En Zona

martes, 18 de septiembre de 2012

Casi sin ganas

Me niego. Me declaro en huelga. Me quedo debajo de aquel árbol rodeado del olor a jazmines que viven en esta ciudad cada primavera. No tengo ganas.
Llueve y el viento viene del río. Dicen las viejas que es sudestada. Se cae el cielo. Me quedo mirando por la ventana, escucho música. Me dejo llevar.
En poco más deberé volver a España. Tengo ganas de hacerlo. Reencontrarme con parte de mi vida. Estar con mis amigos y con ellos, reir y charlar. Dejar escapar el tiempo insensato.


Pero hoy llueve.
Se paraliza todo en una ciudad como esta. Se complica y se vuelve casi anormal. Llueve y a uno se le van las ganas, se pierden como esos barquitos de papel que hacíamos a la hora de la siesta de los días lluviosos de nuestra infancia.
Dejo por un buen momento de pensar. Me asombra esta sensación de inobjetable lejanía que me acomete con estas lluvias.
Me había desacostumbrado. Llueve y parece que es en serio. El invierno se despide con lluvia y frío. Narices rojas, bufandas y el cuerpito que no le responde a uno como debiera.
No, no voy a decir nada del presente en este país y el mundo. Me niego.
Me distraigo mirando anochecer.
Mejor me preparo el mate y sigo.
De fondo suenan El Cuarteto de Nos. Lo dejo correr.
La música sigue siendo un buen alimento a la hora de encontrarle atajos a estos tiempos de vigores y otras minucias.
Me dejo llevar entonces y me divierto con esta música.
Entonces el último trabajo de este grupo me llena la casa de sonidos, de frases inteligentes, de disparate puro. De esta locura que a veces no podemos ni ya queremos disimular. "Porfiado" se llama y cierra una especie de trilogía de esta banda. El Cuarteto de Nos vuelve a regalar talento con un par de canciones que logran su cometido. Escuchar las letras montadas sobre música.
Nada debe sernos ajeno. Mucho menos el talento, las ganas de prevalecer desde una idea. El talento no se compra. Me detengo y escucho "Buen Día Benito", no paro de sonreír y de ponerme bien a fuerza de descubrir las sutilezas y la dirección que tiene una canción que más que canción es una promesa de verdades. entonces me acuerdo.
Porque, nosotros, los gorditos, los tartamudos, asmáticos cuando íbamos al colegio, además de luchar contra el acné teníamos que pelear contra los más guapos, atléticos y malos del grado o del curso. Esos que tenían a todas enamoradas y babeantes detrás de ellos. Los ídolos del patio y del aula.
A lo mejor, hoy estos mismos deportivos de la crueldad infantil viven con miedo el posible reencuentro con esos otros, que se refugiaban en libros, secretos y silencios. Es que ellos siempre tenían un par de puños endemoniados. Así aprendí a defenderme y también comprendí, que había mujeres que querían un buen par de frases, además de un buen par de puños.
Yo tenía siempre un par de frases, siempre a mano.
Volvía de la guerra cada vez que volvía , del colegio. Mi madre quería ir a hablar con el director, mi padre no.
Vale la pena escudriñar ese pasado que la mayoría habrá vivido en algún momento de esa crueldad que se llama educación.
Vuelvo.
Me gustan estos músicos que me completan de alguna forma.
Llueve. Se viene el agua del sudeste. Esto trae mucha agua, inundaciones y demás maravillas naturales que nos confirman lo chiquitos que somos a pesar de todo.
Hoy hago el vago.
Me dejo llevar. Me reconozco débil, demasiado errante, errático mejor dicho. Miro el agua caer y la música de fondo me permite descubrir viejos sentimientos, sensaciones nada grandilocuentes ni terminantes. Cosas del no hacer.
Personaje de Oblómov, eso quiero ser hoy. Y me lo permito.
Va oscureciendo y la cosa se pone mejor. El azul profundo de la noche terminará de desvestir este martes, meterse en la cama, oir el repiqueteo de las gotas contra los cristales. Aferrarse a la precepción del mañana qu será otro día y dejarse. Siempre dejarse.
Que otros, hoy, tomen la posta. Que se enojen y se enamoren otros. Yo, me quedo donde estoy, fantaseando con nombres ajenos, con cuerpos soñados, con ideas de otros.
Este invento del trabajo es una especie de maldición diabólica. Me tomo un respiro, me abrazo a la sensación de dejar pasar este día de lluvias.
No me deprimo, ni me abate la grisura. No, solamente no tengo ganas de hacer nada. Solamente es una cuestión de hoy no cuenten conmigo, el mundo bien puede seguir este día sin este servidor.
Dejo llover , mansamente, me invento opciones, me propongo acciones, me atrevo y cambio de música. Nada que me atore en esta sensación de culebra que es el pensar. Busco entre mis papeles, algunas pistas por donde seguir. Pero no.
Mejor espero que pase el día.  Que se pierda y a esperar otro.
Entonces con el cerebro hecho un bonsai, me dedico al instrumental placer solitario. Es decir, dejo de trabajar a mi segundo órgano favorito y espero que mi encefalograma salga plano, así nadie pregunta nada.
No pienso.
Me niego a tomar cualquier determinación hoy. Llueve y eso es suficiente para solamente mirar. Porque el mirar, siempre es bueno. Aunque muchos se asustan de el mirar sin participar. Ilusos, todo es pura imagen, nada más que gesto al fin.
Eso, lo dicho. Hoy jubiladamente absorto, me dedico a esperar. Solo eso.
Hasta la próxima entonces.

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