En Zona

sábado, 25 de agosto de 2012

Hoy es un día Dylan

Sábado por la tarde. Calma en el barrio. Suave vienen las palabras que hacen extrañar caricias, ánimos difusos y con pocas ganas de pensar en esas cosas en las que me veo sumergido desde mi regreso a esta llanura vibrante y sinuosa.
Me asombran casi las mismas cuestiones que siempre lo hicieron. Me dejo llevar, retomo lecturas, releo tal vez demasiado, pero debe ser una cuestión de edad, me digo mientras caliento el agua para el nuevo mate de la tarde. Me planteo dejar de fumar. Cambiar ciertas costumbres.


Pero otras en cambio se me aferran como abrojos a la ropa. Desgasto días y noches, me distraigo y vuelvo. voy de la cama a la cocina. Tomo antibióticos, voy al hospital público, los médicos me preguntan si no tengo obra social y les digo que no. Se sorprenden todavía un poco los médicos conmigo. Por lo menos algunos como yo mantenemos una alta dósis de candor, somos pocos pero eso ya no importa.
Voy a la farmacia, compro los remedios. Vuelvo a casa y todo se refleja en esta acción.
Me digo que el hombre es el único animal que tiene nietos y me sonrié la vida halagada. ¿Será para tanto?
Pero hoy, sábado por la tarde es un buen día Dylan.
Su música se desparrama por mi cuerpo, me acompaña por la casa. Me huele y yo persigo su olor. Tal vez no haya mucho que decir, sino tomar alguno de sus discos y escucharlos hasta quedar mudos.
La primera vez que me enamoré profundamente de una chica, ésta que era mayor que yo,  me enseñó entre otras cosas a besar en serio, no como en las películas que por esos años circulaban en los cines de barrio sino como se hace en serio.Todo esto, mientras de fondo sonaba en su viejo tocadiscos un disco de este señor. No, nunca nada es casual. Dicen.
Su voz nasal, ese desgano para decir. Esa música contenida, esa especie de tormenta radical se mezclaba con esos ardores nuevos que me ofrecía la vida salvaje de esos años.
Creo que tenía catorce años y me aplaudían las orejas de puro contento, todavía hoy con el recuerdo lo hacen, ellas, mis orejas.
Yo era como una especie de antena que absorbía todo lo que ocurría a miles de kilómetros a la redonda. Se acababa el lado A y había que darlo vuelta. Los papás de la señorita estaban en una playa o en otro planeta. No me importaba demasiado. Yo estaba aprendiendo. "Nashville Skyline" era ese disco. Absoluto, profundo, como tenaz era mi empeño por descifrar tanta vida junta.
Creo que era 1968 y creo que fue el primer disco de Dylan editado oficialmente en este país. No lo se. Lo conocía de nombre y solamente había escuchado una versión de una canción suya por un grupo de rock.
Pero esa tardecita, casi noche en ese cuarto, cambió todo.
No se trata, no estoy haciendo ninguna especie de lista de sus mejores discos. Algunos me arrebataron y otros ni siquiera lograron inquietarme. Solo recuerdo ese encuentro, turbio y pasional, que tuve con este tipo.
Ella tenía 18 años, estaba terminando el secundario. Fumaba y usaba unos jeans tremendos. También tenía un poncho colorado con la guarda negra. Hoy está desaparecida. Pero esa es otra historia.
Me dejé besar. Me dejé llevar por la música y creo que fuí feliz.
Mi felicidad en el ingreso de mi vida.
Creo que por esa época fuí muchas veces a ese cuarto. Por ella y por ese disco.
Nunca he sido demasiado fanático de casi nada en el aspecto cultural. Leí a Borges y era peronista. Como dice Alejandro Dolina uno es peronista pero no estúpido. Y tiene razón.
No lo querían a Borges porque era antiperonista. Y así muchos dogmatizando sobre la nada, se lo perdieron. Se perdieron una de las obras más notables que haya dado la literatura mundial del silgo XX. Allá ellos. Entonces estos peronistas pudientes, viajan a Ginebra, se paran al lado de la lápida de la tumba de Jorge Luis Borges, que tiene una vieja cita escrita sobre la piedra y sonrientes y vencedores, los estúpidos hacen la V de la victoria, eso sí, con la manito derecha como estilan estos nuevos luchadores sociales. Nada con la izquierda.
