En Zona

viernes, 30 de marzo de 2012

Una cuestión de amor

Y es así. Nos vamos dejando espumas. Sonidos y palabras. Dejamos algunos nombres y varios abrazos. Pero hoy mi barrio, Pinar del Rey es una fiesta de sol. He quitado las cortinas de casa y el sol me entra como a un gato perezoso, mientras las pulgas se evanden de ese calorcito primaveral que me saluda.. Un gato al fin y al cabo deseoso de calores antes de las despedidas.
Vivo en Pinar del Rey, un extenso segmento verde se asoma en la esquina de mi casita. Hacia el acudo, cuando quiero silencio, cuando los humores me distraen. Cuando el día apetece para perderlo mirando, sujetando una palabra o simplemente fumando distraído a la sombra de un pino, arrullado por el zureo de las palomas. Es un día perfecto, mucho sol, poca gente y un libro de ladero en este viaje tremendo y azaroso que emprendemos siempre los que todavía tenemos ganas. Entonces alargo la espera, solamente me quedan unos días en este sitio y pretendo, quitando de lado todos los menesteres lógicos de las partidas, gastar mi tiempo en esto, esta especie de oda configurada por mí en el no hacer, en el quedarse quieto. Así de a poco se van escurriendo los días, va quedando la sensación de extrañeza. Ser un extrañado. Ser solamente un nombre, una mota en un entramado mucho más fuerte y denso. Ser ese segmento que se pierde en un segundo, que se evapora.
Veo mis plantas resistiendo ya sin mí. Seguirán absorbiendo vida como han hecho desde siempre. La vida sigue, es solamente esa vieja cuestión de amor la que corrige, la que impulsa, la que en definitiva define. A veces nos damos cuenta, otras en cambio, avanzamos rabiosos, dejando marcas, costurones para que alguien nos recuerde acaso.
Pienso.
Camino por López de Hoyos, cruzo La Gran Vía de Hortaleza y esquivo vidas que siempre vienen en sentido contrario. Saludo a los parroquianos del bar, pido un café americano y miro por la ventana. La tragaperras hace sufrir a uno. La televisión es un espejismo que no logra moderar nada. En los bares ya no se fuma. Me aguanto.  Esto de ser murguero, plebeyo, cabeza, viene de mi elección ante una serie de hechos que me invadieron en mi adolescencia. Proveniente de una familia de radicales y comunistas, desayuné escuchando hablar del hecho maldito que había azotado el paisito de clase media. En el colegio me hablaron de tiranías elegidas por los más feos de la sociedad. De decretos que pohibían mencionar al tirano prófugo y esas cuestiones. Así sin quererlo o mejor dicho queriendo a propósito enfrentarme ante tanto mandato pastoral y familiar, decidí ser lo que que he sido siempre. Como dice Osvaldo Soriano en una de sus novelas: "Yo nunca me metí en política, siempre fuí peronista".
De los de abajo, desde ese olor a barro que tanto subleva a viejas y niñas menguantes. Tomé la opción. Elegí. Hoy a lo mejor soy mucho más anarco peronista que otra cosa. Un viejo resongón ya, que sigue creyendo que la política son mucho mas que buenas intenciones. Que sigue creyendo que la política son mucho más que gestos y palabrasacarameladas para la tilinguería de siempre. Que la política sin inclusión, no es política,que termina traicionando el espíritu de esa cosa que debe ser para el bien común. Que los feos, son personas no gente, que los de abajo son compañeros. Sigo creyendo en eso. Mientras dejó enfriar el café.
Salgo a la acera y enciendo otro cigarrillo.
Digo.
