En Zona

viernes, 6 de julio de 2012

La astucia del tiempo

Mientras recorro tercamente las calles de esta ciudad casi incendiada en el sur del mundo, voy descubriendo secretos, pequeñas señas de esa identidad que por momentos nos viste o mejor dicho, nos desviste en una complicada madeja de preguntas y respuestas, desaciertos que se conforman a cada pasa en nosotros mismos. Ahí estamos entonces, ahí estoy entonces, viendo como una parte de la población blanca y "sana" de este país ruega a los cielos pidiendo el cese de este gobierno, la mala influencia de esta señora que gobierna y que, por si fuese poco, fuera elegida por más del 55 por ciento de los votos de los argentinos. Asi se suman a la estela dejada por un líder sindical, que décadas atrás pedía la eliminación de aquellos sucios marxistas de las filas de los trabajadores y después devino en ferreo opositor de las políticas neoliberales de aquellos secuaces del orden establecido, occidentales y cristianos, que comedidos como siempre lo han sido, siguen vaticinando horrores e infiernos a cada momento. Pero no alcanza. Señores y señoras que piden mano dura, el regreso de los militares, la libre compra de dólares y el cese de la injerencia estatal. Asi vamos los argentinos. Así voy yo, descubriendo a cada paso paredes que desde ese centro mismo de la galaxia, somos.
Entonces somos los mejores. Los únicos portadores de los dones dados por dioses, angelitos y algunos diablitos que conviven con los azorados habitantes de esta parte del planeta. Imprescindibles para descifrar el universo, sin necesidad de partículas atómicas ni aceleradores suizos o cosas parecidas. Viajamos por la vida exponiendo las falencias mismas de esa vida, que solo nosotros amortiguamos con nuestro saber, con nuestro entender. Describimos la sustancia de la palabra y ahí, como no puede ser de otra forma, estamos afincados, acalorados y conjurados. Es que nosotros somos los dueños de la verdad última. Los dueños del fuego. El creador habla con nosotros y nosotros traducimos los que éste nos sintetiza al oído a cada paso que vamos dando.
Dios solamente puede ser argentino.
Y no nos cabe ninguna duda. Siempre ganadores, aunque juguemos al empate, sentimos que todos nos deben algo. Que el resto no sabe los secretos que nosotros sabemos. Perdonavidas, así junto porque así suena, somos. Deambulamos entre metáforas, entre verdades a medias y entre susurros.
Y sin embargo este misterio de país, tiene o mejor dicho deja secuelas importantes. Uno recorre la ciudad, la camina y termina encontrando un paredón en donde, otro, con esa audacia nos deja traslucir el secreto de ese ser nacional. 
Es entonces con la levedad de los tiempos que corren, que el señor, vende desde las paredes de la terminal de trenes de Chacarita, los dones argentinos representados en ese vapor que aturde, en ese jugo que destilamos a cada momento. Ahí estamos entonces. La carne. Ese tesoro nacional, que nos pinta de cuerpo entero. Carnívoros irredentos. Tango, fútbol y carne. La tríada perfecta. La religión disciplinada de argentinos dueños de verdades donadas solo a nosotros y nadie más de este, con perdón de los chorizos, universo que también y por las dudas nos pertenece.
Ser nacional.
¿Ser nacional? Esta especie de dilema, que congrega a muchos en torno de esta cosa atravesada por fantasías.¿Qué es el ser nacional? En qué radica ese nacional que nos convoca en la discusión estratégica de sabernos algo. ¿El ser no es lo mismo que el estar? Aunque ambas palabras sean distintas y una especie de tesoro de nuestra lengua. Lengua que por aquí no es castellana sino española, para disgusto de catalanes y valencianos y vascos y gallegos y otros delirantes hispanos.
Entonces ese ser, nacional vendría estar en nosotros en nuestra lengua que empuja. Lengua que busca el ultraje para dirimir en la confrontación contra todo y por supuesto contra todos.
Digo.
¿La argentinidad? ¿Qué significado tiene esta especie de definición? ¿Los argentinos tenemos argentinidad? ¿Cuándo adquirimos este hímen sagrado?¿Nos define?
