que siempre nos anda poniendo dios para seguir siendo los mejores.
Los medios, siempre son cómplices, sujetos como están a las leyes de ese mercado que protegen, solo buscan acumular ganancias.
El tonto, yo, que consume desde su casa, en el colectivo rumbo al trabajo, en el café de la esquina, es en definitiva el que recibe. Decodificar la palabra del poder, ubicarla en el sitio del enemigo es a veces la tarea, que no todos solemos tomarnos a la hora de seguir viviendo en una sociedad capitalista.
Sigo
Paredes y paredes. El paso justo, la raíz que pervive en medio de tanto contento agradecido por seguir siendo lo que cree que es. Y sin embargo, descubro signos, síntomas de un discurso que a pesar de los tiempos que hemos pasado, siguen apuntando a ese corazón loco que pregunta. El romanticismo en contra de la posmodernidad. El rescate emocional de aquellas pistas, que en la brevedad de la visión alimentan por un momento, esa locura de vivir, de responder con enigmas dibujados en las paredes a esos otros que nos plantean discursos dominantes, prepotencias racistas, gestos acunados en ideologías del poder. Así, por momentos, esta ciudad lejana respira aires de resistencia. De ese inconformismo que vino también parido en la división internacional del trabajo. Se trabaja, pero se debe tener conciencia. Se es solidario por vocación no por imposición. Se lleva a cabo el vértigo de la memoria, que nos permite entre otras cuestiones no ser indiferentes, ajenos.
De a poco entonces me voy acostumbrando a esta ciudad. Voy como un baqueano, siguiendo las huellas de un paisaje que me toca. Que no me ahorra encuentros con una historia, que es mía. Que difiere desde el concepto con esa pretensión de ser el mejor en todo.
Digo.
El uso colectivo de la propiedad privada. La utilización de ese espacio peculir y oscuro que es, que son las paredes de vecinos buenos, buenos padres de familia, hacendosos hombres de bien, es una especie de ajuste de cuentas. La eterna lucha de clases. Unos piden policías y otros la libertad de crear nuevas formas de comunicación social. Unos apoyan, desde sus propiedades privadas la ejemplerificación de la represión, votan programas que castiguen toda legitimación de libertad de ese otro. Los otros, buscan desde la rebeldía forjar nuevas pautas de creación social. De todos y para todos.
Entonces, para mí, que recorro esta ciudad es una especie de juego en donde, juego a la sorpresa. Trato de seguir el rastro, de seguirle las pistas a esta especie de descomunal demostración de talento gratuito, que dibuja paredes y plasma ese pensamiento de subsuelo, que nos, que me seduce a cada paso dado. Cada pared, es un trazo de un mapa muchos más grande de lo que puedo preveer o simplemente ver. Paredes mudas que han dejado de serlo. Que dicen. Que demuestran que la memoria popular a pesar los tiempos tan cambiantes que vivimos desde siempre, sigue intacta. La rebeldía radica en decir. En exigir ese imposible que es nuestro.
Tal vez si se unieran todas las paredes, se podría intelegir un discurso. Un relato que desde ese anonimato, conjugue la voz de los otros. La llamarada que arde en medio de la nada, que se enfrenta a lo que imponen medios y dueños en esta ciudad.
Tal vez como idea, como acto de resistencia sea solamente eso. Efímero. Breve de toda brevedad y solamente pequeñas manchas en paredes.
Pienso.
El ajuste económico al que acaban de someter a España no es casual. En medio de la maraña de análisis, algunos mal intencionados, otros inocentes se desliza el vértigo del destazamiento de un país. La aniquilación de una sociedad, que como la española, todavía no entra dentro de los argumentos de los poderosos, es a simple vista la política de una derecha europea, que en su momento inventó el fascismo y el nazismo, para enfrentar el temor del comunismo. Que llevo a cabo desde el sgilo XVI en adelante, las mayores matanzas en pos del orden y el mercado. ¿Por qué le entregan dinero a los bancos, cuando los bancos son los creadores de este terror? ¿Qué aplauden los diputados fascistas en el parlamento? ¿Por qué sonríen los estafadores cada vez que estafan?
España, Grecia, Portugal son los escenarios de una puesta en escena terrible. Ahí en esas economías periféricas radica el negocio. Vender países a conglomerados poderosos. Someter naciones enteras a la pobreza anunciada, al vaciamiento programado. Los que se queden por el camino, son solo carne y sangre.
Vuelvo.
