En Zona

sábado, 29 de septiembre de 2012

Postales porteñas I


Buenos Aires se intuye. Esta primavera que reicén comienza a desperezarse con cierta sensualidad vaticina los calores futuros, la poca ropa en las mujeres y la alegría de los hombres por tanta belleza desatada y socialmente aceptada.
Comienzan los días de ceremonias. Los días de esa largura de luz que entusiasma, que s ehace eterna, cadenciosa y benevolente. Sin embargo, esta ciudad del puerto parece no percibirlo. Todo sigue a un ritmo afanoso, todo a una velocidad loca, rotunda y hacia ninguna parte o por lo menos así lo creo. Es una ciudad gigante, que no descansa y que nos somete a todos a una especie de locura prevista en cada esquina, a cada paso.
Siguen las discusiones. Ni el fútbol salva estas distancias que entre amigos se agitan. La pasión es inversamente proporcional al desatino de discutir cosas o cuestiones, que nadie en su sano juicio podría entrever como algo rotundo.
Han vuelto los anti. Los enemigos. Se cruza una estrecha línea y ya no se puede volver. No hay perdón para aquel que piensa diferente frente a una mentira, no ya ante un hecho real.
Las pasiones se desatan, pero no por la pasión, sino por la identificación de aquellos que apoyan una idea de gobierno.
Buenos Aires es una ciudad que se cree un país. Es un puerto, el mismo puerto que siempre estranguló al resto del país. Pero es solamente eso. Un puerto. Una ciudad que queda lejos de los centros de poder y muy cerca, demasiado de la realidad de un contienente emergente y nada más.
Digo.
Ahora que me estoy preparando para viajar de nuevo a esa ciudad secreta que se llama Madrid, compruebo lo desmadejado que me resulta todo.
En pocas semanas entonces en esa Madrid que resiste. Que empuja, que alecciona e indica. Porque lo cierto es que y a pesar de todo esto que nos transcurre, existe esa vieja predilección europea de destruir su continente por lo menos dos veces por siglo.
La policía sigue arremetiendo contra todo lo que se oponga al orden establecido por el neoliberalismo. Represión a destajo para con aquellos que enfrentan esa soledad que se llama ajuste. Se le atraganta a uno el corazón desbocado por la eficacia policial. Se le nublan los sentidos a uno, que mira desde la comodidad de su casita porteña, como as cargas policiales se parecen a ataques demenciales para con personas desarmadas. Llama la atención la no respuesta. Tal vez, para mí y desde esa nacionalidad que porto, me parece una especie de locura, pero tendrá su razón. El pacifismo es difícil de entender, creo que hay que estar muy bien dispuesto a el. Yo no puedo, desde este departamentito portuario, quedarme con ese diagnóstico. Ver a los azules pegar y disparar a discreción, me duele.
Pero he aprendido con los años que saber separar lo importante de lo accesorio, no sólo es inteligencia política, sino también capacidad táctica. Y de ahí, extraigo, creo, mi manera de mirar. El neoliberalismo es genocida. Utiliza el poder de los estados nacionales para reprimir en nombre de esos poderes que saquean países a costa de cualquier costo con tal de seguir exprimiendo.
La policía reprime en nombre del FMI como dice el dibujito y de esas minorías gobernantes que trabajan para esos sectores. Esto no es nuevo ni ninguna verdad descubierta. Lo se.
Vuelvo a Marx, cuando dice: no es la conciencia del hombre lo que determina su ser, sino por el contrario, el ser social lo que determina su conciencia.
Digo.
Si España está atravesada por estas cosas que duelen, por aquí no vamos mucho mejor o si, apenas. Se moviliza la derecha, se mueven en torno a una idea, la de confrontar con el gobierno. Organizan miserias, amenazan con la muerte a funcionarios del gobierno. Ejercen su poder desde los medios dominantes y mienten. En esta especie de "Kristallnacht" motorizada por los grandes periódicos de Buenos Aires, le meten miedo a la gente, a la mayoría que pacífica y escrupulosamente trabaja, manda a sus hijos a la escuela, paga sus impuestos.
Esa mayoría que le dió su voto de confianza de forma abrumadora al gobierno, hoy se ve cercada por la violencia de las clases más pudientes de este país. Se amenaza y se intimida al resto. Se ejerce ese odio criminal hacia los pobres, que y esto no lo saben pero lo intuyen muy bien, es un límite infranqueable.
Persisten con su campaña y vociferan, apoyados en ese orden libidinal del cual procede y se sostiene el régimen capitalista, que como siempre muestra, sigue mostrando las limitaciones de la institucionalidad democrática.
