En Zona

sábado, 6 de octubre de 2012

De alguna manera

Uno sigue, yo sigo fatigando estas distancias que solo yo conozco, reconozco como propias. Mías y que me sirven en este guardarse y rescatar, gestos, sonidos, viejas fotos ya despintadas por el tiempo. Así también me voy nutriendo y creciendo como una raíz ciega en medio de la oscuridad.
Hace muchos años, pero tantos que el mundo era demasiado grande como para comprenderlo, para asimilarlo.
Una tarde de mis quince, creo, me encontré con mi padre en una de las calles más truculentas que siempre suelen tener las ciudades portuarias. Venía contento, relajado, y ese era ya todo un dato. Me abrazó y generoso me llevó a un bar. Charlamos un rato y antes de seguir camino, me arrastró hasta una disquería, entramos en el negocio y de fondo sonaba algo diferente para mí y supongo que para él.
Ahí, me regaló este disco. Desde ahí a mí se me abrió un mundo nuevo. De a poco, me fuí alejando de ciertos recodos y me adentré en una música definitiva para mí. Con "Dejà Vu" me hice grande. Me dediqué a ellos con cierta pasión. Un disco para mí paradigmático y necesario. Esa primera versión en vinilo me duró años, sonaba con chispas y frituras de tanto escucharlo, de tanto manosearlo.
Escuché hasta el cansancio "Long Time Gone" o "Carry On", repetí una y otra vez "Dejà Vu" para descubrirle el truco como un obsesivo desenfrenado.
¿Cuántos años pasaron? ¿40? ¿40 y pico?
Una vida. Sin embargo Crosby, Stills, Nash y Young siguen pegados a mí a partir de este inicial paso que sin querer, crucé con ellos. Fueron de esos pocos momentos luminosos que me atravesaron, que me permitieron crecer al compás de una música definitiva. Ellos, eran la historia de una cultura dominante y yo, era el inicio de mi propia verdad cultural. Además eran la contracultura. Eran la alternativa.
Esa tarde o esa noche, me electrice frente al tocadiscos. Fueron horas de quietud. De repetir la cermonia, una y otra vez hasta el cansancio. Sonaban y cada vez, me parecían distintos, matices nuevos jugueteaban en el cielo raso de ese minúsculo sitio que habitaba en el mundo.
Asi de simple y asi de confusos eran aquellos tiempos. Pero había tiempo para todo. No escaseaba y cambiaba a cada rato, a cada instante. Se hacían eternos los días por vivir.
Además y por aquellos años acarreaba los discos conmigo. Los llevaba a cada casa que se me cruzara por delante. Acampaba en ellas, con mi cargamento de discos de vinilo y sus correspondientes tapas. Era una especie de chiste para aquellos que me conocían por aquellos años.
Llevaba discos y libros conmigo. Una mudanza a perpetuidad encarnaba. Mi morral verde, mi poncho colorado, mis botas viejas, mis pantalones gastados, un paquete de cigarrillos siempre arrugados, un cuaderno, algo para escribir mis poemas balbuceados, mi insolencia armada.
Digo.
Por esos años lejanos, los amigos que tenía eran. Se ponían de novios con compañeritas de colegio, se juraban amores eternos. Eran indescifrables algunos de ellos. La ocurrencia pasaba en medio de esa vorágine, por comprarle ropas a sus respectivos amores. Ellas y ellos, compraban ropa que le regalaban al otro.
En cambio a mí solamente solía ocurrírseme la variante distinta. Solo quería desvestirlas. Que ellas solas se vistieran. Diferencias sobre el amor de siempre.
Ellos y ellas, vivían en un mundo de casi porcelana. Primeros amores. Como no soportaban el como yo era, vivían haciéndome proposiciones, presentándome virginales niñas de colegios de monja. De ir a pararnos, mis amigos y yo, a la puerta de esos colegios para esperarlas impacientes y yo aburrido.
Yo, yo era impresentable.
Poco tiempo después salió este disco. Ya sin Young, pero con un tema cantado por él. Este disco en realidad es anterior a "Dejà Vu", pero en estas pampas, como solía ocurrir, salió impidiendo saborear los cambios cronológicos de estos tipos.
Sin embargo a mí, de alguna forma este disco me confirmó las sospechas que tenía. Certificó mi gusto, mi entrega absoluta a este grupo.
Con la aparición de este disco, las confluencias que se iban dando naturalmente, comenzaron a tallar fuerte. Eran tiempos de decisiones. Tiempos de cambios. Aparecieron otras obligaciones en mi vida, sin embargo seguía con ellos a todas partes que me permitieran. Me dejaba llevar por la historia, y solo conservaba algunos rastros de mi vida al galope. En este disco está la versión en estudio de "Suite: Judy Blue Eyes", no la que ellos cantaron en vivo en el festival de Woodstock durante el verano del '69. También figuran ene ste disco "Marrakesh Express" y la monumental "Guinnevere"