Yo lo disfruté, si bien antes me aplaudían las orejas, a este lo disfruté como conejo en celo. Para seguir este equívoco día Dylan que vivo en este barrio.
Se que uno de los conceptos que se utilizaban por aquellos años recios, era que no había tiempo para los placeres pequeño burgueses. Ni música ni literatura del enemigo. En fin.
A mi me gustaba el boxeo, la música, leer, la mujer del prójimo, el buen vino. Descubrir los sonidos de la tierra, jugar con mi perro y las milanesas de mi madre.
Los tiempos fueron cambiando. Sin embargo a cada paso, fuí descubriendo los vértices de cada día. Me sedujo la vida y me dejé llevar, casi desnudo.
Siguió sonando en mí esa ráfaga que significó siempre este tipo. Me encontré con él y me desencontré muchas veces. Su voz fue envejeciendo, como fuímos todos haciéndonos más viejos. Una noche, me invitaron a un estadio de fútbol, me llevaron a rastras, emocionado, corto de carácter como soy no supe dar las gracias. Después del concierto de Bob Dylan, mi primera vez, invité a la invitadora a comer pizza en un bodegón infame, como no podía ser de otra manera.
Una noche Dylan. Perfecta, justiciera e inolvidable.
Esto fue relativamente ayer.
En el medio, quedó un caminito enmarañado de cosas, de palabras. De gestos y derrotas. Lo difícil de las derrotas siempre es la autocompasión. El llanto que se apretuja en la garganta y la inquisitoria y desenfrenada busqueda de culpables o motivos o lo que sirva para arroparnos en medio del naufragio.
De nada sirve.
De a poco, fueron ensamblándose partes dispersas.
Una noche de peleas, conocí a un tipo, de mi edad. Peleador callejero. Bueno como el pan recién hormeado por la mañana. Amigo, solidario y valiente.
Entre los descubrimientos que me acercó este entrañable amigo, estaba su pasión por este poeta y músico. Conocía todo. Sabía de él y su voz le permitía sobrevivir a como diera lugar.
Si uno debe ser agradecido, solamente debe serlo con aquellos que le permitieron crecer, que posibilitaron los atajos para seguir camino. Con él, descubrí las sutilezas en la voz de Dylan. Supe y así lo aprendí diferenciar los momentos creativos de este cantante, solo por el registro de su voz.
Hoy, ahora que digo esto me parece una tontería. Sin embargo lo digo y lo sostengo.
"Most of the Time", escuchada en esta apacible tardecita de Villa Crespo, mientras todo sigue su marcha, me calma. Me deja contento conmigo mismo. Me perdono mis pecados y me prometo los nuevos, esos que siempre son los mejores.
Así y a golpes de vida, algunos se fueron del barrio casi sin darse cuenta, otros se casaron, algunos se recibieron de algo. Algunos se hicieron delincuentes y otros, aclamaron el silencio como método eficaz de acercarse a la jubilación.
De golpe, esa contracultura derramada desde un país lejano, aterrizó entre mi cuerpo y esta vida. Me dejé, me dejo llevar por este día Dylan que vivo.
Anochece por fin en el puerto del sur del mundo. El silencio comienza a hacerse notar.
Ni siquiera he leído los diarios. Solamente el blog de mi amigo Enrique Piquero desde Moscú. Emotivo y profundo como siempre me devuelve a la realidad que transita este continente demasiado levantisco y enamorado. Me emociona leerlo siempre.
Caliente como ese furor, que repta por el subsuelo. Que emerge a cada minuto. No hay quietud posible ni contemplación extensa. No hay tiempo.
Ese análisis que espera. Esa decisión que se medita, pierde en cuestión de segundos su peso de realidad. El magma latino de esta américa joven y rebelde.
Chillan los loros. Son plaga dicen los vecinos que conocen los movimientos de todos por el barrio. Los loritos, las cotorritas, son plaga nacional para las buenas gentes, esas que se dicen de bien. Chillan decía, porque buscan en bandada un árbol para pasar la noche. Lejos de los gatos melancólicos y porteños. Lejos de las miradas indiscretas y las censuras pontificiales.