Mientras tanto, no ajeno a nada, lejos de esa ajenidad tan progre y tan porteña, recorro en este invierno, mi primer invierno en muchos años, una ciudad que descubre para mí esta mezcla irreverente. Sensaciones escondidas que vuelven a la superficie, que emergen mezcladitas con apreciaciones de todo tipo. Ahí, entonces recorro estas calles. Me planto ante cualquier pared y trato de descifrar todo esto, que me asalta desde el talento, la audacia de artistas secretos. Desconocidos, dueños de esa particular y ejemplar audacia, para mezclar historias. Para amontonar pequeños datos de una realidad cultural, que a fuerza de bastonazos y balazos policiales, hemos ido armando. Usando nuestras manos para construir desde el desierto más tenaz una cultura que escapa por los poros. Asi, a pesar de prohibiciones, de homilías, de torturas, de escuelas o educaciones enciclopedistas y ajenas a nuestras vidas, de persecuciones a destajo hemos ido persistiendo. Asi amontonando cosas, buscando y deshechando, asumiendo como propias algunas, inventando otras, fuímos siendo nuestro propio producto. Somos nuestra propia marca, que permite, que nos permite manifestar algunas pequeñas concepciones de vida.
La ciudad ofrece gratis estos vestigios, confluencia de colores e ideas sobre las paredes de una ciudad demasiado pagada de sí misma.
No está mal entonces, saborear estas peueñas obras de arte que conviven con nuestras urgencias, nuestro odios y amores irredentos. Se trata de saber ver, de poder elaborar un discurso sobre el paisaje callejero que nos contiene a cada uno de nosotros.
Domingo.
Entre tanto cielo gris, asoma el último disco de este excepcional músico brasileño llamado Arnaldo Antunes. "A Curva da Cintura" se llama el trabajo. En el, además de Antunes, de su voz grave y su inalterable pasión por la creación, está el notable y casi necesario músico de Malí llamado Toumani Diabaté. Músico que desde hace algunos años a esta parte nos viene entregando grandes obras de arte en lo que a la música se refiere. Desde el año 1987 hasta la fecha, cualquiera de los discos de Diabaté son una especie de educación sobre la música popular malí y después sobre la interconexión que se lleva a cabo desde diferentes musicas siempre que el talento y la honestidad intelectual, busqu
Aquí Antunes y el guitarrista Edgar Scandurra, se unen en un trabajo que conmueve y seduce, que me predispone a sentirme mejor con la música, a sentir que por un momento y a pesar de ser domingo, siempre existe sitio para la sopresa y la alegría.
Así desde mi ventanita barrial, mientras el sol lucha con el gris, la voz de Antunes recorre los sonidos, que desde siempre, desde antes de la globalización, nos unían a todos aquellos que no reocnocíamos fronteras ni límites para el crecimiento. Así, mientras me preparo mi mate, caliento el agua, dejo que el sonido me invada. Los tres ejemplifican, que las fronteras no son nada más que cicatrices hechas por los enemigos de siempre.
Sigo.
Asi esa persistencia de puro empecinado me hace seguir entrelazando esta vida, que como un lazo de cuero me mantiene, me ayuda a pautar ese discurso que intento ser. Buenos Aires o Madrid son solo mis escenarios de lo posible. Desde mi personal experiencia tejo y destejo lo entrevisto, acumulo existencias de lo que soy y me permito visualizar una parte, aquella que me entusiasma a la hora de marcar territorio, como los perros nomás. Así, tratando de dejar constancia de mi punto de vista. Ni notable ni educativo, solo mi punto de vista que me deja corroer esa caparazón de prejuicios que los tengo y que los prensiento siempre en el otro, como una especie de aduana para el crecimiento.
Mi crecimiento, que tampoco es notable ni recomendable para ese otro, que a veces soy y que a veces son mis congéneres, a los que amo y detesto por igual, pero que sin ellos, apenas soy un soplo en la nada.
Así, acumulando cuestiones llego a este domingo y me despido, con tal vez, la mejor ocurrencia que descubrí en una callecita porteña y que me parece ejemplar a la hora de ejemplificar sobre muchas cosas y demasiadas cuestiones.
Cuestiones o cosas, que indudablemente tienen que ver con la política a no dudarlo, asi de simple y así de terminante suelen ser las paredes de esta parte del barrio que habito.


2 comentarios:

  1. Esas paredes son mejor que todas las catedrales y palacios juntos! Y tú, que sabes leerlas.
    Eso así, nunca seréis los mejores, por no llevaros una desilusión de no ver más allá. Pero en una ciudad donde vecinos anónimos pintan esas paredes, se tiene que estar bien.
    Madrid la hemos dejado sola, y hay que ir acordando cuando volver a ella, armados, un día de estos.
    Un abrazo, y gracias,
    Enrique.

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  2. Los consejos musicales también están dando sus frutos. Más, queremos más!

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