Pero igual servía. A mí me servía todo para seguir adelante, para seguir acumulando datos de esta historia que me tocaba vivir.
Recordándolos hoy, la calma de una ternura profunda me inunda de placer. Sigo escuchándolos y montados sobre ellos, rescato nombres olvidados, amores perdidos, abrazos y besos quietos en el calendario del alma.
Me recuesto sobre ellos y vuelvo a apagar la luz mientras estos tres cantan de nuevo en mi departamentito barrial.
Y ahí están de nuevo, recordándome que nadie puede cambiar de vida del todo. Solamente algunos trazos, algunas pautas. Pero las muescas hechas quedan.
Digo.
En esta elaboración que uno hace como despedida debe estar el secreto de todo.
Cuando entre el mundo del secreto, comencé a alejarme de mi inocencia, de ese inconformismo perpetuo. Sin embargo, esta música como una foto, no pude olvidarla del todo. La lleve por ese desierto en donde me metí por decisión propia. De forma consciente y con ganas.
Mis amigos también hicieron lo suyo. Algunos ya no están en este trayecto, pero también están. Sus novias, algunas tampoco están, otras se casaron con gente de bien, son enemigas y olvidables.
Otros amigos, se fueron, volvieron, estudiaron y  el intento por olvidar se les nota en el cuerpo. Otros siguen otros caminos. Alguno es delincuente otro abogado que lo defiende siempre.
Algunos de mis amores que disfrutaban conmigo escuchando "Teach Your Children", mientras nos refugiábamos en almohadas libertarias hoy enarbolan cacerolas o rezan por la libertad y la paz de Venezuela.
Vuelvo.
Al poco tiempo salió esta obra de arte. "4 Way Street", disco en vivo de los cuatro. Disco impresionante, doble. Era más difícil de transportar, sin embargo es uno de esos momentos de la certificación del talento. Si dios existía eran estos cuatro tipos cantando en una especie de despedida. De final de ciclo. De cierre a una historia notable encarnada por cuatro músicos decididos a cambiar la historia de una época.
Concierto grabado en vivo, tercer momento de una especie de amor, que me sedujo, que todavía cuando me detengo a escucharlos, vuelven a seducirme.
Cuando este disco apareció en Argenina, las tormentas ya estaban desatadas. Era 1972 y no había forma de compartir esto sin ser una especie de demonio desatado. Como yo lo era, seguía escuchando esa respiración derramada como música por el viejo a parlante mono que tenía conmigo.
Muchos años después, en otra vida, conocí en Playa San Juan, a alguien que tenía el disco y mirando esa playa transparente, me dejé llevar por esa ternura hecha música. Más viejo, yo, ellos detenidos me confirmaron que la música, de las artes tal vez sea la más peligrosa por su acción sobre nuestro discurso.
Vuelvo.
Debe ser de esa época que me narra, en la que comencé a regalar siempre, discos y libros. Nunca regalé otra cosa. No puedo, no me sale. Siempre en cumpleaños, fiestas de fin de año o aniversarios o simplemente despedidas o el cambio de un amor por otro amor, ofrezco de mí este regalo. Música y literatura. Nada que calme el hambre material solo algo que ayude a crecer, al otro y a mí.
Digo.
Después les perdí la pista. Poco y nada me interesó de sus carreras solistas. El embrujo había desaparecido. Me sigue gustando Neil Young, por ese costado de rock and roll que lo consume. Del resto, prefiero escucharlos en ese momento rotundo. De mi vida y de la de ellos.
Atrás como siempre quedan recuerdos, palabras dichas o palabras no dichas a tiempo. Quedan las sensaciones caminando sobre mi piel. Esa emoción de estar cerca de la gloria eterna cuando todo me parecía eterno.
De alguna manera, a veces vuelvo a ellos y me vuelve ocurrir la misma cosa. Me asalta esa especie de alegría salvaje, de inagotable fervor y recorro todo el espinel de las preguntas que por aquellos años se desnudaban para mí. Rescato esas pequeñas cosas, que me formaron en esta cosa rara que soy hoy. Sin grandes verdades que entregar, con muchas más fallas de las previstas inicialmente aquella tarde que me encontré con mi padre contento en una de las calles de este puerto.
Con defectos, toses, distracciones, malhumores, con dolores en partes del cuerpo que no sabía que poseía hasta el dolor. Con desencuentros y muchas alegrías. Así rescato a estos cuatro músicos para que me sigan cantando mientras dure esta fiesta, que me vive con ardor desde un tiempo a esta parte.
Que no sea nada.

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