Dicen por ahí que volverán los fríos en este invierno tonto.
Retomo algo que dije hace unos días.
Cuando los pueblos originales piden por su tierra. Esta no significa lo mismo que para nosotros, los agentes civilizatorios. Por eso y porque ellos son cazadores, es que tienen otra forma de pensar, tiene otra concepción, otra visión del mundo. Ellos no pueden concebir por ejemplo, que el sol sea de alguien, que la luna sea de alguien o que la tierra sea de alguien, les parece absurdo que alguien tenga esa pretensión. Ellos solamente viven ahí, usan la tierra, caminan por ahí, La cuidan, la veneran, son parte de ella, y viven de la recolección de frutos, viven de la pesca, viven de la caza, gran parte de su cultura está ligada a la producción de alimentos, no hay planificación, salvo en relación a la caza o la pesca, saben las fechas del año en que tienen que mudarse, cuando deben alternar para dejar que se reponga esa tierra. Saben agradecerle a la madre de los bichos por darles de comer. Ellos estaban antes que nosotros y ellos cuidaban la tierra.
A lo mejor en las luchas que se vienen en el futuro, haya que ponerse a pensar en el uso de la tierra que los grandes capitales, en su intento de acumulación, están depredando. Como antes lo hicieran con los habitantes originarios, con los esclavos procedentes del continente africano, con los pueblos originarios de esta América.
A lo mejor.
Hay que ponerse a pensar. Hay que decidirse a luchar por lo que es de todos. Eso que nos cobija, que está desde antes de nosotros y que estará después de nuestro giro a los gusanos. A lo mejor la pelea no es tan clara ni tan cómoda. Pero es la que puede hacernos, replantear una serie de cosas con respecto del capitalismo y sus secuaces y cipayos simpáticos.
Un día Dylan.
Un tatuaje en el cuerpo. Una marca hecha a propósito para sobrevivir entre tanta desapasionada vida que nos quieren hacer vivir. Desnatados, light, sin colesterol. Descremados a pesar de nosotros. Fusilados por las tandas de avisos, desprevenidos con el control en la mano, anestesiados y zurcidos a fuerza de sms letales y aburridos.
Estamos rodeados y si son siempre para peor.
Abusadores de adjetivos. "Born inTime" suena antes del oscurecimiento prometido.
Me divierte la sensación de lo ya visto, que vivo desde que volví a este territorio desbordado que llamo país casi cariñosamente. Me despista la mecánica delación de vecinos chismosos, la bajeza recurrente de porteros y vigilantes privados. La torpeza del odio que se desprende siempre de los enemigos.
Sin embargo hoy es sábado por la noche. Vendrá el rito del pecado y todos seremos felices. Esta noche arderán los amores en fuegos lentos. Total, mañana se olvida todo. Se perdona todo y lo que no, irá a subasta pública.
El lunes tengo hora en el Durand, un hospital público, un sitio depredado por los dueños de los cuerpos de este país. Iré como uno más, a que me curen, a mezclarme entre dolores con los que se duelen, que no son pocos. Con los hechos jirones por los dueños de la palabra.
Iré con ellos, como siempre ha sido.
Me gusta la provocación. Me gusta que me provoquen y me gusta provocar. Me llama la atención ese latente y perpetuo deseo de ocultar el deseo que practican en este país. Esa dificultad de entregar el cuerpo a ese deseo que se hace lenguaje. El ocultamiento, la apariencia y las formas.
Ese placer de querer ralentizar todo, como demostración superior del discurso dominante. Apariencia, apariencias en plural.
Ganas de someternos, pero que nadie se entere. Ganas y ganas, masticadas en silencio en el cuarto de baño. Negro sobre negro.
Eufemismos. Nombramos las cosas solo lateralmente. No queremos mostrar. Que no nos vean. Clausurar la posibilidad de todo deseo.
Hoy es todo un día Dylan.