Lo de buscar razones una vez acontecida la vida es muy pobre. No tiene ninguna dignidad. Estos años en España me han permitido enterrar unos cuantos muertitos que me seguían de cerca, como perros cuscos. Los dejo en paz y que quedo en paz. Sobrevuelan los años y bailan los recuerdos. Nunca tuve que dar explicaciones, nunca las dí y nunca las pedí. Me parecen ruidos que producimos para aligerar nuestra carga con palabras y no con hechos o gestos. De Eva Perón, por ejemplo, siempre me gustó el odio que despertó entre la gente bien, que se juntaba en Plaza Francia a cantar la marsellesa. Me gustó esa decisión de irritar y enfrentar que tuvo ella, no así su general. Como me gusta el odio que despierta Cristina Fernández cuando la llaman "tilinga de Tolosa". Me gusta que intelectuales, gente bien de su casa, abogados de multinacionales, políticos derrotados, periodistas, sientan ese odio, se intranquilicen con esta nueva tiranía de los feos y sucios y también malos que los rodean. Me gusta ser lo que soy y vivirlo siempre con esa ironía que da el hecho de formar parte de una idea solamente. De saber que lo popular viene de un solo costado de la historia. Así las cosas, Eva fue un corte transversal en el discurso de colonia, de sometidos y arrojados de las relucientes cortes del norte poderoso.
Leo.
Cuando el capitalismo y la vida humana se funden, la huelga tradicional ya no tiene sentido. Algo repica.
Pensar. Que interesante es el hecho de hacernos. Que seductor. Seduce la inteligencia no la sonrisa, las calaveras sonríen y son huesos, el final. Vuelvo a la seducción. ¿Qué espacio resulta de este hecho? ¿Qué límites se deben trasponer para dejarse seducir por una idea? Por un pensamiento de otro hacia uno, que solo realizaba la espera. Porque en la actitud de espera, está también esa parte dialéctica de la idea, que secuenda un pensamiento a la vez propio, que viene del otro. Uno es seducido en la espera de que esto ocurra. Pensar y crecer.
Vuelvo a casa, el día es un regalo que abruma.
Enciendo el equipo y suena Bob Dylan, un viejo amigo, un entrañable compañero de este crecimiento que llevo a cabo desde que decidí. Estuvo desde siempre, asomándose a mi vida. Casual o a propósito, figuró siempre en mi lista de sonidos, que desde un costado irreverente he ido construyendo a fuerza de empeño. Sordo como era, como soy, me fuí abriendo a sonidos, fuí buscando pistas. Me acerqué muy despacito a otras músicas y de ahí fuí saltando a otras. De un amor a otro amor, como siempre. Pero Dylan siempre se quedó en mí. Su voz, sus palabras y sus búsquedas, convivieron de manera audaz en una discoteca, que fue mutando, muriendo y reviviendo con el tiempo. Discos que se dejaron abandonados, que se permutaron por abrazos y sueños. Pongo "Tell Tales Sign" y el mundo, la vida se detienen. Es solo un momento, pero este disco de recortes, de tomas desechadas, conforma un trabajo en si mismo. Ahí descubro lo que quiere
hacer este viejo amigo. Hace un nuevo disco con otras versiones que funciona como uno nuevo, como algo pensado para seguir sumando. Dylan abarca con los sobrantes de sus últimos trabajos nuevos, tomas diferentes y grabaciones en vivo. Y el disco funciona como algo nuevo para mí. No me importa demasiado, es solo un momento en donde me veo escuchando desde hace mucho a un tipo que  me permitió crecer. Ser el mismo y al mismo tiempo ser otro. Porque de eso se trató la contracultura, aunque después fuese derrotada por las sucesivas olas desprendidas por el poder dominante. Pero esa es otra historia. Fuímos jóvenes, fuímos iracundos. Algunos lo aceptaron como la forma natural antes de la domesticación definitiva, otros se dejaron la piel por el cambio. Algunos consiguieron sobrevivir, llevando consigo esa apuesta mayor. El y nosotros pasamos por esta vida, comprobando cambios, vendiéndonos a aquellos que querían pagar. Cambiamos de religion, de ropas, de cuerpos y besos. Y aquí estamos, aquí estoy escuchando a este señor con esa voz rota, sin ningún encanto adicional. Con el mismo ritmo de siempre, más irónico y más ácido si se quiere. Pero ahí está el viejo Robert invitando a seguir el paso de la culebra.
