En Zona

lunes, 1 de octubre de 2012

Oktubre

Primer día de un mes que vendrá rabioso. Es así, la política mueve con un fervor perpetuo. Todo se agita y todo se discute.
Octubre, mes de cambios. De forma disimulada los grandes medios siguen operando sobre el suceso más que sobre el concepto. Las hegemonías se dirimen en otro lado y mientras tanto, se disuelven en este caliente día a día que transitamos. Se vienen cacerolazos y movilizaciones. Se viene la dureza de toda confrontación.
De a ratos, sobreviven amigos a discusiones chiquitas. Sobreviven algunos reflejos y se destraban algunas certezas. El partido opositor es un monopolio de comunicación, que aglutina el miedo y la ferocidad.
Alientan y no tienen con qué dirigir. Alistan entre la tropa a toda la fauna de siempre. Se impacientan y desnudan su pasión por la confrontación a toda costa, a todo costo.
Del otro lado, empujando la política el gobierno.
Ahí tampoco las cosas son claras. Demasiados datos, poco bajar de políticas y esas cuestiones.
Pero el oficialismo aventura tormentas. Se adivinan cielos negros y cargados. Indicios, leves murmullos y un cierto abandono de ciertas pautas, hacen temblar las hojas de un bosque nunca pacífico.
Se endurecen algunos síntomas.
Los muchachos de uno y otro lado están comenzando a hacer cuentas.
Si bien todavía no entramos en el año electoral. Todos suman con sus lapicitos gastados. ¿Hay correlación de fuerzas? ¿La táctica o la estrategía?
Oktubre como le pronosticaban los redondos en su primer disco.
Así vamos. Comenzaron a circular rumores y el avispero se inquietó.
Entonces prefiero quedarme con un hombre que le hablaba al pueblo por una radio, hace mucho tiempo. Un tipo que había escrito tangos. Que sabía ser testigo de las tragedias de lo que nada tenían. Ahí en es en donde Discépolo acuerda con la historia. Desde su programa, años después de sus éxitos, se arroja al fuego de esta historia, que desde su inicio generó odios, asesinatos y persecuciones. No era nada hasta que se hizo peronista.
Y desde allí, asomado a esa piel que se forjó en torno a una idea, el le habló a esos hombres y mujeres. Descifró como pocos los tiempos que se vivían en un país en donde todo no era para todos. Recibió en cambio y cada día puntualmente en su casa, encomiendas con deshechos, paquetitos con primorosos restos orgánicos del gorilaje enardecido. Mientras escribían en esa pared vivas a la enfermedad que se llevaba a Eva. Mientras preparaban paredones para acabar con tanta historia sublevada.
Así y por eso, en estos tiempos que corren quiero acordarme de él y disfrutar desde ese mar inquieto que somos.
El programa se llamaba "Mordisquito" y era su defensa diaria a un gobierno popular.

No hay té de Ceylan 

"Resulta que antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Sobre todo lo chiquito. Pasaste de náufrago a financista sin bajarte del bote. Vos, sí, vos, que ya estabas acostumbrado a saber que tu patria era la factoría de alguien y te encontraste con que te hacían el regalo de una patria nueva, y entonces, en vez de dar las gracias por el sobretodo de vicuña, dijiste que había una pelusa en la manga y que vos no lo querías derecho sino cruzado.

¡Pero con el sobretodo te quedaste! Entonces, ¿qué me vas a contar a mí? ¿A quién le llevás la contra? Antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Y protestás.¿Y por qué protestás? ¡Ah, no hay té de Ceilán!.

Eso es tremendo. Mirá qué problema. Leche hay, leche sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta.¡Pero no hay té de Ceilán! Y, según vos, no se puede vivir sin té de Ceilán. Te pasaste la vida tomando mate cocido, pero ahora me planteás un problema de Estado porque no hay té de Ceilán.

Claro, ahora la flota es tuya, ahora los teléfonos son tuyos, ahora los ferrocarriles son tuyos, ahora el gas es tuyo, pero…no hay té de Ceilán! Para entrar en un movimiento de recuperación como este al que estamos asistiendo, han tenido que cambiar de sitio muchas cosas y muchas ideas; algunas, monumentales; otras, llenas de amor o de ingenio; ¡todas asombrosas! El país empezó a caminar de otra manera, sin que lo metieran en el andador o lo llevasen atado de una cuerda; el país se estructuró durante la marcha misma; ¡el país remueve sus cimientos y rehace su historia!

Antes no había nada de nada, ni dinero, ni indemnización, ni amparo a la vejez, y vos no decías ni medio; vos no protestabas nunca, vos te conformabas con una vida de araña. Ahora ganás bien; ahora están protegidos vos y tus hijos y tus padres. Sí; pero tenés razón: ¡no hay queso! Hay miles de escuelas nuevas, hogares de tránsito, millones y millones para comprar la sonrisa de los pobres; sí, pero, claro, ¡no hay queso! Tenés el aeropuerto, pero no tenés queso.

Sería un problema para que se preocupase la vaca y no vos, pero te preocupás vos. Mirá, la tuya es la preocupación del resentido que no puede perdonarle la patriada a los salvadores.

Para alcanzar lo que se está alcanzando hubo que resistir y que vencer las más crueles penitencias del extranjero y los más ingratos sabotajes a este momento de lucha y de felicidad. Porque vos estás ganando una guerra.

Cuando las colas se formaban no para tomar un ómnibus o comprar un pollo o depositar en la caja de ahorro, como ahora, sino para pedir angustiosamente un pedazo de carne en aquella vergonzante olla popular, o un empleo en una agencia de colocaciones que nunca lo daba, entonces vos veías pasar el desfile de los desesperados y no se te movía un pelo, no. Es ahora cuando te parás a mirar el desfile de tus hermanos que se ríen, que están contentos… pero eso no te alegra porque, para que ellos alcanzaran esa felicidad, ¡ha sido necesario que escasease el queso!.

No importa que tu patria haya tenido problemas de gigantes, y que esos problemas los hayan resuelto personas. Vos seguís con el problema chiquito, vos seguís buscándole la hipotenusa al teorema de la cucaracha, ¡vos, el mismo que está preocupado porque no puede tomar té de Ceilán! Y durante toda tu vida tomaste mate!

¿Y a quién se la querás contar? ¿A mí, que tengo esta memoria de elefante?."

Enrique Santos Discépolo, 1951.


Espero que sirva, para entender que entre el  ayer y hoy, solo se entronca un espacio de tiempo. Las condiciones si bien diferentes, se parecen a este presente. Solamente en el borde a lo mejor, pero de alguna forma sintetizan esta tensión que habitamos en tanto ciudadanos de un país, que sigue sometido a las mismas dinámicas estructurales de siempre.
En fin, que ha comenzado octubre y todavía faltan cosas por ver y por organizar. Entre ellos y nosotros, hay una historia grande como nuestra alegría y nuestras certezas.
Un fuerte abrazo.


1 comentario:

  1. Estoy impresionado con el diálogo de Discépolo. En mi puta vida podría haberlo yo explicado así.
    Gracias compañero por este pedacito de oro. Haré que se lo aprendan de memoria aquellos que quieran aprender español.
    Un abrazo,
    Enrique.

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