Los vecinos se preparan un asadito a todo vapor. Deben ser de la parte rica de esta sociedad. Argentinos típicos y carnívoros. La canasta familiar es una especie de ilusión peronista. Un chiste más de la clase gobernante que come carne y lo que se antoje. Por eso siempre se los ve rozagantes, saludables, sonrientes, descontracturados, "cool", con un buen rapport para crear la confianza necesaria. No gorditos del todo, rellenitos, satisfechos. Funcionarios que sueñan con su propia estatua ecuestre y del mejor bronce posible, enamorados de sus voces de recién comidos. Desayunadores profesionales, que dictan los precios de los comestibles que habrán de salivear aquellos que no tienen nada para enjuagar con tanta saliva rebelde. Comer comen estos frecuentadores de las polvaredas. Se hacen asaditos, se cuecen en el mejor aceite y pontifican entre chorizo y costillas, sobre las bondades de un país, que sigue siendo la mejor creación de ese dios, que debe ser como no, peronista de la primera hora.
Y yo soy peronista.
Asi apenas, el resto puede con lo suyo. Lo llevan, lo llevamos amontandos entre tanto cartón abandonado.
Revolvemos entre las basuras. Seleccionamos aquellas cosas que podremos vender. Día a día, tirando de unos carros monumentales y desvastadores. La ignominia sigue siendo el precedente a todo tipo de cambio. Es por ella, por esa dignidad, que día a día arrastran por el pavimiento de una ciudad canalla, como ésta, que sueña con seguir siendo París, Madrid o Londres.
"Red River Shore", se me descuelga justo cuando me estaba enfureciendo. "Tranquilo, viejo, tranquilo" parece decirme la música. Vuelvo entonces a esta especie de nada que quiero habitar hoy sábado 25 de agosto.
Regreso a mi día Dylan.
Sonrío, me miró mis dolencias. Me fijo algunas pautas que después me encargaré de echar por la borda.
Los recaudadores de este bosque de Sherwood, acaban de decretar el final de las ligas española e italiana de fútbol. Los argentinitos que corretean en pos de esa esfera de cuero y que son multimillonarios, deberán pagar sus impuestos a las ganancias, ellos y los dueños de ellos, esos que venden a los multimillonarios como si fuesen mercancías. Que ya está bien! Que paguen estos pequeños empresarios sus miserias. Que los españoles e italianos, se busquen la vida con sus paisanos que son tan buenos como estos individuos que dicen amar profundamente a sus clubes, hasta la llegada de la nueva oferta. En fin.
Leo un diario viejo. Peco, ya lo se. Deformidad profesional que le dicen.
Leo entonces: "Para el psicoanálisis no puede haber una sociedad utópica, una sociedad reconciliada consigo misma que haga desaparecer la política; la política va a existir siempre porque la fractura que constituye a lo social es ineliminable, como la fractura que constituye al sujeto...". Esto pertenece a un artículo de Jorge Alemán aparecido en un diario de Buenos Aires.
Me quedo pensando.
Como me gusta. Caramba como me gusta que me hagan mover mi interior. 
Pero así y todo mi día sigue con su marcha triunfal.
Y ahí, aquí a mi lado siempre estuvo entonces este tipo. Pocas veces he sido tan fiel a una persona como lo soy con Bob Dylan. Si, ya se, soy un viejo exagerado, melodramático e impenitente. Pero me gusta, su sonido, sus formas de buscar desde la poesía esos breves encuentros luminosos con aquellos que desde otros sitios, fueron creciendo junto con él y casi en él.
Mientras tanto, reprimen a los trabajadores en la provincia de Córdoba. Nos quieren llevar a patadas en el culo al supuesto cielo de los bienaventurados, pero yo prefiero quedarme en el infierno. La policía, como habrá sido la represión, se quedó sin municiones para seguir reprimiendo a tanto alborotador suelto.
Prefiero el infierno, siempre en ese calor, pude encontrar con quien dialogar y disentir. Como no conozco otra cosa, no acepto la invitación que siempre nos hace el poder de los poderosos.
La política no puede desaparecer. Me quedo pensando.
Este es mi día Dylan y no quería irme sin una historia.
Murió Neil  Armstrong, el que caminó por la luna. Y me acordé de una historia.





