En Zona

jueves, 13 de septiembre de 2012

Una tardecita Piazzolla

A veces es cierto, me descuelgo de la rama en donde vivo y recorro el paisaje. Toso. Me se hacen cuesta arriba las cuestas arribas. Me distraigo y de repente, me surge esa sensación de músicas, anécdotas y vidas que he viví en otra historia.
El tipo era un reaccionario de aquellos. Pero sirvió.
Sirvió para pelearnos con nuestros viej os, tíos, vecinos y futuras suegras. Este tipo, Astor Piazzolla arremetía contra el mundo de los viejos. No coincidíamos en nada, sin embargo de a poco, se nos fue metiendo en el cuerpo. Esa rabia creativa, esa sensación de amplitud que sonaba en su música. Discutíamos. Era o no tango. Era música y con esa música también crecimos un día descubriéndonos inmersos en un mundo casi paralelo.
Pero el tipo era como Borges. Opinaba y cuando uno lo leía o escuchaba allá por los finales de los años sesenta, no podía creer, lo que decía muy suelto de cuerpo.
Hago un punto.
Me prendo un cigarrillo, lo tengo de fondo, suena este "Libertango", disco grabado en Italia, rodeado de músicos italianos. Muchos músicos para seguirle el tranco a este músico que encandila con su música.
Pero la cosa para mí comenzó muchos años antes. Cuando escuché por pirmera vez "Balada para un loco" en la voz de Amelita Baltar y después, en un gesto único en la voz de Roberto Goyeneche.
Me explotó la vida. Me sigue explotando la vida cada vez que me recuesto en este tango, en este sonido mío, propio, particular.
De golpe me hice grande y siempre me sonó en el corazón.
Me dejo llevar por esas golondrinas de las que habla la canción. Me quedo prendado de la ventana. Mi ventanita florida. 
Resulta que en el año '69, un tío rebelde que tenía por ahí, se robó el disco en una casa de discos.
Y ese disco sobrevivió hasta no hace mucho tiempo en la casa
de algunos de los tanto sobrinos nietos, que cosechó este señor a lo largo de su vida.
En fin, me cuesta detener el tiempo en esa circunstancia. Recuerdo o me imagino, que andábamos en penumbras viendo atardecer, mientras este disco sonaba de fondo. Los dos tomando mate, mientras las mujeres prepraban la comida. Los hombres somos como los leones, nos alimentan siempre las leonas.
Hoy pienso en la actitud de Goyeneche. Tanguero de ley, que en medio de los más crueles ataques que sufría Piazzolla por su música, decidió grabar con este músico.
Sin embargo Piazzolla por ese año 1969, ya había trabajado largo en tango con la mejor orquesta que se tenga memoria: la de Aníbal Troilo, hasta que rompió con el tango tradicional. Además en este disco estaba "El Gordo Triste" que decía: "Por su pinta poeta..." y con eso creo que como un águila taura ya tenía suficiente.
Así Goyeneche se pone a disposición del bandoneonista y graban este monumento de la música porteña.
Cambio.
¿Fuí feliz?
Creo que si. Con heridas y cicatrices, creo que cumplí bien con esto lo de la felicidad. He acumulado palabras y caricias, me hice grande, me enamoré mucho y me quisieron también mucho.
Pero eran años de mucho vaivén.
Casi no había tiempo para intelectualizar la música y mucho menos la de Piazzolla.
Era la tanguedia no me cabe ninguna duda.
Como baqueanos del alma, íbamos todos. Aristócratas de arrabal, enfundados en nuestras palabras convencíamos y nos convencíamos al mismo tiempo. La ciudad se destejía y volvía a tejerse a cada hora, mientras algunos lloraban como el viento otros le mordíamos el alma a esa soledad que nos anunciaba algo que todavía no descubríamos.
Como buen gato, solía andar por los tejados.Seducía a las estrellas y me dejaba seducir a cada minuto.
Y ahí, como un buen vaso de ginebra o vino tinto, se aparecía siempre la música delirante de Piazzolla
que soñaba y sonaba por mí. En más de una oportunidad me sirvió para decir a media voz, aquellas cosas
que jamás se dicen en voz alta. Me traiciono. Me dejo llevar por esta locura de vivir en una ciudad casi inmediata. Una pose. Una forma de ser casi secreta.
Así descubríamos entonces esa cosa de vivir en un mundo casi desierto, repleto de enemigos o simples contrincantes. Piazzoleando, si es que existe, fuímos entonces desmontando acertijos que nos tiraban los mayores.
Testigo seguí acumulando músicas a pesar del silencio. Aníbal Troilo esa especie de padre fundador, junto con Gardel, Carlitos de la mitología porteña hecha música, cuando murió, le dejó su bandoneón a Piazzolla. Y este le devuelve, le devolvió con gratitud una suite como homenaje.
Disco bravo si los hay. "Suite Troileana", ocho movimientos apabullantes, modernos, intactos a pesar del tiempo transcurrido. Situaciones de amores contrariados, enviudados de todo placer, se quedaron así aquellos que defendían algo que se había muerto de vejez muchos años antes de darse cuenta.
El día que escuché este disco se me calmó el mundo por un momento.
Me dejo llevar.
La tarde se muere, comienzan los calores de una primavera, mi primera primavera porteña en años. Otra vez el perfume de los jazmines vuelve a indicarme los caminos de esta ciudad.
Un sentimiento que se baila. Eso dicen del tango. Es casi como el peronismo, que es un sentimiento pero que nos hace bailar de tanto en tanto. En fin Argentina.
