En Zona

jueves, 6 de septiembre de 2012

El siestero

Y si a veces me ocurre. En la mejor hora del día para algunos, me planto y me digo, ahí vamos otra vez con esto de buscar desquite con una lengua muerta.
Harto de escuchar la finitud de debates fútiles. De mediocres pensamientos verbalizados sin pudor, sin siquiera un buen preservativo, para evitar lo que haya que evitar si es que eso es lo que importa finalmente.
Discuten infantilmente. Sobre quén la tiene más interesante, sobre si el tamaño importa o sobre quien es el mas guapo de la cuadra o de la calle.
Estéril es el intento por tratar de sustraerse. Los que odian, odian de forma desenfada, demostrativa y con las cámaras de televisión encandilándolos, gustosos de sí mismos, enamorados de su furias.
Los idiotas deberían poder vaporizarse, de esta manera nos habría de evitar tantos malos tragos, traiciones y cuernos.
¿Realmente qué se discute hoy en el mundo? ¿Cómo habremos de ir al matadero? ¿Cuándo?
Nada, en realidad nada.
La derecha nunca discute nada y la izquierda sigue montando el caballo por la izquierda y desmontando por la derecha. Entonces mejor no desafiar tanta mediocridad.
Vuelvo al siestero que me atañe.
Jueves lluvioso, gris. Pereza, ganas de estirar la dicha. De hacer biografía propia. De dejarse de embromar con tantas tonterías.
Me hago mate.
Mañana me voy al sur, buscando las sonrisas afables de mis nietos. A festejar el cumpleaño de Camilo el mayor de mi hijo mayor, pero el segundo por que mi hija me hizo abuelo hace unos años de Lautaro, que es mi primer nieto.
En fin me adentraré en esa pampa húmeda, inabarcable para el ojo. Cruzada por los vientos y las calandrias, casi un día de viaje entre la ida y la vuelta, me servirán para tomarme con más liviandad lo que habrá de venir.
Por ahora me quedo con las futuras sonrisas de mis nietos, los dos o tres días, que los veré evolucionar en torno mío.
Es un país grande este, afortunadamente no todo es Buenos Aires y esa perfecta ocuridad porteña de hablar de todo, todo el tiempo.
Sigo con el matecito.
Me soplan al oído que la Argentina es el primer productor mundial de aerosoles, de pinturas en aerosol. ¡Bravo! me saludo en baño frente al espejo. Más contaminación o esas cuestiones que siempre suelen ser muy modernas, pero que terminan aniquilando algo de nuestro alrededor, que cuando lo echemos en falta seguramente será muy tarde.
En fin. Campeones de algo, si no no tiene ninguna gracia.
Sigo.
A veces me asalta la sosprecha de estar siempre, en estos tiempos y en estos territorios, de estar haciéndole el juego a alguien. No hay claridad, ni siquera una breve discusión sobre lo que será este futuro a corto plazo que nos tocará vivir a los argentinitos en año próximo cuando haya elecciones.
No hay políticas, ni de abajo ni de arriba. Solo breves y difusas indicaciones.
Siempre me gustaron los siesteros porque me ayudaban a pensar.
Pienso.
Ciertamente no alcanza con arañar la realidad a través de un periódico o un noticiero de la tele. Bastante se tiene con la fenomanal desinformación a la que nos tienen sometidos.
Por eso internet de alguna forma democratiza estos canales de inofrmación paralelos. Mezcla de periodismo, diarios íntimos, diarios de viaje, literatura y desenfado, los blogs son una apuesta.
No se es dueño de la verdad. Tiene muchos testigos y todos tienen acceso a descifrar la información de la manera que quiera.
La caída del poderío de las grandes cadenas informativas es paralelo al auge de los nuevos métodos de comunicación.
No compro más un diario ni miro más un telediario. Lo que busco, lo busco en otras latitudes y escrito por otras manos. Y de ahí conformo mi opinión, me rebelo contra el poder asimétrico de los medios de dominación.
Por eso cuando los poderosos toman partido, uno sabe que invariablemente deberá estar en la acera de enfrente, ya que los que llevan las de perder, son nuestros compañeros.
Mañana se cumplen 42 años de la muerte de Fernando Abal Medina y de Carlos Ramus en una pizzería de William Morris, delatados por el dueño, se enfrentaron en inferioridad de condiciones contra una partida de sicarios. Cayeron combatiendo. A Abal Medina lo dejaron morir desangrado en el suelo del local.
Cambio.
Recupero la tranquilidad con el último disco de este músico británico. "Cut the World" se llama este trabajo de Antony and the Johnsons, grabado en vivo en Dinamarca y acompañado por la orquesta nacional de ese país hace justo un año. Disco generoso para aquellos que encuentran en este artista los datos necesarios de un camino complejo. Para algunos como siempre, es un andrógino que busca ubicarse entre aquellos, que solo desean consumir este tipo de rarezas. Sin embargo este músico es una especie de talento que deslumbra. Dueño de una voz llamativa, de unas composiciones que desde hace algunos años, sirven para conocer el rastro que deja lo que no merece grandes campañas de prensa ni conciertos masivos auspiciados por la gaseosa que te hará mejor amante. Esta música está directamente ligada con los caminos de busqueda incesante, que siempre desde algunos vectores de la creación son los más atractivos, ya que rompen y en ese romper siempre estará todo.
Antony Hegarty, ya que ese es su verdadero nombre, viene desde hace mucho tiempo recolectando sensaciones a través de la música. Este trabajo es el último, no son canciones nuevas, son canciones de siempre, ahora acompañadas por una gran orquesta y con su voz y su impronta.
Vale la pena, entonces dejarse llevar. Amasar un poquito por los placeres más ocultos que tengamos y disfrutar, nada de andar perdiéndose las vidas que nos quedan en charlas serias y terminantes.
A lo mejor se trata de esto. De comenzar a pensarnos de otra forma. De iniciar el recorrido desde adentro hacia afuera para tratar de rescatar algo de esa esencia que somos o que intuímos apenas sobre nosotros mismos.
Dejarnos llevar por la impronta de un buen amor. De una posible felicidad, de esa ternura que nos hará siempre distintos a nuestros enemigos. Volver a cada una de nuestras preguntas, buscarnos por el tacto, el olor o la saliva. Quedarnos en un bar tomando un café, mintiendo una vida. Gustarnos a pesar de las derrotas, aceptarnos en la pasajera levedad de una mirada o de una sonrisa regalada.
Acarrear libros y papeles escritos. Enfrentarnos desde el llano al dolor que nos rodea, que nos alambra
tanta vida. Así, de golpe volver a Julio Cortázar, para embromar, para desenrrollar una broma y soñar con La Maga, con París, con los gatos, con el jazz y con el sexo como se debe, no como los curas nos recomiendan, sino como nos salga a nosotros.
Rebeldes, capichosos, incendiarios, amantes prófugos, artistas hambrientos, soñadores profesionales, secuaces de la vida, risueños delirantes ladrones de libros.
Mejor me vuelvo a mi siestero y dejo pasar lo que queda de este lluvioso jueves de partidas y despedidas.
Hasta la próxima.




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