Buena suerte, señor Gorsky



Fue una noche inolvidable para la humanidad, el 20 de julio de 1969,
justamente a las 22 horas, 56 minutos, y 15 segundos, el comandante
Neil Armstrong había puesto por primera vez un pie en la Luna, justo
en el sector denominado Mar de la Tranquilidad, marcando para la
historia un evento sin precedentes. Luego de la famosa frase: Este es
un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad, el
comandante Armstrong dijo en voz baja: "Y buena suerte para usted,
señor Gorsky".
Esto causó asombro a los acompañantes del módulo lunar Apolo 11, el
comandante Edwin Buzz Aldrin Jr. y el piloto Mike Collins, así como a
todos los operadores terrestres que monitoreaban cada instante de tan
importante evento. Muchos se miraron con aire de incertidumbre, sin
precisar el verdadero sentido de esta frase.
Los periodistas que cubrían para el mundo toda la información,
hicieron algunas preguntas a la base terrestre, acerca de la frase,
pero los físicos sólo se limitaron a responder: Debe ser algún mensaje
para algún cosmonauta amigo.
Algunos curiosos se dedicaron a interpretar esa frase y dentro de sus
investigaciones descubrieron que no existía ningún cosmonauta Gorsky
en el programa espacial de la NASA, ni tampoco existía ese nombre en
los registros del programa espacial soviético. Esto provocó más
curiosidad entre los periodistas quienes no perdían la oportunidad
para preguntarle a Neil Armstrong acerca de la frase. Él siempre
respondió con una sonrisa y un completo silencio. Por muchos años
sucedió lo mismo.
El 16 de julio de 1994, cuando se celebraban los 25 años de la cuenta
regresiva de la Misión Gemini 8, que hizo que la nave Saturn V, de 360
pies de altura y de 6.5 millones de libras despegara del andén 39A en
el Centro Espacial Kennedy en Florida, un joven periodista recordó lo
que por muchos años había sido una interrogante, y de manera sencilla
le solicitó al Doctor Armstrong:
"Comandante, ahora que ya han pasado 25 años de la misión, podría
usted referirse a la frase 'Y buena suerte para usted señor Gorsky'
pronunciada durante su primera caminata lunar?"
El comandante, con una sonrisa en los labios,, le respondió:
"Bueno, ya ha pasado mucho tiempo, y en virtud que el señor Gorsky
murió el invierno pasado, creo que ya puedo referirme con libertad al
tema", y relató:
Era un 5 de agosto de 1940, lo recuerdo muy bien pues celebraban en mi
casa, en Wapakoneta, Ohio, mi décimo cumpleaños, y como era una tarde
soleada, muchos niños jugábamos béisbol en el jardín de mi casa; de
pronto, uno de los chicos pegó un imparable que voló por la cerca del
vecino, y como en ese momento yo estaba corriendo esa zona, brinqué la
cerca que separaba nuestras casas y busqué la pelota justo bajo de la
ventana del joven matrimonio de los Gorsky: una pareja sin niños que
tenían cerca de veinticinco años de edad. Me dirigí sigiloso hasta la
ventana de los Gorsky, pero la señora Gorsky, quien ya me había visto
brincar la cerca, le reclamó a su esposo:
"¡Sexo oral! ¿Quieres sexo oral? Pues tendrás sexo oral cuando ese
mocoso de los Armstrong camine sobre la Luna". 


Esto ha sido todo amigos!!!


2 comentarios:

  1. Has tocado un tema... nunca entendí que el hombre tuviese derecho a poner vallas al campo, como si fuera suyo. Suena absurdo, pero ahí están las vallas.
    Qué bueno ir sabiendo más de tu vida, y aprendiendo.
    No sabía la historia de Armstrong. Muy buena.
    Sólo una cosa no me quedó claro: ¿eres peronista o no?
    Un abrazo compañero!

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    Respuestas
    1. Si todavía sigo siendo peronista... No se muy bien que quiere decir esto, supongo que es la visión romántica con la que cargo o la costumbre, en fin, soy más un peronista cultural que político si es que existe también esto.
      Un abrazo querido compañero

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