En Zona

lunes, 22 de octubre de 2012

Brilla Crespo


De a poco comienzo a prepararme. Me voy en pocos días y como siempre suele ocurrir en estos casos, las despedidas formles terminan en desencuentros ruidosos, olvidos, ideas truncadas, desencuentros, nervios, olvidos y una lista de cosas no dichas.
Pero Villa Crespo brilla. Este es mi barrio, aquí me pasa la vida y de a poco, consigo adaptarme a esta manera tan multipolar que tenemos los porteños. Esa cruzada privada que cursamos todos en un todos contra todos. De a gajos, vamos desprendiéndonos y volvemos a patinarnos con una pátina diferente.
Por ejemplo uno dice mil pesos y otro le contesta eso no es nada. Pareciera que el dinero como ese dios que siempre mentan, es argentino.
Nos llueve el dinero. Enarbolamos el romanticismo y nos olvidamos que el dinero es eso. Dinero que a la gente le cuesta ganarlo. Vivir. Vivir pareciera ser para nosotros una gimnasia que hacemos gratis porque somos grandes de verdad.
Damos lecciones al resto de los humanos, señalamos con el dedo el horizonte y todo nos sonríe. ¡Por menos de cinco mil pesos ni me muevo! aconseja el portero al que se para a charlar con él a cualquier hora y por cualquier motivo.
Vuelvo.
Brilla Crespo. Se zarandea la primavera lluviosa que nos cobija. La ciudad o mejor dicho este barrio se nutre de mezclas. Iglesias y sinagogas, bares y cafetines rancios. Centro de fuga de una ciudad gigantesca. Barrio todavía aunque en vías de extinción.
Y sin embargo en sus paredes quedan escritas las acechanzas de ese espíritu barrial, que hasta no hace mucho hacía de este barrio, un sitio casi secreto, cerrado, ajeno. Hoy se percibe su respiración a pesar de la vecindad de barrios viejos remozados y puestos de moda por la tilinguería bien Miami de los porteños rancios, que son a su manera muy miami y viven pensando en China. Rarezas que tienen estos habitantes del puerto.
Se quejan y viajan. Llegan donde llegan, compran con frenético ardor y una vez en el hotel de turno, tijeras en mano, quitan las etiquetas de la ropa comprada para no tener que declararla en la aduana ni al fisco.
Joyitas. Los habitantes de este puerto son una verdadera colección de ejemplares, somos, del mejor cine neorrealista italiano de posguerra. Somos identificables e inclasificables.
Simuladores entrenados en la mejor escuela de supervivencia inventada jamás.
Digo.
Me voy, estaré menos de un mes en Madrid. ¿Qué me pierdo? Nada y todo a la vez. Porque por aquí nada es estático, nada permanece. Todo cobra velocidad. Un rayo. De un momento para otro las cosas se modifican.
Pero.
Este barrio y sus paredes siguen marcando un caminito. A diferencia de Chacarita o de Palermo, zonas de arribistas y especuladores con dinero y nada de buen gusto, este barrio es diferente.  Caballito es un territorio de desmemoriados y nuevos ricos que vive de glorias pasadas y asi el resto de barrios que limitan con mi barrio.
Brilla Crespo no se agranda ni  tiene necesidad de ínfulas. Se  mantiene en esa convivencia llana. Se dibujan las paredes, para dejar marcas, para avisar y marcar territorios. Se lee entonces un paisaje que no se disuelve. A veces, este barrio es una zona de tránsito. Un eslabón para aquel que viaja y discurre en una ciudad gigante. Solamente paisaje para el viajero. Pero para el que habita, es la frontera perfecta, la tierra de uno. El lugar en donde se lució el tango y de donde salió uno de los mejores poetas de este país, que hoy viven en México y que se llama Juan Gelman. Por aquí paraba Leopoldo Marechal y Osvaldo Pugliese vivía aquí nomás.
Suena entonces un tango y se mezcla con un rock. Se vive después de las ocho de la noche como si fuese feriado.
Es decir Brilla Crespo.
Leo en un blog algo que me hace sonreír:

Si dejaste de comprar Clarín 1 día, tu horizonte sensible se amplía.

A la primera semana, el miedo a hablar con los vecinos se disipa.

Al primer mes, ya conseguís novia interesante.

Después de 3 meses de no comprar Clarín, la alegría aflora en cada poro de tu piel, ya rejuvenecida.

A los 6 meses sos completamente feliz y abandonás esos deseos irrefrenables de querer matar a todos.

Después de 1 año de no comprar ni leer Clarin, sos un ser maduro, estás curado por completo.

Si seguís comprando Clarín, el pito se achica. Está probado. Si lees Clarin porque querés informarte, estás enfermo pero sos una víctima y tenés derecho a recibir los medicamentos gratis.

El Estado tiene la obligación de protegerte. Sabelo. Informate. 