Vuelvo a Piazzolla mejor dicho a lo que representa este tipo para mí.
Esa libertad conquistada desde la lucha en forma decidida. Esa razón de ser para esquivarle a los límites dentro de esa necesidad de no conformarse con nada.
La premeditación del conformismo. Esa pausa casi natural que todos hacemos en determinado momento de nuestras vidas. Esa pausa previa al conformarse, ese miedo al precipicio, se aceptar de una buena vez y por todas los límites. No ser más loco ni loca. Dejar de dejarse llevar por el deseo, el impulso, apenas la pasión.
Por diversos motivos, siempre terminaron echándome de casi todos los colegios a los que concurrí.
Faltaba a clases, me oponía a la educación formal. Me enamoraba de señoritas más grandes que yo o incluso de una profesora de una provincia lejana llamada Jujuy. Poeta, casada y sin hijos. Audaz era todo por aquellos años. Ya sabía besar, ya había aprendido, así que en el calor dejé hacer, como dejan hacer los leones por supuesto.
Me dejo llevar.
Vuelvo. El Kronos Quartet convoca a Piazzolla para grabar este "Five Tango Sensations" a mediados de los años '80. Cuatro músicos de cámara rodeando al del bandoneón. Música de cámara con rastros de carmín de algún tango pérdido. Solamente con prestarle atención a "Despertar" vale la pena los años agonizantes de desconocimiento que llevamos en el lomo.
Es muy grande la música que este hombrecito hizo durante su vida.
Claro no era música para ardores. Era y es música para dejarse llevar. Lejos, muy lejos.
Vuelvo al conformismo.
Entonces en esa momento, unos y otros, cuando llega, nos transformamos en desconocidos entre nosotros. Yo siempre le pedí más. Exigí más. No acepté, aún hoy, no acepto ciertas fajas ni ciertas fronteras. Así me va, pero no me quejo.
Aprendí también que en el paquete, venía la clausura de la queja.
 Y así uno se fue buscando entre abrazos, juramentos y olvidos. Descubrir a este músico, hoy me sigue
sirviendo para descubrirme asombrado, en silencio ante ese talento arrollador. ¿Es tango? No, es simplemente música, que le escapa al control mediocre de aquellos que quieren sujetar todo por miedo a trastabillar. Juntando pedazos, juntando los pedazos que quedaban de casi todos nosotros, con divorcios a cuestas, nombres cambiados, con hijos, con secuelas del miedo, en medio de los años '80 Piazzolla seguía indicando caminos, dándole rienda suelta a su locura. Locura también que era la nuestra. Así y de golpe, innombrados, seguíamos con algunas rutinas. Una de ellas era no discutir ya sobre este tipo que nos había acompañado con sus más y sus menos.
Gorila y de derechas, no nos conmovían sus palabras. Solo nos importaba su música y en ella, está todo lo que somos, soy, hoy algunos.
Have poco descubrí este impresionante disco grabado en vivo en Nueva York.
Después de mucho tiempo vuelvo a escuchar "Lunfardo" mientras escribo esto. Me emociona el recorrido de esta música. 25 años después me asomo a esta revolución que hizo este hijo de peluquero con la música. Su quinteto sonando con ese furor y esa limpieza. Ahí en "The Central Park Concert", están además la bella "Mumuki" y "Verano Porteño" entre otras.
El mundo se detiene y vuelve a girar.
Piazzoleando. Arrimando el hombro. Así como perdidos en medio de las noches, renegando de esa música nacional que a veces es como un lamento, nos fuímos armando.
Paro un momento.
Me hago mate y sigo con estas distancias amorosas que atravieso.
Así como todo acaba, quedan en el tintero discos de este hombre se atrevió a todo en pos de su idea.
No coincidíamos casi en nada, sin embargo me sirvió para adentrarme en otros paisajes. Así de su música se fueron desprendiendo para mí, sensaciones a las que se le sumaron sonidos y palabras. Rastreo en mí y me cuento este exilio, a mí. Me dibujo esa memoria y me deliro acompañado por este día que acaba y que es jueves 13.
Recuerdo entonces esta música que también está en esta vida que llevo.
No era fácil. Sigue sin serlo. Hay que tener paciencia y saber resistir la comodidad de ese conformismo, que paraliza, que justifica el miedo secreto a la vejez. Con Piazzolla, yo aprendí un poco más. Me dejé llevar enamorado. No me importa. Pero la certeza me obliga a reconocerlo a él ya mí, jugando una historia lenta y sin reproches.
"The Lausanne Concert" fue el último disco que grabó Astor Piazzolla. Un concierto ejemplar con una nómina de músicos que son un lujo. Un disco que nada le debe a la vida, como dice otro tango. Un disco que cierra de alguna forma una forma, pero que al igual que toda su obra, sirvió, sirve para abrir caminos y que sabe no ponerse vieja.
Cambió la forma de entender que tenía yo en algún momento. Ni mejor ni peor. Me hizo vislumbrar la posibilidad cierta de crecer sin límites. De fomentar en mí, la mejor educación posible. Esa que hice solo y a solas. Esa que me sigue indicando pautas y obligándome a seguir buscando.
¿Qué?
Nada o todo. Así se juega el partido siempre a todo o nada. El resto son cosas de nenes y nenas domesticadas o domesticados.
Yo sigo con este aire primaveral piazzoleando de lo lindo, porque me lo merezco o porque solamente tengo ganas de ello.
El resto, el resto casi siempre se compra hecho.
Un saludo

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