A lo mejor ahí reside esta especie de locura que significa ser lo que somos: argentinos. Ni más ni menos. Inventores de la maratónica destreza de la palabra. La historia se hace para nosotros. Ahí y desde ahí, presiento, que miro al mundo y lo que es aún mejor, que el mundo me contempla extasiado.
Ser nacional y argentinidad.
Hago un punto.
Cambio de tema. Mientras el invierno nos regala un día raro de sol, escucho por enésima vez el último disco de Regina Spektor. Rusa asimilada en los Estados Unidos. Pianista y cantante. Dueña de una mano izquierda interesante dentro del panorama del pop.
Además dueña de una voz y de una capacidad de interpretación nada común dentro del panorama flojo del pop actual. " What we saw from the cheap seats" es un buen disco. De esos que se dejan escuchar y escuchar hasta que el vecino, de rodillas te implora en las escaleras de casa que por favor cambies de disco, aunque sea una sola vez. En fin. Regina Spektor, viene desde hace años acumulando en silencio, discos notables, solitarios y casi ejemplares. Este último trabajo la muestra más confiada en su voz y en su piano. Suma, sigue sumando melodías que suenan perfectas. Canciones que se construyen desde esa memoria que arrastramos desde hace mucho. Canciones que suenan contra la ventana de mi casa de Villa Crespo y que ayudan al paisaje a modificarse a fuerza de talento que esta mujer tiene y que comparte con nosotros.
Me detengo en " All the Rowboats"; en " Don´t Leave Me (Ne me quitte pas)" o en la perfecta "Small Town Moon" y confirmo, que lo llevada por esta rusita desde Moscú a los Estados Unidos y unido a lo sembrado allí, la hacen sonar diferente. Supongo además que este disco más los anteriores conforman una especie de mural en los que Spektor viene plasmando pequeñas piezas musicales inobjetables.
Un disco notable para este invierno suave que vivo en esta ciudad, que a veces, solamente a veces, invita a la misantropía más radical.
Pero esa ya es harina de otro costal.
Otro disco que acabo de descubrir y que también genera en mí una especie de adicción desenfrenada, es el de una cantante de México llamada Lila Downs.
 " Pecados y Milagros", disco notable, querible y entrañable. Otro descubrimiento en la carrera de esta cantante que a fuerza de talento y decisión ha logrado confirmar una discografía propia y particular. en este su último disco, confluyen sonidos de su Oaxaca natal, de ese México endiablado y entrañable. Esa tierra que en la voz de esta mujer, conforma un paisaje que hace bailar y sonreir ante cada vuelta o curva que tiene este disco. Trabajo esencial de esa América nuestra y no de los gringos. Rancheras, boleros y corridos conviven en este trabajo, que me animo a pensar, esencial y casi obligatorio para aquellos que aman profundamente la música y la poesía que siempre suele desprenderse de ella. La voz de Lila Downs le da vida a ese especie de monumento de la canción que es " Tu cárcel", bolero de aquellos que todavía sueñan con ese amor loco. Pero también están ahí canciones como "Zapata se queda" en compañía de los colombianos de Totó La Momposina a quienes hay que escuchar de vez en cuando para comprender como mueve la cintura este continente incontinente; "Cucurrucucú Paloma" " Vámonos"o "Fallaste corazón", todas canciones que obligan a una pausa para descubrirlas, para saborearlas despacito, con gusto y paciencia. Como siempre deben saborearse las buenas cosas y no a las apuradas como exige el mercado.
En fin, dos discos de dos mujeres, que como siempre digo, las mujeres son las únicas capaces de unir lo útil con lo necesario, motivo por el cual las convierte, para mí, en las dueñas exclusivas del mejor de los fuegos, de aquellos rescoldos vigorosos y de la mejor de todas las cenizas posibles.

1 comentario:

  1. Qué bueno que estés de vuelta. Con lo de la "argentinidad" tienes para rato, no te vas a aburrir. Qué bueno que seas tan sincero. Un abrazo!

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