Es de Derek Dice.Blogspot.com  Es inteligente y lo recomiendo.
Digo.
Sin nada que temer, a veces uno se acomoda y espera que las cosas, esas pequeñas cosas, se vayan desarrollando y que la vida, esta que vivimos se convierta en algo leve. Uno se cansa de las grandes preguntas y de las casi siempre falsas respuestas. Lo que tenga que pasar será siempre bienvenido y la compañía ue se desprenda de esta situación será de agradecer. Uno aprende con el otro, no contra el otro a gracias al otro. Sino con el otro. Ese otro, de alguna forma es uno, que se entrega a ese otro para ser formado como barro húmedo.
De eso se trata a veces todo esto.
Y así descubro a estos tres neo hippies haciendo un disco bello, inquieto y entusiasta. Me arrebata por momentos este tipo de expresiones musicales. Son de una alegría plena, de ese rescate de de las limitaciones de todo comienzo. The Luminers sacan ahora este primer disco y es la alegría encajonada en un fragmento de música con ganas. Suenan de fondo y alegran la casa, la llenan de un entusiasmo casi, casi perfecto. Debutan y lo hacen a lo grande con este nuevo sonido que trasciende cualquier tipo de aduana. "Flowers in Your Hair" o "Dead Sea" abre el disco y los sonidos de antes vuelven como si solo uno hubiese esperado que esto siempre ocurriese. Pero recomiendo la simpleza de "Ho Hey"  por ejemplo para vislumbrar esto de la nueva escalada sobre ese viejo espíritu de los años sesenta pero adecuados a estos. Seguramente no cambiarán el mundo de la música ni se convertirán en los nuevos paladines de la estética.
Pero suenan en Villa Crespo en estos momentos y se convierte en Brilla Crespo. Las calles mojadas reflejan las luces de una ciudad que se despide del lunes. Y esa música rebota contra ventanas y árboles parsimoniosos.
Vuelvo a lo anterior, no son ninguna de las maravillas prometidas, pero suenan muy bien, desprenden esa ternura necesaria para llevar adelante cualquier tarea. Es buen disco, de esos que sirven para un buen momento, cualquiera sea, sirven y cumplen con su propósito.
Pienso.
Se acaba octubre y me negué a hablar sobre el día peronista por antonomacia. La lealtad. Tampoco lo hice sobre el Che. Es evidente que se me deshoja la agenda. Es evidente que a veces no me sirven los coros y que de a poco me vuelvo casi lejano. Ese sentimiento anarcoide que viene desde lejos. Esa sensación de no querer acordar con nadie. Soldado de la desmesura.
Se termina octubre un mes raro siempre para mí.
Salgo a la ventana y huelo. Brilla Crespo se prepara la comida de la noche. Se oyen voces, músicas y sonidos que hacen latir ese corazón de un barrio apacible.
A pocas calles de casa, está la obra dedicada a Osvaldo Pugliese.
Algún día cuando se den cuenta, terminaran descubriendo que antes de Piazzolla, el primer testarudo que hizo moderno al tango moderno fue el. De su concepción musical se desprendió todo. Con menos prensa que el bandoneonista, con una idea política definida, Pugliese construyó una de las obras más radicales dentro del tango. Que permitió que otros, pudieran crear lo que crearon.
Pero ahí está, a pocas calles este monumento ciudadano. Enclavado en una esquina porteña, en bronce está él y detrás sus músicos sobre un escenario con él también al piano. Buenos Aires, es esto y muchas cosas más. Es esa mezcla de orgullos y bajezas, de traiciones y amores eternos.
Desfilan por la calle millones de buscadores de tesoros imposibles. Hablamos del dinero como si fuese un mal necesario y lo despreciamos.
Arrogantes vamos por la vida, peleando y descubriendo las vilezas a las que nos sometemos y a las que sometemos al otro.
Heróicos y desnudos, contemplamos al mundo como obra nuestra.
Juzgamos al resto como si nosotros fuésemos el resto.
Pero.
Vuelvo a mi barrio silbando bajito, querido y olvidado por los cazafortunas y sus señoras bien miami. Nos queda esa mezcla de ser lo que somos.
Brilla Crespo y me gusta que así sea.
Hasta la próxima

2 comentarios:

  1. ¿Tu mejor entrada? Puede ser.
    Qué maravilla... Pisaré, seguro, algún día Villa Crespo.
    Enamorado me quedo.
    Un abrazo fuerte, compañero,
    Enrique.

    ResponderEliminar
  2. Amigo siempre tan generoso conmigo.
    Algún día este barrio será recorrido por vos y podrás ver esa extraña simpleza que anega sus calles y algunos de sus bares.
    Te mando un fuerte abrazo y el 14 de noviembre estaré con los compañeros españoles en las calles de esa Madrid necesaria.
    Un fuerte abrazo compañero

    ResponderEliminar