Digo.
Después de tanto andar descubro que vuelvo al punto inicial de partida. Lo hago sabiendo de antemano lo que me espera. Acepto las reglas del juego. De pronto me brotaron nietos como hojas de un arbol lento, de una sola calma. Me vislumbro, escuchando rock and roll. Discutiendo todo poder siempre. Descubriendo los crecimientos de estos hijos de mis hijos. Ser abuelo no está tan mal después de todo. Si son buena gente tienen asegurado encontrar buena gente en sus respectivos caminos. Si son hombres de bien, porque por el momento soy abuelo de tres varones, podrán despertar tranquilos por las mañanas y no dudar de sus propias sombras. Ahora que vuelvo a Buenos Aires se que la historia tiene continuación. Se que nada es igual, ni yo mismo ya lo soy. Lo aprendido me servirá para descubrir los límites nuevos a los que debo enfrentarme y lo que he desaprendido bien hecho está.
Han pasado muchos años. Todo tiene otras urgencias, pero en el fondo siempre se trata de lo mismo. De regresar a la mirada amiga, al mate compartido. A ese amor entrañable que marca y que define a una parte del mundo como nuestro, como mío a pesar de todo. Se vuelve a la palabra dicha, al susurrro tierno de las madrugadas cargadas de gestos. Al vértice justo de una vida que tocó, que me tocó allá en el sur. Ni es peor ni mejor. Tampoco uno no es tan importante como para tomarse en serio. No vale la pena, la vida es demasiado corta, demsiado intensa como para hacerlo.
Hago un punto.
Vuelvo a la seducción. Esta no es en origen, la relación espontánea entre hombres y mujeres, sino la relación dominante de los hombres entre sí. Por eso desde la metafísica de esta parte del mundo siempre partimos desde el presupuesto que nuestro punto de vista es soberano sobre el mundo. Pero no se trata de un pensamiento sin consecuencias sino de una práctica filosófica que permite que el soberano, dios, el papa o los políticos, o nosotros sencillos hombrecitos gobiernen todo lo que no es suyo, de ahí que el espectáculo, el mundo del espectáculo, por ejemplo nos remita a nuestra propia crueldad, escenificación ideal que nos venden todo el tiempo y a toda hora.
Sigo.
Pienso en Martin Hedegger y en su definición de aquellos rasgos de una existencia impropia, inaútentica y banal. Esa falsa curiosidad o afán de novedades por la que saltamos de una cosa a otra incapaces de detenernos y sin profundizar jamás. La pasión por hablar de las cosas sin entenderlas y asumirlas, repitiendo simple y sencillamente lo que se dice y se oye y el, ese, equívoco en el cual no se sabe qué se comprende y qué no se comprende, descubriendo que todo tiene el aspecto de genuinamente compendido, cuando en el fondo no lo está.
El viernes se muere, se acuesta y vuelve a apostar por una noche en donde todo o casi todo, siempre se permite. Los duendes se desnudan y salen a las calles a jugar. Madrid, ciudad agitada los viernes por la noche, se convierte así en una especie de cuestión de amor. De ese amor fou tan necesario y tan vital, algunas veces, que suele dejar como las locuras dulces y extravagantes recuerdos. Que cada cuál haga con ellos lo que pueda, el resto, el resto que los siga comprando hechos y a plazos.






1 comentario:

  1. Qué bueno, Martín.
    Se nos va el otro Sabio de Hortaleza.
    Entiendo en tus silencios sobre la huelga cómo fue.
    Se nos han acostumbrado a los gritos. Habrá que inventar otra cosa.
    Un abrazo.

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