No tienen partido que los represente, porque ninguno puede hacerlo o hacerse cargo de ese odio de clase, sin estar loco y ser arrumbado en el cajón más lejano de la historia. No se organizan entonces.
Eso es algo que nosotros si sabemos y conocemos profundamente.
Vuelvo.
Me voy a España, por unas pocas semanas en semanas más. Vuelvo a uno de los vínculos más intensos que forjé en esta especie de domesticación particular que significa viajar a pesar de que digan en este puerto del fin del mundo, que no es un país en sí mismo, que este gobierno prohibe salir del país.
Vuelvo a España y a buscar esos sonidos que me atraen desde lo más profundo. Es otoño y dejo la primavera porteña por un ratito nada más. Voy buscando nombres y abrazos y tratar de dejar sentado ese amor inamovible que me une con esa ciudad a pesar de la represión, que duele y que abruma. A pesar de estos tiempos de cólera que vive el español de a pie. A pesar de todos esos pesares, vuelvo para comprobar y poco más. Esa ciudad es parte mía y me ha cobijado como buen gato que soy, con su calor y ese cariño que solamente a los gatos suele gustarnos.
Pienso.
A lo mejor estos meses de ausencia nos han hecho bien a todos. Algunos me dirán que la situación es complicada, y seguramente será así. Pero de ellas siempre hay que extraer enseñanzas, nada dura para siempre. Ni siquiera la vida dura toda la vida.
Me quedaré poco, pero vale la pena todo el esfuerzo que esto signifique. No tengo dudas. Pero ese recorrer sus calles, ese cafelito que me espera en El Comercial, viendo al mundo girar, esa sensación de casi eternidad que me invadía siempre entre sus gentes, dificilmente puedan olvidarse.
Es como volver a la mujer amada siempre. A esa especie de amor secreto que siempre une más de lo que suele parecer.
La foto es de Madrid y de un mural en la que la policía nacional decidió borrarle a la misma policía golepando a mujeres desnudas. Eso si, dejaron a las mujeres desnudas en la pared y de ahí, que quisera rescatarla y dejarla entre estas líneas.
Sigo.
Leo el último libro de la periodista Thelma Luzzani "Territorio Vigilados". Un recorrido por esta espina dorsal llamada América. Recorrida que hace la periodista por las diferentes bases de marines de los Estados Unidos afincados en el único contienente de este planeta que no enfrentó guerras entre países hermanos en el último siglo. Estas bases militares, diseminadas por la geografía de este territorio no son solamente para preservar el oro, el petróleo o el agua. Son para impedir esa rebeldía que nos atañe desde siempre. Para controlarnos, mientras nos dicen qu es para combatir el narcotráfico o el terrorismo islámico o tonterías similares. Lo cierto es que como patio trasero que somos, esta nación sudaca, emergente y casi sin crisis capitalistas por ahora, merecemos ser vigilados muy de cerca. Valiente trabajo, bien documentado y necesario para saber de qué color se vendrá el futuro para la región. La lectura de este libro no sirve para tranquilizarnos, pero sirve para estar atentos sobre esta predilección imperial. Sabemos desde siempre quelos imperialismos son siempre racistas, así que sabemos de que forma vien la timba que ellos quieren jugar siempre.
El imperio debe cuidar sus fronteras. Eso es lo que se desprende del trabajo notable de Luzzani, que llega en su momento justo para descubrir nuevas pistas. Se puede leer y se recomienda leerlo como una novela policial.
Por último me quedo con el maravilloso disco de Dave Holland, que descubrí hace mucho en España. Disco memorable y notable, que tiene la impronta de ser una big band al mando de este contrabajista histórico dentro del mundo del jazz. "What Goes Around" es una especie de lección que este tipo con cuatro o cinco décadas de historia a sus espaldas nos regala.
Es un trabajo maravilloso de 2002. Un trabajo que impresiona y deslumbra por partes iguales. Al talento de Holland se suman los talentos de doce músicos que siguen la invención de este  talentoso músico, que siempre buscó nuevas fronteras y nuevas carreteras que surcar.
Es un buen disco, un muy buen disco de jazz, de esos que quitan el aliento y recargan las pilas de cualquier persona sensata y amante de la buena músic.
Digo.
Mientras la ciudad este sábado se apresta a sacar a relucir, como buen puerto que es, sus luces de neón y su desenfreno, yo me preparo para una reencuentro que me viene pidiendo el cuerpito. Esta noche, los amigos me esperan y charlaremos en una casita suburbana mientras el fuego, que no es fatuo, irá dorando carnes y otros pecados.
Un abrazo.



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